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31-08-2018
Un viaje inolvidable

"Fue una de las mejores experiencias de mi vida"

"Fue una de las mejores experiencias de mi vida"
 Camila Kemerer, la paranaense que estuvo embarcada como invitada en la Fragata ARA Libertad durante tres meses. En una entrevista con Mirador Entre Ríos contó sus vivencias a bordo del buque escuela. Para la joven el condimento fue que compartió la navegación con su hermano Gerónimo, quien está a punto de graduarse de la Armada.


Tomás Rico | [email protected]

 

Una de las vivencias que quedarán para siempre en el recuerdo de la paranaense Camila Kemerer sin dudas que serán los tres meses a bordo de la Fragata ARA Libertad, un privilegio para pocos.

 

La oportunidad para la joven surgió, ya que cada año previo al viaje de instrucción, la Armada Argentina invita a una universidad del país y en esta oportunidad la Universidad Nacional del Litoral (UNL) fue convocada por primera vez para que postule a egresados a vivir una experiencia única y fue en esta convocatoria que la joven arquitecta, quien hizo carrera en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo UNL, fue elegida junto a la santafesina Ariana Pietrasanta, egresada como ingeniera química.

 

“Pude hacer de todo, no me privé de nada. Hasta me subí a los palos, al principio tenía mucho miedo pero después agarré confianza. Un día me subí con mi hermano a cazar la vela y para eso te tenes que acostar sobre el palo y quedas suspendido en el aire, aunque estaba con el arnés no pude y me quedé sentada”, contó entre risas Camila en una entrevista con Mirador Entre Ríos.

 

El viaje para la joven de 28 años comenzó el 23 de abril en Buenos Aires y finalizó el 26 de julio en Cartagena de Indias, la histórica ciudad colombiana. Como dato no menor, la experiencia para Camila fue particular, ya que compartió el viaje con su hermano Gerónimo, quien cumple funciones como Guardiamarina en Comisión, y al finalizar su periplo en el buque escuela egresará.

 

“Compartirlo con mi hermano fue muy especial, porque de alguna forma estaba en familia. Había días que estábamos todo el tiempo juntos, porque el buque está fragmentado en tres partes y yo estaba junto a él en el área de los guardiamarinas e invitados, por eso compartimos muchas cosas”, contó Camila y agregó: “Fue un regalo que tengo que agradecerle tanto a la UNL como a la Armada porque sinceramente me pusieron ahí para que sea un disfrute”.

 

Durante estos casi ocho meses de travesía, que demandan 46.300 kilómetros de navegación, la fragata Libertad recorre países de todo el continente americano: Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Perú, República Dominicana, Uruguay, Panamá, Puerto Rico y Estados Unidos.

 

Luego del viaje de Kemerer, ahora es el turno de Pietrasanta, quien amarrará entre otros puertos, en el de Baltimore, Estados Unidos y finalizará su periplo el 17 de noviembre en el Puerto Metropolitano de Buenos Aires.

 

Foto: Sergio Ruíz

 

 

El derrotero

 

Tras iniciar su 47° viaje de instrucción en Río de Janeiro y dejar atrás Montevideo, la Fragata Libertad amarró en el puerto de Buenos Aires y ahí Camila empezó a vivir “una de las mejores experiencias de mi vida y algo irrepetible”, como la calificó.

 

Su primer destino fue Ushuaia. “Fue una navegación de 12 días y la más difícil porque fue el tramo donde el barco más se movió. Me costó mucho adaptarme al movimiento y tuve varias descomposturas, ya que nunca había navegado en un velero de estas características”, indicó. Empero, pudo superar de a poco esta indisposición, que según la paranaense, resurgía sobre todo en los primeros momentos luego de abandonar tierra firme para regresar al mar abierto.

