Hacia el paro de mujeres del 8M

La discusión por el aborto, la madre de todas las luchas

Bajo el cielo esperanzado y luchador del 8M se inscribe una multiplicidad de miradas y sensibilidades. Por fuera de las consignas, en los testimonios personales irrumpe una riqueza de experiencia que ayuda a entender mejor los planteos y posturas del feminismo.
05-03-2019 | 18:33 |

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Luciana Basso: la ESI es fundamental para transformar una cultura violenta. Foto: Ricardo Holle


Valeria Robin

El relato griego del caballo gigante de madera, que a pura sorpresa superó las defensas de Troya y que, mientras todos dormían, se abrió para que se desplegara un ejército invasor que sometiera lo que lucía invencible, es perfectamente aplicable a la sustancia de los planteos- en la misma sintonía pero no uniformes -de Lucy Grimalt y Luciana Basso, llamadas a reflexionar con el paro de mujeres del 8 de marzo en el horizonte próximo.

En efecto, el debate por la legalización y despenalización del aborto es para las entrevistadas un caballo de Troya, en tanto y en cuanto, su sanción generará un halo liberador para otras problemáticas que afligen a las mujeres. En ese sentido, es la madre de todas las luchas. Pero también lo es la fecha del 8M que, en sí misma, no resuelve cuestiones puntuales pero lleva en su seno la capacidad de visibilizar el lugar que las mujeres y las disidencias sexuales reclaman dentro de otra sociedad y una cultura más humana.

Las entrevistadas pertenecen a generaciones diferentes y exhiben trayectorias disímiles. Justo allí radica la riqueza de sus testimonios.

–Luciana Basso, más allá de los resultados y los balances de las distintas luchas del movimiento de mujeres, ¿cuáles son las batallas ganadas y los asuntos pendientes?

–Las mujeres organizadas y movilizadas lograron hacer visibles la campaña por el aborto legal y el movimiento Ni una menos, contra la violencia. Gracias a eso es que hoy nos podemos poner a pensar las disputas en términos políticos, económicos, y sociales. Esa es una gran batalla ganada.

En cuanto a los asuntos pendientes, uno es la legalización y despenalización del aborto, que es la madre de las batallas; el otro es la implementación efectiva de la educación sexual integral en las escuelas.

Pese a que está dispuesto por ley ha habido contra la ESI una envestida de los grupos antiderechos: montados en falsedades y mentiras generaron un escenario de tensión política que se manifestó en algunas escuelas y en los medios.

– No le satisface cómo se planteó el debate…

–El movimiento feminista es parte de los grandes debates del presente. La irrupción de este fenómeno se produce en un contexto en el que más allá de cómo se la llame, cierta política genera una discursividad anticuada, más propia de la primera mitad del Siglo XX. Se ve claramente cuando se ataca a la ESI caracterizándola como ideología de género.

Estos son debates que ya se dieron. Sin embargo han reaparecido estas miradas retrógradas sobre la mujer, con el agregado de que sus militantes exhiben actitudes hostiles hacia quienes piensan diferente.

En un período sombrío de la historia, el pensamiento religioso aporta pseudoargumentos cargados de una rancia inhumanidad a los grupos antiderechos.

A diferencia de ellos, las feministas creemos que la militancia debe fortalecer los vínculos humanos, contenernos entre todas, y desde esa actitud de autoprotección ser protagonistas de la política, de la investigación académica y la protesta en la calle.

– En este contexto, ¿qué papel juega la marcha del 8M?

–Me parece sumamente importante la fecha. Reivindica el trabajo de las mujeres, tanto en aquellos casos en que cobran menos que los varones aunque cumplan la misma función, como en la naturalización que ha hecho la cultura capitalista de que el trabajo en el hogar es gratuito (limpiar la casa, hacer la comida, criar los hijos, ayudarlos con las tareas de la escuela). Nosotras le agregamos el reclamo del cupo laboral trans. El 8M nos planta como colectivo simbólica y políticamente. El paro busca mostrar lo que está invisible.

