Leonel Giacometto

“La señorita Meri me enseñó desde chiquito que la religión también engendra delincuentes”

El rosarino Leonel Giacometto sonríe en la foto de las celebridades que se alzaron con los premios ACE, aunque en esta provincia nadie parece enterado. Él y su obra, Monte Chingolo, tenían cuatro nominaciones, de las que ganó dos y se convirtió así en una de las revelaciones. La de él es la historia de un provocador irreverente.
10-12-2018 | 13:12 |

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Talento en estado puro. Prolífico, multipremiado, irreverente, el rosarino Leonel Giacometto ahora se quedó con el ACE a mejor autor, por su obra Monte Chingolo. Foto: Gentileza: Pablo Robleda.


Alejandra Rey
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Las obras de Leonel Giacometto no tienen fronteras. Ni fisuras. Tampoco paz. El público de España, El Salvador, México, los Estados Unidos, Polonia, Costa Rica y Venezuela han delirado con sus puestas y el “negrito puto del Fonavi” -como supo describirse- se cansa de ganar premios, como el ACE a mejor autor por Monte Chingolo.

Baltasara Editora publicó con enorme éxito uno de sus libros más brillantes, La mala fe, y otras obras y sus críticas pueden leerse con asiduidad en estas páginas. Y, sin embargo, Rosario en particular -ciudad que lo vio nacer en 1976- y Santa Fe en general, no lo tienen entre sus hijos pródigos. El por qué es un misterio, pero sus allegados no descartan una cierta discriminación y olvido producto de su atávica incorrección.

— Contanos qué es Monte Chingolo, obra con la que vos ganaste el ACE y Alejandro Viola como director.

— El actor y director Alejandro Viola quería trabajar sobre recuerdos de su infancia en la ciudad de Monte Chingolo. Se lo comentó a Helena Tritek, la gran directora, quien le sugirió mi nombre para trabajar la dramaturgia. Siempre estoy agradecido a la gente como Helena, que te recomienda sin trabas. No abundan. Alejandro me llamó y en una gira a Rosario, en 2016, nos juntamos por primera vez en el bar La Sede, donde nos mataron con el precio de una pizza, pero ahí pergeñamos lo que dos años después se estrenó, con las actuaciones de Sandra Grandinetti, Junior Pisanú, y Elvira Massa. Alejandro dirigió y participó de la dramaturgia a partir de una estructura y texto original. Corregimos mucho, pero mucho, hasta la versión final. Además de nuestros ACE, Junior Pisanú ganó revelación en los premios Luisa Vehil.

— Esa es la gloria, contame el drama.
— Es 1975. Latinoamérica. Crisis económica y social. Argentina. El gobierno es de María Estela Martínez viuda del General Perón. Devaluación, inflación, violencia. Hay una firme amenaza de golpe de Estado. 23 de diciembre. Monte Chingolo, provincia de Buenos Aires. Vísperas de Nochebuena. Casa de barrio. Dos hermanas se aprontan para los festejos. A pocas cuadras, en el batallón militar, un grupo guerrillero intenta el robo de varias toneladas de armas. Delaciones y el enfrentamiento con el ejército argentino. Caos, sangre, muerte. En medio de la noche, un joven militante cae, escapado y herido, al patio de esas hermanas. El humanismo se enfrenta a lo ideológico. El idealismo, la vida de todos, la militancia, la educación, el amor, la patria, la violencia, y muerte, la metáfora que aun continuamos buscando sobre nuestra identidad. El presente como desarraigo, la historia como revisión desde el teatro como manera, inocente tal vez, para reencontrarnos con aciertos y errores, pero jamás con amnesia. ¿El pueblo es artífice de su destino? Ésa es la síntesis de Monte Chingolo.

— Te debe haber impresionado mucho porque vos no sos contemporáneo al hecho...
— Alejandro era un nene y yo no existía, pero los nombres de las hermanas protagonistas son los de dos personas de mi pasado. Una, maestra, que me alentó y me ensañó a leer a los seis, siete u ocho años. La mina era carnera, nos hacía ir los días de paros a la escuela Carrasco de Rosario, que es una escuela modelo. Pero esta carnera, Amalia, me regaló un libro a los siete años (no voy a decir cuál porque los prejuicios son tremendos, y uno por suerte va tapando unos con otros, y los hace arte o escritura. Otros no). Nadie, pero nadie, a esa edad, me había hecho un regalo así. La educación pública temprana es una gema, hay que saber eso. Desde los padres a los docentes mismos deberían saberlo, bah, qué sé yo. Me enseñó a querer ser escritor una carnera de lentes culo de botella, a la que aún tengo presente. La otra, Meri, -le cambié el nombre, porque es familiar y, siendo cabeza de Caritas, se mandó un desfalco- me enseñó desde chiquito que la religión también engendra delincuentes. El teatro definitivamente encontró mi dramaturgia en esas cosas tan ambiguas desde el vamos en mí. Alejandro Viola le aportó al texto la materialidad escénica de un director preocupadísimo en el peso sólido de una actuación con el conjuro de las palabras, ahí, en el escenario, hecha carne, la de los actores, con los que lloré apenas los vi actuar. Yo tenía mucho prejuicio con el tema “guerrilla” en el teatro, y cómo mierda sería un chico de 23 años, herido, del ERP, escapado de una masacre anunciada, con una mochilita llena de granadas, cayendo en el patio de dos hermanas, una enfermera jubilada, la otra docente esperando la jubilación, la noche previa a Navidad, justo la semana que en la tele terminaba tan violenta y sangrientamente “Piel naranja”, la telenovela de Alberto Migré. Y sólo me dispuse a romper de mi propio prejuicio de escribir una obra tan sensible, sobre un tema tan espinoso, que pudiera llorar de emoción e impotencia desde que empieza hasta que termina.