 

Una de las inquietudes de la joven antes de embarcarse era el tema de la comunicación y de estar “desconectada” de la cotidianeidad de la tecnología. “Obviamente no había wifi ni andaba el celular, pero teníamos internet satelital y podíamos mandar mails tres veces al día, uno a la mañana, otro a la tarde y el último a la noche. Había que respetar una cierta cantidad de caracteres y no se podían mandar fotos, solo texto. Eso me sirvió un montón para hablar con mi familia sobre todo en las navegaciones de 15 días, ya que era la única forma de estar en comunicación”, explicó.

 

Después de Ushuaia, el derrotero continuó hacia Chile, “estuvimos casi un mes y visitamos cuatro puertos (Punta Arenas, Talcahuano, Valparaíso y Antofagasta), ya que la regata era organizada por este país porque este año la Armada cumple 200 años y tuvimos muchas ceremonias y cuestiones protocolares”, indicó.

 

Luego, el recorrido siguió hasta el Callao en Perú, pero Camila explicó que al ser una ciudad puramente portuaria, “era muy peligrosa y nos pusieron colectivos para que podamos ir hasta Lima”. El viaje continuó su curso hacia Guayaquil en Ecuador, después a Balboa (Panamá). “Ahí cruzamos el Puente de las Américas y para seguir hacia Cartagena cruzamos el Canal de Panamá, una navegación de 10 horas, pero vivir eso fue increíble y muy lindo”, recordó la paranaense. 

 

 

 

— ¿Cómo era tu día a día?

 

—Hacía lo mismo que los guardiamarinas, me despertaba con el ‘toque de diana’ a las 7 de la mañana, desayunaba y a las 8.15 teníamos la formación en cubierta. Ahí mismo se izaba el pabellón y nos leían la ODA (orden diaria de actividades), y enseguida se ocupaban los puestos de trabajo. De 8.30 a 11.15 era el primer turno, luego había un descanso, y de 15 a 17.30 otra vez a trabajar.

 

A la noche dormíamos en sollados (nombre que se le da a una cubierta inferior del barco destinado al dormitorio) que eran muy amplios, y en el de las mujeres nos sobraba espacio ya que éramos 20, entre invitadas y guardiamarinas. Cuando se subían visitantes de otras fragatas se sorprendían de lo amplio que eran los ambientes del barco argentino. A mi también me tocó visitar otros buques, pude conocer el de Perú, España, Chile y México, como soy arquitecta me fijaba en todos los detalles y ninguno tenía las comodidades de la Fragata Libertad.

 

— ¿En qué consistía tu trabajo?

 

—Estábamos divididos en dos grupos, yo estaba en el de babor y me tocaba la parte de cargos, esto incluía el material naval, armamento, auxiliares, máquinas o comunicaciones. Todos los guardiamarinas tienen que ir pasando por cada uno de esos puestos para ir aprendiendo cada oficio. Estuve un mes y medio en cargos y después pasé a estar en estudios, ahí tenía que ir a clases y cursé Derecho Público Internacional y Planeamiento Naval, esta última era muy técnica. Estas tareas se van rotando cada dos meses.

 

— ¿Cómo se preparaban antes de anclar en los diferentes puertos?

 

—Días antes de llegar a cada puerto teníamos que preparar la presentación del buque para que todo brillara y estuviera impecable. Cada vez que ingresábamos a un puerto era una fiesta y también los tres o cuatro días que pasábamos en cada uno de ellos, porque estaba lleno de gente y todos los ciudadanos se movilizaban para poder conocer de cerca cada embarcación.

 

— ¿Qué hacías en tierra firme?

 

—Desde el lugar que me tocó fue muy divertido porque no tenía muchas responsabilidades, tenía total libertad cuando estábamos amarrados, solo tenía que estar presente en la formación de las 8.15 dando el parte, por eso podía recorrer e ir a la playa, por ejemplo. Al igual que los demás invitados estaba exenta de todo tipo de comisiones, pero por lo general cada vez que llegábamos a un puerto participaba de algunas actividades, desde una ofrenda floral hasta una visita a alguna escuela naval.

 

— ¿Sentiste miedo en algún momento del viaje?