Vicisitudes

– ¿Cómo te vinculaste con la problemática?

–El feminismo me encontró; yo no lo busqué. Y ocurrió mientras realizaba mi pasantía de la universidad en una organización civil especializada en discapacidad. Hicimos un radioteatro con niñas, niños y jóvenes. Allí me encontré con que cada vez que un varón expresaba algo referido a la sexualidad, había una especie de festejo, de tranquilidad. Sin embargo, cuando le ocurría a una mujer se armaba gran revuelo; inmediatamente saltaban las alarmas institucionales, como si fuera algo que hay que controlar, que había que estar mirando con cuidado. Esa pregunta -¿por qué se disparaban las alarmas respecto de la sexualidad de las mujeres?- impulsó mi investigación y mi tesis de grado. Todas estas preocupaciones me conectaron con el discurso feminista. Después fui a España a cursar un Doctorado en género en la Universidad de Valencia; y ahí terminé de enamorarme.

– ¿Cómo se manifiesta esta transformación en la vida cotidiana?

–A partir de que nos colocamos lo que las teóricas feministas llaman “las lentes violetas”, comenzamos a mirar el mundo con esa perspectiva. Así irremediablemente nos replanteamos la vida diaria: los juguetes que fortalecen los estereotipos de niñas y niños, los comentarios discriminatorios de colegas o amigos, y ciertos tratamientos de la prensa que supuran violencia de género y violencia trans. Y también en el interior de la propia vida afectiva, es inevitable empezar a ver las parejas, los encuentros emocionales, sexuales, y afectivos de otra manera. No estoy arrepentida porque se trata de liberación, igualdad de oportunidades y de derechos.

– ¿Qué tan complejo es ese proceso en el que la mujer cae en la cuenta de lo que vale?

–Las estructuras en las que fuimos criadas las personas no cambian de la noche a la mañana. Ahora, dentro de nuestras posibilidades tratamos de generar transformaciones. En principio tienen que ver con la vida personal, con un cambio en la forma de ver el mundo. Luego, a medida que eso va pasando ganamos y perdemos afectos, amistades y lazos familiares. En todo caso, se trata de ser auténticos, de vivir en armonía con uno respetando los demás.

Batalla cultural

A la hora acordada Lucy Grimalt se encontró con MIRADOR ENTRE RÍOS. Llegó con la sonrisa de siempre, luchadora y optimista, desbordante de energía. Hay marcas que son propias de su personalidad. Cuando se expresa es tan considerada hacia las opiniones de los otros como firme para sostener lo que argumenta.

Grimalt es parte del Programa Provincial de Salud Sexual y Reproductiva de Entre Ríos, que depende del Ministerio de Salud. “Yo creo que la batalla ganada tiene que ver con una batalla cultural. El año pasado con las manifestaciones y el debate sobre la legalización y despenalización del aborto se vio la incorporación de nuevas generaciones, ‘la revolución de las hijas’. Eso da cuenta de que hemos logrado un traspaso generacional como movimiento social y político. Y pasar las banderas a otra generación es absolutamente estratégico en la lucha por la dignificación de cualquier colectivo. Por eso mismo hoy podemos tener la seguridad de que más tarde o más temprano, en distintos campos de los derechos, la vida de las mujeres del futuro va a ser mejor que la nuestra. Me parece que de eso se trata: que la generación que nos sigue viva con dignidad.

– ¿Qué falta para ese día?

–Lo que nos falta lograr es una mayor conciencia social y política para que los
derechos realmente queden internalizados en la cultura de la sociedad. Se trata de un largo recorrido que tenemos que hacer como colectivo humano para lograr una mayor dignidad de las personas. Vivimos en una sociedad que de por sí es violenta. Pero, además, la misoginia hace que las mujeres estemos en extrema vulnerabilidad.

