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A la hora de referirse a modelos de desarrollo, es común aludir a la necesidad de que exista una relación vigorosa entre los términos de un tridente conformado por el sector público, el sector privado y el sector científico tecnológico, del que la universidad forma parte. Pero esto que parece tan sencillo de expresar es muy difícil de ser llevado a la práctica: problemas estructurales, miradas recelosas de los actores, dificultades económicas, articulaciones que lleva mucho tiempo consolidar son factores que complejizan los procesos, sin duda.
Lo que está claro es que cuando encuentran una frecuencia para producir sinergia las empresas, los gobiernos y las universidades el conjunto se beneficia. El camino que permita arribar a esos escenarios reclama en general pasos cortos, pero se deben dar con decisión.
“Al inicio de la gestión modificamos la orgánica y la Unidad de Vinculación Tecnológica pasó a estar integrada a la Secretaría de Ciencia y Técnica que tengo el honor de gestionar. La idea es que la interrelación entre el sector público, el sector privado y el sistema de ciencia y tecnología sea lo más dinámica posible”, señala el secretario de Ciencia y Técnica de la UNER, Gabriel Gentiletti. “El fin primero es proveer un mejor servicio para la sociedad”, definió, antes de subrayar que “hay que tener en cuenta que las universidades, el sector productivo y las empresas privadas suelen responder a culturas bien diferenciadas”.
–¿Qué tipo de diferencias?
–La noción del tiempo, las modalidades de trabajo y hasta cómo llamamos a las cosas, son tres de las gravitantes. Ahí es donde las personas que se desempeñan en la UVT adquieren una importancia notable para poder resolver cómo actuamos ante la demanda de un actor del medio que no conoce la estructura y la dinámica universitaria. Es un desafío importante poder dialogar con ese sujeto y cómo lo articulamos con las capacidades nuestras. Eso no es simple, es todo un tema y día a día lo vamos construyendo.
Trabajo conjunto
–¿Cómo caracteriza la experiencia de los investigadores e innovadores de la universidad y de los representantes de las empresas que entran en interacción?
–Normalmente, los dos mundos se prejuician entre sí: en las empresas sostienen que en la universidad somos muy lentos porque no obtienen respuestas nuestras en los tiempos que ellos requieren; y desde la universidad solemos pensar que todo lo que hace una empresa es por mero sentido del lucro y no valoramos otras dimensiones puestas en juego. Algo parecido sucede si incorporamos al Estado, ONGs o fundaciones que tienen su propia lógica. De manera que apenas nos relajamos y empezamos a dar los pasos de a uno descubrimos que podemos trabajar juntos y que, además, nuestras diferencias no entorpecen sino que enriquecen el vínculo.
Está claro que la UVT debe tener un amplio conocimiento de nuestras capacidades internas para tener esclarecidos qué equipos están trabajando en determinada área.
Por otro lado, no se trata sólo de compartir conocimientos o aplicaciones de la llamada técnica dura: la vinculación tecnológica alcanza naturalmente a las sociales y humanísticas. Pensemos en los sistemas de organización, en el trabajo con cooperativas, capacitaciones específicas. Hay mucho para hacer ahí.
–En situaciones reales, en muchos casos es difícil determinar los límites de una y otra tradición…
–Estoy pensando en un Proyecto de desarrollo tecnológico social en el que interviene un equipo de Ingeniería y otro de Sociales. Ese trabajo tiene financiamiento del Instituto Nacional de Cáncer y lo compartimos con una investigadora del Instituto Gino Germani, de la UBA, que está interesada en cómo los dispositivos técnicos de salud en materia de prevención fallan por imperio de los contextos sociales y medioambientales en el que las personas viven. Ejemplos como estos abundan: cada día es más claro, la interdisciplina es fundamental.
Vínculos
–¿Cómo se produce la interrelación entre el sector público, el sector privado y el sector científico-tecnológico, en particular de la UNER?
–Desde el año pasado tenemos varios ejes de trabajo que intentan dinamizar esas relaciones. La primera es la ya comentada integración de las UVT a Ciencia y Técnica, que se agrega a una que ya venía siendo desarrollada en UNER: el programa de Proyectos de Desarrollo Tecnológico y Social, que responde a una lógica según la cual unos comités evalúan cada propuesta y un banco nacional que los acredita. La idea es que la producción de un investigador de cualquier disciplina pueda ser reconocido no sólo porque ha publicado un paper sino porque ha logrado este reconocimiento institucional para un proyecto científico-tecnológico que se aplica y que tiene un impacto social.
El PDTS tiene una regla de juego según la cual debe haber un demandante y un adoptante, externo a la universidad. Entonces, a diferencia de lo que pasa con las publicaciones o los papers donde nos evaluamos entre pares, en los PDTS aparece un actor nuevo, que es el medio, que es quien define si eso que se propone efectivamente le es de utilidad. De hecho hay pautas sobre cómo plantearlo, cómo hacer el seguimiento y cómo evaluarlo. Y los fondos pueden provenir de diversas fuentes.
