Las paso, en el horizonte próximo

La crisis económica y social interviene en la campaña

A días de concurrir a las urnas, los contendientes comparten que las PASO son fundamentales para posicionar a los partidos o alianza y se muestran decididos a hacer un último esfuerzo. La discusión se produce en un contexto en el que el proyecto que encarna Mauricio Macri a nivel nacional pareciera despellejarse, lo que no alcanza a ser –en sí mismo- un factor suficiente para perder las elecciones.
08-04-2019 | 18:55 |

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Es imposible que la crisis económica nacional no se filtre en la campaña, aunque esté enfocada en la provincia.


Mirador Entre Ríos
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En cualquier orden es dificultoso anticipar escenarios; también en la política. Tan sólo unos meses atrás, cuando se resolvió desdoblar las elecciones en Entre Ríos, legisladores nacionales y provinciales, intendentes y concejales radicales y del PRO consideraban que la estrategia del oficialismo era evidente y merecedora de la crítica: para tener alguna posibilidad de reelección, el gobernador Gustavo Bordet debía desacoplar el vagón electoral de sus opositores comarcanos de la locomotora que representaba el sello Cambiemos a nivel nacional.

Hoy, la provincialización del debate les ha permitido esquivar al menos dialécticamente el ostentoso desbarrancamiento en la imagen pública de Mauricio Macri y de su gestión. La “marca” Cambiemos sigue generando mayor adhesión que los dirigentes que la sostienen, pero dejó de ser esa especie de conditio sine qua non para lograr un triunfo en las urnas.

Si se repasa se advertirá que Macri se sentó cómodo en una nube de credibilidad que se fue constituyendo con los vapores del kirchnerismo cuando empezó a hacer agua. Esta expresión política, por sus propios medios, dinamitó el edificio construido en base a políticas de restitución de derechos y le permitió acumular poder a sus adversarios.

Para levantar las hiladas, bien aconsejado, Macri se apoyó en dos certezas que estaban instaladas en el imaginario.

Por un lado, la intolerancia kirchnerista hacia quienes no estaban dispuestos a seguir sus instructivos, sus diagnósticos, sus estrategias, sus métodos y sus propuestas sin chistar, propia de una muy superada idea de que son pequeñas vanguardias las que guían el proceso y que al resto le corresponde aplaudir y asentir, hacer número.

Por el otro, la convicción de que el cambio de rol del Estado hacia uno más activo en materia de promoción de políticas sociales y de infraestructura había acuñado -en la contracara de las inversiones- filigranas de lo que comúnmente llamamos corrupción, certidumbre que se consolidaba con el notable e injustificado cambio de situación patrimonial no sólo de sus referentes principales, sino de varios exponentes de las segundas, terceras y cuartas líneas.

Para Macri, por entonces, un cambio de frecuencia que restituyera el diálogo y la transparencia nos pondrían en otro estadio y, desde allí, sería más que sencillo controlar la inflación, atacar las mafias, generar empleo digno y combatir la pobreza.

Pero resulta que también son pocos los que se sientan en la mesa de las decisiones nacionales. Sin ir más lejos, una legión de radicales se queja del lugar accesorio que tiene el centenario partido dentro de la alianza.

La irrupción del caso D’Alessio ventiló detalles de las puestas en escena de ciertos Juzgados Federales, en Buenos Aires, repentinamente comprometidos con el contralor interpoderes. A tres años vista, no se equivoca quien afirme que en esa zona patricia de la realidad que habitan jueces y fiscales hay mucho material filtrado a la prensa pero poco trabajo sustancioso en despachos y expedientes.

Decadencias

Puesto a gobernar, no hay una sola estadística que salga en defensa de la gestión Macri: cae el PBI (riqueza anual producida), la tasa de actividad en la industria, el comercio y el empleo registrado; pese a las subas escandalosas ya ocurridas hay un aumento implacable y sostenido de los servicios (luz eléctrica, gas, teléfono, alquileres, combustibles), mientras la inflación va al galope y las paritarias a la baja; el Estado nacional se ha retraído en perjuicio del país federal que, además ha recibido servicios transferidos, como en los 90s, sin financiamiento, y ha concentrado sus inversiones en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires, no en vano gobernadas por aliados de Macri. Salvo el que exporta, todo inversor que precise el mercado interno ha bajado las persianas o está pensándolo, si no tiene espaldas para resistir el trabajo a pérdida. Las economías regionales (salvo aquellas que operan en el mercado externo y, lamentablemente, tienen una participación mínima en la generación de mano de obra y distribuyen la renta entre muy pocos) están en graves problemas, dado que las políticas del gobierno han orientado el mercado financiero a la especulación de corto plazo.

