Milagros Cardoso Guzmán
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Bien dicen que la vida puede cambiar en un segundo y el jugador paranaense es testigo de eso. El 7 de diciembre de 2015 marcó un antes y un después en la vida de Diego Buschiazzo y su familia. Por ese entonces, Eugenia, la mujer de Diego, transitaba el octavo mes del embarazo de su primer hijo e Instituto hacía dos días que había conseguido el ascenso a la Primera División A de la Liga Paranaense de Fútbol.

El hecho trágico ocurrió en la esquina de Vucetich y Soler, a metros de donde vive Diego con su familia. “Íbamos a comer un asado con unos amigos, por eso fui a comprar leña; mientras esperaba que me atiendan sentí los disparos y me di cuenta de que había recibido un tiro”, recuerda con angustia. Los testigos declararon que se produjo un tiroteo entre bandas antagónicas, cuando dos hombres que transitaban en moto comenzaron a disparar; una de esas balas impactó en el cuello de Diego.

Fueron días largos y de mucha angustia para la familia. Estuvo internado en el Hospital San Martín más de un mes, donde lo operaron para sacarle el proyectil. Los pasillos del nosocomio se vieron colmados de amigos y figuras del fútbol local que acompañaban a la familia. El 11 de enero lo derivaron al Instituto de Rehabilitación Caice, donde estuvo un mes internado, para luego comenzar con un tratamiento ambulatorio, hasta que finalmente puedo volver a su casa.

– El 5 de enero nació Estéfano, por ese entonces aún estabas en el hospital, ¿cómo lo conociste?

– Mi papá, José, me llevó una foto pero no entendí en ese momento que él era mi hijo. Me costaba comprender. Un día recordé que mientras me subían a la ambulancia yo le había dicho algo a papá pero no recordaba qué y me contó que llegué a decir: “Decile a Estéfano que no se va a quedar sin papá, que la voy a pelear”. Cuando estaba en el Instituto de Rehabilitación, Eugenia lo llevó un día pero seguía sin comprender. Me llevó tiempo entender lo que estaba pasando.

– ¿Cuál fue la importancia de tu familia en todo ese proceso?

– Fueron todo. Yo solo pensaba en mi hijo. Mi mamá, Liliana, mi papá, Eugenia y mi hijo fueron mi motor. Mientras estuve en el Instituto de Rehabilitación, ellos fueron todos los días a visitarme a pesar de todo. A veces los trataba mal, incluso había días que me sentía perdido pero solo esperaba que llegara el horario en el que ellos me iban a visitar.

Eugenia no puede hablar sin emocionarse. Reconoce que fueron días difíciles. A un mes de ser mamá por primera vez se quedó sola. “Fue muy duro. Al principio él no quería ver al nene. Fue un proceso largo, lo visitábamos mientras hacía su rehabilitación y con el tiempo él empezó a venir a casa, cada vez más, hasta que ya finalmente se quedó”, cuenta Eugenia con los ojos llenos de lágrimas.

– ¿En qué pensabas todos esos días mientras transitabas la rehabilitación?

– Como decía, me llevó tiempo poder entender bien todo lo que había pasado pero cuando entendí solo podía pensar en que me tenía que recuperar por mi familia, por Eugenia y sobretodo, por mi hijo. Yo estaba en una silla de ruedas y tenía miedo de quedar así y ser una carga para ellos. Sabía que tenía que recuperarme porque quería poder estar al lado de mi hijo, poder bañarlo, jugar con él, cosas cotidianas que en ese momento no podía hacer.

– Además de tu familia, ¿quiénes te acompañaron en ese momento?

– Mucha gente estuvo presente acompañando a mi familia y rezando por mí desde el principio. Además, un amigo que tiene un gimnasio vino a casa a visitarme y me ofreció empezar a entrenar gratis para poder volver a mi peso. Fue una gran ayuda para mí, para poder volver a mi peso, para recuperar masa muscular y para sentir que podía volver a ser el de antes. Decidí seguir yendo al gimnasio hasta hoy que sigo entrenando ahí.

La carrera futbolística

Diego inició su camino en el futbol a los 6 años en Universitario de Paraná. Dejó la “U” para seguir creciendo en Patronato, donde no solo jugó muchísimos partidos, sino que también fue parte del equipo de Primera División que disputó el Torneo Argentino A en el 2002. A los 17 años, decide cruzar el charco para sumarse a Colón de Santa Fe durante tres años. Vuelve a Paraná para vestir nuevamente la camiseta del rojinegro y disputar el Torneo Argentino B. En 2015 decide continuar su carrera en el Club Instituto.

– Después de tantos años en Patronato, ¿qué recuerdos te quedan?

– Muchísimos y son todos buenos. Fue una muy buena época de Patronato y además quedé en contacto con muchos jugadores, que son amigos. Después de lo que pasó, el Negro (Walter) Andrade me invitó a comer a la casa, Iván Furios vino a visitarme a mi casa y estoy en contacto con muchos de esos jugadores que pasaron por el club.

Volver a la cancha

En 2015, Instituto consigue el ascenso a la Primera División de la LPF. Diego volvió a pisar una cancha en el 2017, jugando con amigos en el futbol amateur. Este año, después de superar todas las adversidades, decide vestir una vez más la camiseta del equipo de Villa Uranga. Fue el 26 de mayo, en la tercera fecha del torneo de la LPF.

– En ese partido ingresaste en el segundo tiempo, ¿qué significaron esos minutos en la chancha?

– Fue hermoso. Mi prioridad nunca fue volver a jugar al fútbol, pero es hermoso sentir el acompañamiento de la gente, el aliento para seguir adelante. Se acerca gente que no conozco a saludarme y alentarme. En lo físico, siento que tengo que seguir entrenando y mejorando para ser el de antes.

Seguir adelante

“Decían que no sabía si iba a vivir y acá estoy”, comenta Diego entre risas y emoción. Es que fueron meses difíciles, los interminables días de internación, no poder caminar, verse obligado a usar una silla de ruedas, la pérdida de motricidad que solo después de mucho trabajo de rehabilitación pudo recuperar. La única marca que le había quedado a simple vista era una cicatriz en el cuello fruto de las cirugías que tuvo que atravesar. “Sentía que la gente me hablaba y me miraba el cuello todo el tiempo, por eso decidí hacerme un tatuaje y tapármela, tuvo que ver con una decisión de que la gente no mire eso. A mí no me molestaba, siempre digo que por algo Dios me puso esto en el camino”, sostiene Buschiazzo.

– Te recuperaste, regresaste a tu casa con tu familia, volviste a jugar, ¿Qué deseo queda por cumplir?

– Lo único que quiero es ver a mi hijo crecer, sano y salvo. No pido nada más.