Cuando arrancamos la gestión, en 2018, la UNER ya tenía definida una convocatoria para proyectos con financiamiento propio. La idea en aquel momento fue inducir a que nuestros investigadores se involucren, conozcan la herramienta y vean si lo que venían haciendo no era ya un PDTS, que podría se reconocido en dicho banco nacional. El caso es que, entonces, contamos ya con doce PDTS de la universidad, que están anclados en demandas de municipios. Bueno, la liberación y el control de fondos la canalizamos desde Vinculación Tecnológica. Eso implica que los vinculadores deben conocer qué ofrecemos, qué nos están demandando y, en consecuencia, facilitar desde ahí que se consolide este proceso de articulación con el medio.
–Un proyecto evaluado desde el Puerto de Buenos Aires y desde una lógica más entrerriana, ¿puede dar el mismo resultado? ¿O las perspectivas son diferentes?
–Me ha tocado en Buenos Aires defender proyectos que hacemos en Entre Ríos y tener que esforzarme ante el organismo financiador para que se perciban algunas diferencias fundamentales. Hay particularidades que inciden y realidades que en otros lados son inimaginables.
Además, en el territorio las dinámicas que llevan a la articulación son muchas y variadas, tanto como las fuentes de financiamiento. Lo importante es que logremos favorecer ese acercamiento, no importa de qué manera o en qué dirección se produzca
Uno de los mayores malentendidos es que el conocimiento se produce de manera lineal; que en la universidad está el total de saberes y que lo que hacemos es transferirlo graciosamente a algún sector determinado. Romper ese imaginaio es lo que nos lleva impulsar el trabajo junto con adoptantes y demandantes: aprendemos de ellos, nos apropiamos de información que acaso no esté en el laboratorio o en el equipo de investigación y comunicamos a la par: la articulación genera conocimiento, mientras se produce una transferencia. Pues bien, esa complejidad infinita demanda que trabajemos en equipo, con metas claras, que institucionalmente se reconozca el aporte de los investigadores al participar para que exista el incentivo a futuro y que, además, aquello que se tramite sea de utilidad para el demandante.
Articulaciones –Describía recién que hay una docena de Proyectos de Desarrollo Tecnológico y Social con municipios, ¿todos se circunscriben a la relación con el sector público?
–Inicialmente, esa fue la línea de trabajo de una experiencia exitosa para la UNER como los proyectos de extensión que llamamos 20/100.
–¿20/100?
–El Programa 20/100 es una propuesta de “Desarrollo Territorial”, mediante el cual la Universidad Nacional de Entre Ríos, buscó y propuso generar presencia activa y acciones comunitarias en localidades del territorio provincial, en donde no existen carreras propias.
Ese programa incluyó la posibilidad de realizar jornadas de capacitación, asesoramiento técnico, fortalecer políticas de salud, educación, etc., a través de la presencia activa de grupos de trabajo integrados tanto por docentes como por estudiantes en su comunidad, sobre la base de necesidades y demandas definidas por el municipio.
La lógica era la misma: en lugar de ir con un proyecto ya definido, la UNER le preguntaba a los municipios qué necesitaban y veíamos qué podríamos aportar. Luego, analizábamos qué equipo de cuál facultad estaba trabajando esos temas e íbamos construyendo la experiencia hasta que las acciones se materializaban.
A esos proyectos de extensión los complejizamos aún más y los convertimos en los PDTS de los que hablábamos, para lo cual las secretarías de Extensión y de Ciencia y Técnica necesitamos trabajar juntas. Recuerdo que para las evaluaciones convocamos a especialistas de una y otra incumbencia. Fue una experiencia muy buena, también porque las secretarías mismas a veces se atomizan y operamos, sin querer, en celdas separadas.
–¿Estas situaciones pueden replicarse con el sector privado?
–Totalmente. El paso siguiente es que tengamos programas propios para cualquier tipo de demandante o adoptante: el Estado, las empresas privadas y públicas, las cooperativas, las ONGs.
Eslabones
–¿Qué vinculación tienen estas iniciativas con proyectos tales como los parques tecnológicos o las incubadoras de empresas?
–Son engranajes de un mismo mecanismo. Hemos hecho varias visitas ya al Polo Tecnológico del Litoral que funciona, articuladamente entre el Conicet y la UNL, en el predio de El Pozo. La idea es sacar provecho de la experiencia que viene teniendo lugar en Santa Fe.
Ahora, acaban de poner en marcha la Aceleradora Litoral Centro, una polea más del sistema de innovación, ciencia, tecnología y producción. Con ellos estamos tratando de replicar, aprender, hacer y articular desde Entre Ríos.
–¿Articular, también?
–La cantidad de investigadores per cápita que tenemos en Entre Ríos no es buena. Hace dos años éramos la segunda peor provincia en esa materia. Hay además muy pocas PyMEs per cápita, es decir, nuestros índices en estos renglones no son buenos; mucho más si los comparamos con las provincias de la Región Centro, que son nada menos que Córdoba y Santa Fe. El desafío allí es enorme. Y para poner en marcha dispositivos que cambien esas realidades hay que usar de todo: club de emprendedores, emprendedorismo, parques tecnológicos.