Los 13 millones de argentinos (unas diez poblaciones de Entre Ríos) que no logran juntarse con los 27.500 pesos que se necesitan para no ser pobres no sólo son una afrenta para toda conciencia ciudadana sino que, además, resultan ser 2,7 millones más de los que eran en diciembre de 2017.
Juzgará el lector si se trata de que hemos tocado fondo y de que -tal como sostiene la gestión Macri-, redimensionados algunos factores estructurales, a futuro sólo queda una recuperación sólida y estable; o, por el contrario, estas postales son consecuencias de las propuestas políticas desarrolladas por el macrismo con un sentido preciso de su programa de gobierno.

Ahora, que en este contexto todavía el oficialismo nacional tenga posibilidad de alzarse con el triunfo es una marca de la consideración social sobre el peronismo. Pero, curiosamente, en ese colectivo no hay lugar para la autocrítica y hasta resulta curioso escuchar, leer y ver que unos cuantos referentes le critiquen a Cambiemos lo que eran sus prácticas frecuentes cuando estaban revestidos de poder y pensaban que ese estado sería eterno.

El candidato fantasma

El gobierno de Macri no sería posible sin Marcos Peña o Rogelio Frigerio; sin Gabriela Michetti o Patricia Bullrich y, desde un afuera-adentro, Elisa Carrió. Al resto, lo hace el equipo de marketing y la red de medios de comunicación aliados.

Curiosidades de la política, para el distrito Entre Ríos el ministro del Interior es como un candidato fantasma: no se encuentra su nombre en ninguna lista, pero hace campaña como si ocupara lugares claves. Tal vez juegue su prestigio en estos comicios, dada la influencia que ha ejercido – a veces con vigor y en otras con poco sofisticado rigor- en el armado de la propuesta electoral. Experiencia no le falta, puede argumentar el funcionario de Macri: con él al mando de la estrategia, estuvo a pocos votos de convertirse en Gobernador el actual senador nacional Alfredo De Ángelis, por el que muy pocos apostarían en condiciones normales.

Es cierto que aprovecha actos de gestión gubernamental para presentar en público a la fórmula Atilio Benedetti- Gustavo Hein. Y que el mismo provecho de las dobles condiciones sacan el intendente Sergio Varisco, el vicegobernador Adán Bahl, la ministra Laura Stratta y el gobernador Gustavo Bordet. No es ilegal, pero tampoco es lo adecuado y no hay por qué naturalizarlo.

El caso es que Cambiemos le deja a Frigerio la defensa del gobierno nacional (exalta logros y minimiza o ignora yerros, lo básico) y se centra en los problemas comarcanos. La campaña es tradicional: recorridas para fortalecer el territorio, apoyo en los intendentes exitosos, reuniones en pueblos y ciudades, visita a los medios de comunicación.

Vuelo rasante

De la mano de Benedetti, Cambiemos ha elegido la búsqueda del impacto, acaso para sacudir la modorra de un electorado indiferente: prometió bajar un 10% la luz e intervenir Vialidad, por ejemplo, medidas que, aisladas, sin un conjunto de políticas, no son más que eslóganes, lo que no significa que resulten ineficaces.

En el oficialismo, la agenda oficial y la partidaria se confunden: todas las oportunidades son propicias para recordar, como quien no quiere la cosa, que el mandatario o funcionario que esté haciendo uso de la palabra es a la vez precandidato en las elecciones del 14 de abril y el 9 dejunio, en una reedición del popular “hoy por ti, mañana por mí”.

Como parte de la estrategia de comunicación, el dirigente de Cambiemos que con sus críticas y propuestas quiera ocupar el centro del campo será recibido con la fría amabilidad de una ráfaga de disparos contrafácticos, lanzados desde lugares estratégicos, por dirigentes que harán las veces de francotiradores y que, en base a intervenciones que estilísticamente parecen salidas de un mismo teclado, indagarán en las trayectorias de los oponentes en busca de contradicciones, con las que intentarán minar su autoridad.

Mientras ese juego previsible acontece, a un observador le puede interesar tanto dilucidar qué impacto tienen estas y otras acciones sobre el electorado, como imaginar cómo harán los partidos no mayoritarios para acumular y romper el cerco de la invisibilidad a la que el sistema los somete. Esa historia está aún por verse.
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