— ¿Te pasó con otras obras?
— Lo mismo hice con “Madagascar” y “Todos los judíos fuera de Europa” en 2007. Y, en otro sentido, con Ricky Pashkus y la oportunidad de escribir un musical. Escribí las canciones con Nico Cota, que es lo más, y me tuvo mucha paciencia. Sólo así podemos escribir libres, saltando la última muralla de los prejuicios de la vanguardia, y acceder a la escritura auténtica, flojitos de cuerpo y cabeza, la que te patean por un lado y te alaban por el otro. Algo de eso me pasa viviendo y escribiendo en y desde Rosario.

— ¿Por qué?
— Hay cuestiones que cada uno maneja como puede; pero algunos otros siempre la manejan mejor que uno. No hablo de más: hablo, simplemente. Y escribo. Dirijo sólo espectáculos venidos del encuentro con actores: no dirijo textos míos escritos anteriormente, ni de otros: es otro tipo de dramaturgia que puedo hacer con los actores, es otra forma de aprender y hacer teatro viniendo desde donde vengo.

— ¿Podés vivir de esto?
— Me sale poco laburo de escritura o está muy mal pago. Aun así vivo de esto, ponele. Con los derechos de autor de Argentores (lugar tremendo con una ambigua mala fama teatral según la provincia) y colaboraciones en diarios, como este.

—¿Rosario es una plaza importante para el teatro?
—Rosario es esquiva cuando pisás el charquito del ¿por decir?, establishment teatral. Politiqueramente es como en todos lados, ambos lados. No doy clases, solo algunas leves clases extracurriculares en las escuelas de teatro. Soy perito mercantil de título, hice un somero taller de dramaturgia el siglo pasado con un bronce que me defraudó, pero afortunadamente Hebe Uhart me esperaba con galletitas Ópera, Coca y Marlboro lights. Así que no hice más talleres de dramaturgia y me dediqué a escribir narrativa al tiempo de seguir escribiendo teatro. Me presenté y me presento a concursos, fundamentalmente, por la plata y el aliento de seguir. Soy pajero y vergonzoso para presentarme en editoriales. Desaparecí dos años.

— ¿Por qué?
— Porque tenía ganas. Y reaparecí en 2014. De vez en cuando tengo hambre de muchas cosas. Gula, a veces. Pero siempre termino en el chino comprando fideos baratos.

Obras y distinciones

Leonel Giacometto tiene galardones inolvidables.
2015: Presentó “La mala fe” (Lorena Vega, Walter Bruno y Tamara Garzón Zanca, con dirección de Alejandro Ullua) Cultural San Martín, CABA.
2016: “Hombre viajando en taxi” (Elías Viñoles, Cristian Sancho, Nahuel Mutti, Martín Urbaneja, y elenco, con dirección de Ricky Pashkus, coreos de Facundo Mazzei y música de Nico Cota) Cultural San Martín, CABA.
2017: “Esta casa” (Mayra Sánchez con dirección de Miguel Bosco) La peruta, Rosario.
2017: “Desmonte” (Alexis Muiños y Juan Manuel Medina, con dramaturgia y dirección mía). Primera producción en el país del Teatro Cervantes fuera de CABA. IDAE, Rosario.
2017 / 2018: “Ella puede sola” (Lili Popovich, Nicolás Asprella, Luciana Casutti con dirección de Grace Pereyra). Método Kairós, CABA.
2017: “Sanagasta” (María Heredia y elenco con dirección de Víctor Torres). Comedia de la provincia de La Rioja. Ganadora fiesta nacional del teatro.
2017 / 2018: “Bowen” (Daniela Ferrari y Esteban Argonz con dirección de Julia Lavatelli). Unicen, Tandil (2018, gira por México).
Se hicieron versiones de “Arritmia” en muchas ciudades de Argentina, más una versión en Uruguay y Brasil. También versiones de “El difuntitio” en Entre Ríos y otras ciudades; y otras versiones de “Despropósito”.
En 2019, en Rosario, con dirección y dramaturgia del propio Leonel Giacometto, se estrena “Ensamble”, con las actuaciones de Alexis Muiños, Andrés Pellegrino y Sofía Ormaechea. También, en 2019, en Rosario, con dirección de Gustavo Maffei y las actuaciones de Lorena Salvaggio, María Eugenia Ledesma y Diego Bollero, “Pecados devorados”.



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