Desde 2010 maneja los destinos del MAAM

El museo arqueológico más importante del país tiene directora rosarina

Gabriela Recagno es antropóloga y dirige el Museo de Arqueología de Alta Montaña de Salta, que contiene una colección única y es uno de los más destacados del mundo en su tipo. Mirador Provincial charló con ella.
18-07-2017 | 16:11 |

Recagno es licenciada en antropología (UNR) y desde 2010 dirige una joya arqueológica y una visita obligada para quien va a Salta.
Foto:Jessica Fernández Bruera.
Ariel Gómez
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En 1999, en la provincia de Salta, se realizó uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes del mundo. Una expedición liderada por el antropólogo estadounidense Johan Reinhard, acompañado por montañistas y arqueólogos argentinos y peruanos, llegó al volcán Llullaillaco, ubicado a 6.739 metros sobre el nivel del mar, en el oeste de la provincia salteña.
Allí, tras una ardua tarea, se hallaron tres momias incas de una antigüedad aproximada de 500 años, además de otros objetos que formaron parte de la ofrenda. Esos cuerpos son conocidos como “Los Niños de Llullaillaco”, y son consideradas las momias mejor conservadas del mundo.
Por este motivo, en noviembre de 2004, en la capital salteña, se inauguró el Museo de Arqueología de Alta Montaña (MAAM), con el objetivo de albergar, preservar y difundir este patrimonio arqueológico, además de posicionarse como uno de los más importantes del país y el más reconocido a nivel internacional.
En la actualidad, la dirección está a cargo de una rosarina: Gabriela Recagno, que desde 2010 maneja los intereses del museo. “Llegué a Salta hace muchos años a hacer una práctica en Cachi, y en ese momento conocí al que hoy es mi marido. Comencé a trabajar en la coordinación de museos y luego entré al MAAM; paralelamente me casé y me instalé en Salta. Tengo un hijo de siete años y hace 14 años que estoy instalada en esta ciudad”, le cuenta la rosarina a Mirador Provincial en su oficina.
Una joya de Salta
Recagno se graduó de licenciada en antropología en la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y realizó una especialización en Arqueología, su pasión. “La arqueología me gustó siempre. Desde chica me gustaba investigar, explorar y me sabía todos los nombres de los faraones egipcios. Estaba en la rama de la egiptología, pero me di cuenta de que el ejercicio de la profesión iba a ser muy difícil, y opté por la arqueología americana”.
Ya instalada en el norte argentino, a la rosarina le llegó el ofrecimiento para tomar las riendas del museo. “Aunque ya era parte del MAAM, el ofrecimiento me sorprendió. Fue un honor. El museo todavía se estaba acomodando, estaba dejando de ser polémico y era un desafío enorme el hecho de convertirlo en un hito cultural y turístico. Hoy es un punto obligado de visita, es una de las joyas de Salta, y no sólo por lo bello de la colección, sino por la intensidad y profundidad que genera en los turistas. Leo los libros de visitas y me emociono con los mensajes de la gente”.
Recagno habla de polémica. Y es en referencia a lo que significó para algunos grupos que esos cuerpos hayan sido removidos de su lugar sagrado. “Hubo pueblos originarios que en su momento se opusieron, como también arqueólogos y antropólogos, pero siempre estuve convencida de que el rol social del museo sería positivo”.
Y agregó que “también le ha servido a los pueblos para resignificar sus memorias y afianzar su posición en la historia. Los grupos indígenas han estado sistemáticamente relegados y negados en la historia argentina, y el hallazgo generó que un montón de cuestiones de sus problemáticas se visualizaran”.
Un museo debe interpelar
Y al hablar de los museos, la rosarina duplica la apuesta opinando sobre el rol que deberían tener. “Si no son polémicos ni generan cuestiones, ¿para qué sirven? Si sólo es un mausoleo, que de vez en cuando entra una persona a ver la donación de alguien, no sirve. Un museo debe generar polémica, ideas, y servir. Accionar permanentemente. Y el MAAM lo hace. Es un buen ejemplo de lo que debe ser un museo”.
Sus inicios en la profesión fueron en el Museo Provincial Julio Marc, pero antes, durante su época de estudiante, Recagno trabajó de modelo, y también en televisión, junto a Alberto Lotuf y Carlos Bermejo, entre otros personajes destacados de Rosario. “Era una combinación extraña, pero interesante porque eso te da una visión más amplia. Llegás a distintos sectores y te abre bastante la cabeza. La actuación y el contacto con el público haciendo televisión me dio facilidad para decodificar un montón de cuestiones o códigos para acercarme a la gente”. Y así, con el “glamour” de las pasarelas, cursaba en la Facultad de Humanidades de la UNR. “Los profesores siempre fueron buena onda y comprendían. Algunos me decían ‘¿Llevarte a vos de excavación? ¡Te vas a
derretir al lado del fuego!’. Pero me llevaban. Eran dos mundos totalmente diferentes, pero igualmente enriquecedores. Los dos tienen su valor. La frivolidad permanente no me gustaba, pero nunca me sentí mal por eso”.
Con el paso del tiempo, la rosarina ha desarrollado un camino profesional más que interesante. Ante la consulta de si se siente reconocida en su ciudad, responde: “He tenido reconocimiento en Rosario, pero hablaría más de un conocimiento. Cuando vienen rosarinos siempre tenemos una charla y está bueno”.
Sobre una posible vuelta a su ciudad de origen, Recagno lo ve poco probable. “Más allá de que tengo a mi familia, ya no creo que vuelva a Rosario para instalarme. La quiero, pero hoy siento que Salta es mi lugar en el mundo. Me abrió los brazos y me ha dado todo”.



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