Un museo en vías de realización

Un pequeño paso que anuda una constelación de voluntades

Las comunidades tienen dos destinos para sus herencias culturales: las encapsulan en evocaciones a través de relatos que circulan cada vez en circuitos más pequeños hasta que son olvidados o los convierten en memorias y, entonces, les sirven para propiciar un diálogo entre las generaciones. Algo de este dilema subyace en la construcción del museo “Hilando recuerdos”, a medio camino entre Paraná y Diamante.
17-01-2019 | 18:48 |

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Celina Asselborn destaca que su padre siempre estuvo agradecido por las posibilidades que le brindó Argentina. Foto: Sergio Ruíz



Valeria Robin

La Santa Rita que supera la altura del tapial y le hace de colorida visera bien puede ser usada como analogía de lo ocurrido con el Museo “Hilando recuerdos”, de la Aldea Valle María. Porque también la semilla con que prendió la idea y se transformó en proyecto debió ser regado y cuidado con esmero; y seguramente los primeros brotes deben haber despertado una contenida algarabía y luego, ya adulta, los jardineros deben haber experimentado la doble sensación de disfrutar de esa combinación vegetal de verdes y magentas y de sufrir con la poda, porque entre sus ramas esta enredadera esconde formidables espinas.

En las cercanías del río Volga, en la Rusia meridional, no hay “Santa Ritas”, porque este arbusto trepador es originario de los bosques tropicales húmedos de América del Sur. Eso explica que, aunque se ha adaptado a nuestro clima, deba ser protegido de las heladas y los fríos extremos.
Esa especie floral tan nuestra, ornamentando un enclave tan propio de estos alemanes étnicos que conservaron el idioma, la cultura, sus tradiciones e iglesias, todas cristianas, no importa la parte del mundo donde se establecieron, es un símbolo en sí mismo. Un pueblo itinerante, migrante, que supo de deportaciones y violencias; y que respondió con nobleza y sentido del sacrificio, transformando en el arado y la granja las lágrimas en riqueza. Las aldeas alemanas en Entre Ríos se concentraron en un triángulo imaginario que conforman Paraná, Crespo y Diamante. Con el tiempo algunas familias se desperdigaron y se los puede encontrar por doquier, pero en esta zona se mantuvo ese sentido de la comunidad. De ese cielo estrellado de nombres como el de Protestante, Pueblo Alvear, San Francisco, Salto, Brasilera, Grapschental, San Rafael, Santa Rosa, San Miguel o Spatzenckutter, sobresale Valle María. El Museo intenta captar esas culturas ancestrales y por eso tiene sentido repasar su derrotero.

Un paso y otro paso

El museo “Hilando recuerdos” crece paulatinamente. Así fue y así sigue siendo. Parece disfrutar de un sosiego pueblerino pero en realidad prefiere la seguridad del paso cierto. Colecta distintos esfuerzos de gente parecida y bien diferente que, sin embargo, empujan para el mismo lado.
De igual forma en que lo hacen algunas especies de plantas -que, en vez de competir por el espacio y la luz, cooperan entre sí para aprovechar los recursos de la naturaleza-, la comunidad de Valle María trabaja colectivamente en vías de divulgar su patrimonio; digno de haber sido convertido en un atractivo turístico

Ubicado en el vértice de San Martín y Florida, el museo “Hilando recuerdos” es una casa antigua que conserva la edificación desde la época en que fue habitada por los inmigrantes que llegaron de Rusia hacia 1878.

Internarse en esos ambientes es, en alguna medida, pasar a habitar una dimensión con 250 años de historia. Sin esfuerzos, cada rincón nos remite a diálogos posibles, a convivencias amorosas, a confidencias, a crisis superadas y proyectos en común.

Un armonio a pedal marca Hinkel, sifones, billetes y monedas, libros, una canasta de pascuas, ropas típicas, camas, baúles, herramientas de carpintería, y los enseres básicos que usaron las abuelas son algunas de las piezas que narran por sí solas cómo era la vida de quienes forjaron las bases de una comunidad que no ha perdido el folklore.

Si se agudiza la mirada, es posible recrear el retrato de una abuela envuelta en una tarea interminable: la producción de piroks, preparados con una facilidad nacida de una larga práctica.

En una mesa cercana descansa una torta rusa, un strudel y una receta de kreppel escrita a mano en tinta color negro sobre una hoja amarillenta. Se trata de una reliquia de los antepasados.