En ese sentido, estamos formando un distrito de innovación tecnológica en Paraná, y particularmente en Oro Verde, dada allí la existencia de un conglomerado sumamente potente: Universidades, Centro de Medicina Nuclear, INTA entre otras instituciones, y el municipio de Oro Verde con una vida estudiantil muy intensa. Nuestra idea es iniciar una experiencia en conjunto con otros actores como el Polo Tecnológico del Paraná, gobiernos municipales y provinciales, y luego intentar reproducir esa experiencia en otros puntos de Entre Ríos.
–Habló de firmar convenios con la Aceleradora Litoral Centro…
–Sí, la intención es que trabaje con empresas entrerrianas y que la UNER sea mediadora o facilitadora de esos proyectos.
Potenciar
–¿Cómo se vincula la UNER con el Conicet?
–A propósito de este contexto en el que nos faltan operadores del sistema científico tecnológico, es decir, investigadores e innovadores, en 2012 había un único instituto de investigación en todo Entre Ríos, en Diamante. Dependía directamente de Buenos Aires, por lo que la interconexión con Entre Ríos era muy compleja. Ese Instituto tienea hora articulación con la Uader y la provincia y hoy es de triple dependencia, el Centro de Investigación Científica y Transferencia Tecnológica a la Producción (CICyTTP).
En paralelo, en 2012, UNER firmó un convenio con Conicet que, al igual que en otras provincias, intentó fortalecer su presencia en Entre Ríos. Lo conformado aquí se llamó CITER (Centro de Investigaciones Y Transferencia de Entre Ríos), con objetivos claros: aumentar la masa crítica de investigadores, arraigarlos en las facultades y desde ahí constituir institutos de doble dependencia.
–¿Y cómo marcha ese proyecto?
–Tenemos dos institutos ya constituidos. Uno es el Instituto de Investigación y Desarrollo de Bioinformática y Bioingeniería (IBB), que está radicado particularmente en Oro Verde. El otro es el Instituto de Estudios Sociales (InES), que articulan las tres facultades de Paraná: Trabajo Social, Ciencias de la Educación y Ciencias Económicas. De manera que el crecimiento del que hablábamos empezó a darse.
En paralelo, ya está aprobado por el Directorio del CONICET un nuevo instituto, que gestionarán en conjunto la Facultad de Bromatología y la Facultad de Ciencias de la Alimentación: el Instituto de Ciencias y Tecnología de la Alimentación de Entre Ríos (ICTAER). El mismo, en el marco del Convenio, debe ser también aprobado por el Consejo Superior de la UNER, lo cual estará a consideración de este cuerpo en la próxima reunión, el 16 de mayo del corriente.
Tenemos además el proyecto de un cuarto instituto, del que participaría la Facultad de Ciencias Agropecuarias, el INTA y el Conicet.
Podemos agregar que, pese a las restricciones presupuestarias, la UNER logró el ingreso de diez investigadores al Conicet, que es un valor muy importante. Como se ve, ladrillo a ladrillo, vamos levantando los cimientos.
Sabemos que hay mucho por hacer: Santa Fe tiene unos 14 institutos de doble dependencia y el Centro Científico Tecnológico del Litoral. A medida que nuestros institutos van siendo creados dependen de allá, porque es el centro regional más cercano. Nuestra expectativa, en función de conversaciones mantenidas con el Conicet, es que cuando UNER tenga cuatro institutos operativos, sumado al CICyTTP de Diamante, empecemos a ver cómo crear un CCT para Entre Ríos.
Quiero destacar este rol de la universidad porque, en poco tiempo, pasaremos de tener un único instituto de triple dependencia en la provincia a contar con probablemente cinco. Esto impacta directamente en el desarrollo de Entre Ríos, por eso insistimos tanto en que juntos con las autoridades provinciales, municipales, otras universidades y organismos debemos estar sentados a una misma mesa, potenciándonos y para gestionar de manera conjunta que el “Puerto de Buenos Aires” financie los proyectos que nos permitan revertir el presente.
La planificación
–¿Cómo se integra este trabajo que se vienen dando entre Vinculación tecnológica y Ciencia y Técnica con el proceso de planificación estratégica que está realizando la UNER?
–Definimos dos dimensiones. A una le llamamos planificación operativa, atravesada por nuestra agenda del corto plazo; la otra es la planificación de la UNER planteada para el mediano y largo plazo y en la que debemos confluir, naturalmente. Para acompasar un diseño con otro se va reuniendo periódicamente nuestro equipo de planificación.
Creemos que debemos seguir haciendo cosas mientras planeamos lo que viene. En ese contexto hemos iniciado un proceso de autoevaluación, cuyas devoluciones son sumamente ricas para trabajar en distintos aspectos.