 

— No, porque la Fragata Libertad es muy segura, todo lo que tiene la Armada lo dispone para este barco y mientras el buque no navega vuelve a Puerto Belgrano y le hacen refacciones. Además todos los días hacíamos prácticas de lucha contra incendios o de evacuación y de tanto practicarlo ya me sabía todos los pasos. Otros barcos sufrieron averías, a uno se le cayó el mascarón de proa.

 

En sí, nunca tuve miedo, lo que sí me costó horrores fue el tema del movimiento, así que empecé a tomar biodramina (medicación para los mareos). En un momento el buque se movía muchísimo por el viento y las olas subían hasta cubierta, sobre todo cada vez que salíamos a mar abierto, tanto al Atlántico, Pacífico o al Mar Caribe ahí se ponía bravo.

 

— ¿Hacían algo especial para hacer llevaderas las largas horas arriba del barco?

 

—Sí, había eventos de camaraderías, una vez hicimos una hamburgueseada en la cubierta y esas cosas servían para poder tener una linda convivencia.

 

— ¿Cuál fue el lugar que más te gustó?

 

—El mejor puerto fue el de Ushuaia, me gustó muchísimo. También porque fue el primero y era mucha la emoción para llegar ahí, ya que tuvimos 12 días desde Buenos Aires.

 

— ¿Y las actividades que más disfrutaste?

 

—Me tocó tres veces salir a hacer maniobras en los botes semirigidos y una de las veces me dieron el timón y me tocó amarrarlo al buque. Otra de las cosas lindas fue la llegada al último puerto cuando me dejaron estar en el bauprés de proa, y ese día estuve vestida como marinera.

 

— ¿Le diste algún consejo a Ariana?

 

—Estuvimos dos días juntas y pude comentarle cómo es el día a día. Solamente le dije que disfrute y que no tenga miedo de nada porque es súper seguro.

 

“Pude hacer de todo, no me privé de nada. Hasta me subí a los palos, al principio tenía mucho miedo pero después agarré confianza”, destacó la arquitecta egresada de la Universidad Nacional del Litoral.

 

 

La tripulación

 

La tripulación tiene como capitán a Carlos Gabriel Funes, está compuesta por 26 oficiales, 76 guardiamarinas en comisión, de los cuales 11 son mujeres, y 192 suboficiales. Además, contará con alrededor de 40 civiles, entre ellos sacerdotes, médicos, psicólogos, algunos estudiantes del Liceo Militar y las egresadas de la UNL.

 

Características

 

La Fragata Libertad tiene una eslora de 104 metros. Es una fragata de tres palos (trinquete, mayor y mesana) y bauprés. Los palos son de aceros y están formados por macho y mastelero.

 

El velamen está compuesto por 27 velas con una superficie de 2650 metros, así distribuidas: 11 velas cuchillas y una cangreja en el palo mesana con botavara metálica. De las velas cuchillas, cinco son foques, tres estays del palo mayor y tres estays de mesana. El resto de las velas, es decir 15, son cuadras, distribuidas en cinco palos.

 

La joven paranaense pudo compartir su experiencia con su hermano Gerónimo, quien es Guardiamarina en Comisión y navega con el objetivo de graduarse de la Armada.

 

 

Historia

 

Tras concluirse la construcción del navío en mayo de 1963, el primer viaje de instrucción se dio ese mismo año entre junio y diciembre. Entre los hitos que más se destacan en los 55 años de historia del buque Escuela, en 1966 obtuvo el récord en el cruce a vela del Atlántico Norte, luego de navegarlo desde el Cabo Race (Canadá) hasta la línea de Dublin/Liverpool, en una travesía de 2.058 millas náuticas (3.800 kilómetros) en 8 días y 12 horas.

 

En 1976 y 1989, el velero participó del bicentenario de la independencia de Estados Unidos y de los 200 años de la Revolución Francesa.

 

La fragata, que en 2001 fue nombrada “nave embajadora”, embarcó por primera vez a cadetes mujeres en 2007. Además, fue parte de los festejos del bicentenario de la Revolución de Mayo (2010) y de la Independencia de Argentina (2016). 



 



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