El hecho de que hoy en Argentina no esté legalizada la interrupción del embarazo tiene que ver con las violencias que sufrimos, en tanto cuerpos feminizados, seamos mujeres cisgénero, lesbianas o transgénero.

Es necesario visibilizar las feminidades que no son hegemónicas, y que no tienen la aceptación social. Me refiero a las lesbianas, las travestis, las transgénero, las transexuales, a quienes se les niega la dignidad. Tenemos que hablar mucho sobre esto, porque no podemos seguir ocultando que hay parte de la humanidad a la que le siguen negando su existencia.

Punto de partida

La necesidad de agruparse como forma de defensa ante la violencia machista, resultó un aglutinante fenomenal. “El 3 de junio de 2015 con la marcha Ni una menos se logró una masividad inédita. Es cierto que los encuentros nacionales de mujeres siempre fueron multitudinarios, pero la marcha de cuatro años atrás provocó una verdadera conmoción”.

–¿Qué valor tiene el paro y la marcha del 8M?

–Nuestra Constitución dice que el trabajo es un derecho en forma igualitaria tanto para los varones como para las mujeres en todas sus diversidades. Sin embargo esto no es así. Nuestra condición de mujer, de cuerpos feminizados, hace que estemos siempre varios escalones debajo. Las estadísticas no nos dejan mentir.

En ese contexto, el 8 de marzo no se constituye solamente para reivindicar y llamar la atención sobre los derechos de las mujeres trabajadoras. También servirá para plantear la situación de evidente desigualdad en que nos encontramos. El reclamo será acompañado por sectores sindicales y organizaciones sociales, vecinales, ONG’s y autoconvocados. Todas vamos a pedir por la falta de trabajo, por el trabajo no remunerado, y por la precarización laboral.

Uno de los ejes innegociables de este 8 de marzo es la situación laboral de las travestis, las transexuales y las transgénero. Ellas pertenecen a una parte de la población invisibilizada, a la que se les está negando cualquier tipo de trabajo, además de una justa remuneración.

Un compromiso legado

El feminismo en la vida de Lucy Grimalt fue llegando de a poco, desde los años 80, cuando los vientos de la experiencia la relacionaron con un grupo de mujeres que fueron sus guías. Reconoce, en ese sentido, la influencia de “verdaderas maestras” como Mabel Busaniche, Alicia Genolet, Mabel Carmen Lera, Nora Das Biaggio y Adriana Vallejo.

“Me emociona recordar esas épocas. Yo aprendí con ellas a respetar los tiempos de cada cual, a trabajar sobre la autoestima. Ellas me hicieron comprender que podía protegerme de los que me atacaban por pertenecer a otra cultura; lo que pasa a veces -cuando no tenemos desarrollados recursos reflexivos- es que las violencias del sistema patriarcal te acorralan, te arrinconan, te quieren dócil. La sororidad es plantarse frente a ese poder, construyendo otro poder más humano, colectivo”.

–Estar juntas es algo más que una metáfora…

–Es conmovedor ir de la mano de estas mujeres, al encuentro con otras, totalmente vulneradas, azotadas por la pobreza, donde la única esperanza es que su hija no repita la historia. Como digo, son importantes estas personas, que te van marcando. Y es valioso que en la calle compartiendo estas convicciones con las más jóvenes para que el futuro sea mejor.

Foja de servicios

Luciana Basso es docente en escuelas secundarias, donde trabaja desde la ESI. Es comunicadora social, e investigadora en las Facultades de Ciencias de la Educación y Trabajo Social de la UNER.

En FTS comparte equipo con Nora Das Biaggio, Gisela Firpo, y Alicia Genolet.

Junto a Nadia Ahumada, es autoridad de aplicación del protocolo de actuación contra la violencia sexista en UNER.
Participa en Acción Educativa, de la ciudad de Santa Fé. En un trabajo conjunto con esa ONG y la UTN de Paraná y Santa Fe coordina los Diplomados de Formación de género y derechos humanos.

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