En el piso, recostada sobre un armario macizo, una bolsa de harina espera el turno de ser utilizada.
El día oscurece y apenas se lo ve venir a José, abrazado a su calentador Primus. Se dirige a prender el farol a kerosene, más conocido como Sol de noche. Camina en dirección a la habitación. Se sienta en la cama de hierro y se quita las botas de fieltro (Filtzstifel), que deja sobre el piso de ladrillos colorados.

Del otro lado de la pared, Heidi, su esposa, carga las tazas de té, y luego enciende la radio. Suena una polca conocida. Sigue el ritmo con el pie, y se mueve con gracia mientras repasa mentalmente si falta algo en la mesa. Acomoda a la perfección los dibujos del mantel tejido.

Se encendió el farol, la luz blanca hizo que el vestido gris oscuro de Heidi cobre vida. Y con él, el hilo y el polvo que se tiene luego de una jornada de trabajo entre la cocina y la máquina de coser.

“Mi papa llegó de Mariental en 1923. Salieron diez hermanos, a la Argentina llegaron tres. Pasaron mil peripecias, pero llegaron con alegría, con fe, buscando otro futuro”

Celina Asselborn
De “Unión de alemanes libres y sus descendientes”


Ovillo de datos

Mientras se recorren los espacios interiores es inevitable conectar con ciertas ideas y concluir, por ejemplo, que el valor del Museo de Valle María, radica en el empeño de un pueblo por representar un hogar a imagen y semejanza de aquellas casitas que habitaron, en tierra rusa, los alemanes convocados por Catalina la Grande.

En efecto, en los márgenes del río Volga, las moradas eran construidas en barro y con un diseño tal que les permitiera advertir los ataques de los calmucos, los mongoles, y los quirquicios, que a menudo invadían las haciendas para robar las pertenencias.

De pronto, como si siempre hubieran estado allí, divisamos a dos mujeres, sobre un costado. En la charla fluyeron con naturalidad las referencias. Dentro de ese mundo de palabras y emociones, Celina Asselborn y Griselda Wendler tejen y destejen anécdotas sobre la vida de sus abuelos que atesoran tanto como al templo y la fe. Griselda repasó una serie de aspectos vinculados al edificio del museo que enriquecen la impresión que se tiene desde afuera. “La puerta pequeña de las viviendas de los alemanes eran un método de protección. Al recibir las invasiones de los quirquicios y de los mongoles, las casas tenían el ingreso desde la calle. Ingresaban de la calle al patio, y del patio a la vivienda. No tenían puertas al exterior ni porche. Y esa puerta de ingreso al patio era siempre pequeñita y bajita, porque los mongoles y los quirquicios andaban a caballo; y cuando llegaban tenían que desmontar. Y eso, les daba tiempo a los alemanes para esconderse en el sótano o donde pudiesen. El tamaño de las ventanas, también pequeño, era para conservar más el calor en invierno y el frío en verano. Los techos eran a cuatro aguas para impedir las filtraciones por acumulación de la nieve”.

Celina se incorporó al diálogo con el mismo entusiasmo de quien recibe una buena noticia y está ansiosa por compartirla. “También contaba papá que los hogares tenían las ventanitas chiquitas porque desde allí miraban cuando entraban los quirquicios al pueblo. Cuando los veían venir cerraban inmediatamente las ventanitas. Ellos siempre tenían una hendija por dónde mirar”. Se multiplica el fervor en la descripción de Celina, los ojos claros, las manos entrelazadas. Agrega: “tal es así que un día, cuando llegaron los quirquicios al pueblo buscando gente para llevar a la guerra, mi abuela lo hizo acostar en la cama a mi abuelo José, y le puso muchos trapos calientes sobre la frente para simular que tenía fiebre. Se las ingenió para planchar las telas mientras los invasores se acercaban, y así fue, que cuando llegaron los quirquicios, mi abuelo estaba colorado como si tuviera temperatura. Si bien los quirquicios hablaban en ruso y mis abuelos en alemán, mi abuela-mientras señalaba al abuelo- comenzó a gritar algo que ellos rápidamente comprendieron. Al escuchar ‘tifus’, unas tres veces, los quirquicios salieron despavoridos para no contagiarse. Esa es la historia de cómo mi abuelo se salvó de ir a la guerra”.Luego de esa contingencia, su abuelo decidió probar suerte en América.

Sentido de pertenencia 

Entrevistamos a Celina y Griselda porque tienen que ver con la historia del Museo, desde sus cimientos. Nos cuentan por ejemplo que el “Grupo coreográfico Raíces Alemanas”, la “Unión de Alemanes libres y sus descendientes” y un racimo de voluntarios, estrecharon vínculos y saberes para sembrar en tierra entrerriana la cultura que atesoran de sus abuelos.

Así, con la misma testarudez de los brotes, los alemanes del Volga han tejido una especie de rizoma, que fue creciendo indefinidamente, constantemente, de forma tal, que han logrado inscribir su impronta en cada comisura de las tierras que habitaron.

“La ‘Unión de alemanes libres y sus descendientes’ surge a través de un grupo de gente que sintió la necesidad de formar una comisión para representar en Valle María el legado de los alemanes del Volga. Así fue que en 1992 se formó esta comisión, que en febrero cumple 27 años. Nuestro objetivo es cuidar nuestra historia, que no se pierda el idioma alemán”, cuenta la presidenta de la entidad, Celina Asselborn, para detallar luego que “tenemos un salón donde hacemos cinco eventos anuales, como por ejemplo la fiesta de la inauguración de nuestro salón y del aniversario de la institución. En abril tenemos la fiesta de pascuas, donde repartimos la manzana bendecida que es una tradición que trajeron nuestros antepasados de la Mariental. En octubre celebramos el día de la madre. Premiamos a la madre de más edad, a la madre de más hijos, y a la madre más joven. A todas se les da un presente para homenajearlas”.

Ante una consulta puntual, Celina expresó que “los gastos mensuales son sustentados con la recaudación de nuestras fiestas. Y cuando se vacía la caja, vendemos piroks y pastelitos. No importa si son 300 docenas de pastelitos o de piroks. Se hacen y se venden porque tenemos un grupo de gente a la que le gusta trabajar”.

Para el 2019, la “Unión de alemanes libres y sus descendientes” se ha puesto la meta de construir un cuerpo de baños nuevos y un playón amplio para poder organizar las fiestas al aire libre, cuando el clima no acompañe.

La mudanza

El Museo Regional tiene un responsable. Es Darío Wendler, que además oficia de Coordinador de Turismo y Cultura. “El Museo ‘Hilando recuerdos’ nació a partir de la iniciativa del grupo coreográfico ‘Raíces Alemanas’ y de personas que se acercaron voluntariamente para trabajar. Actualmente se encuentra en un edificio que es alquilado. Pero al cabo de algunos meses nos trasladaremos a una casa que ha comprado la Municipalidad. Este sitio, que será propio, se encuentra frente al templo parroquial, en el centro. Es una casa muy antigua que habrá que refaccionar, antes de trasladar los objetos”.

A Wendler le gusta vestirse como antaño se hacía en ocasiones especiales, cada vez que puede. Disfruta portando esa marca identitaria. Mientras informa, ese orgullo emerge, con naturalidad. “La adquisición se concretó hace pocos días, por ende la próxima tarea a encarar en el 2019 es reacondicionar el lugar. Nuestra aspiración es que para el Aniversario número 41 estemos mudados”, puntualizó. Contacto

Quienes deseen visitar el Museo deben llamar al 0343- 4250443 para coordinar la visita.

Senderismo y circo

No todo es tradición en Valle María. El próximo sábado se realizará un evento de senderismo y acampe nocturno con base en el Complejo Balneario Camping. Desde las 18.30 del día sábado ya se podrá acampar en la zona destinada y a las 21 comenzará la caminata que llevará a los participantes por los caminos adyacentes completando unos 10 kilómetros bajo la luna llena.
La actividad, está al alcance de cualquier persona ya que se recorren caminos transitables. El cierre de inscripción es el jueves 17 por la noche, debido a la necesidad de presentar la documentación correspondiente a la agencia de seguros. Los cupos son limitados. Para inscribirse, los interesados deben comunicarse al 3435073376 (whatsapp) o a través de Facebook “Senderos Valle María”.

La carpa de circo y teatro La Moringa también será parte de las propuestas turísticas de la Aldea, del 10 al 17 de febrero. El humor y la música serán el deleite para toda la familia, todos los días por la tarde/noche.

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