Ceferino Azambuyo
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Esos silencios crecieron en voces que se sumaron en su alma tan ansiosa de justicia y creció en lucha desde las penumbras de los silenciados y se transformó en poemas. Rosa Albariño (Rosita) comenzó el camino de la reconstrucción del ADN Charrúa ante la negación porque la realidad es que en Entre Ríos, siempre se ninguneó la existencia de los descendientes de Pueblos Originarios hasta buena parte del siglo XX.
El contenido de algunos libros caracterizaba como bárbaros a nuestros hermanos por el solo hecho de no practicar la religión venida de lejos, y seguir su propia espiritualidad y esas citas que trataban de explicar que “el problema del indio se terminó en el siglo XIX”, generaban falsa conciencia entre los niños de las escuelas.
En homenaje a Rosa Albariño se instituyó el 17 de marzo como el Día de la mujer originaria de Entre Ríos y surgió de un proyecto presentado en el senado juvenil, en el año 2012, por alumnos de la Escuela Secundaria Nº4 “Entrerrianía” de Villa San Marcial, Concepción del Uruguay.
Rosa Albariño era frontal y decía que ante la decisión de exterminio total a mediados del siglo XIX su pueblo no se entregó dócilmente y el final fue la muerte: para los varones desde los 12 años, cacería y degüello. A los menores de 12 años se los castraba. Mujeres y niñas eran regaladas a estancieros, militares, puesteros y ciudadanos en general como botín de guerra, sus niños sacrificados o mutilados, sus esposos asesinados o literalmente esclavizados. “Pero estas mujeres resistieron como guardianas de su cultura, y de su transmisión de generación en generación”.
El testimonio de esta férrea luchadora y descendiente del pueblo Charrúa de la ciudad de Villaguay, permitió la difusión del valor de las culturas originarias en medios gráficos, radiales y televisivos, además su obra literaria es trabajada en Universidades e Instituciones de América.
Artista cabal
Nacida en Villaguay, en la década del 50', Albariño fue una docente muy comprometida con su tiempo. Ecologista, artista plástica, poeta y escritora americanista, formada desde muy niña en el seno de una familia de artistas natos, inició en 1991 una nutrida serie de exposiciones de sus pirograbados dentro y fuera del país. Acompañaba la filigrana de sus piezas (mates calabaza), pirograbados con extraordinarios motivos charrúas, detalles y colores únicos) con poesía, video y espectáculos musicales-literarios que mostraban la esencia del continente americano y sus culturas.
Madre de dos hijos, Germán y Cristian, junto a su esposo Luis Bataglia, empezó su tarea docente en el año 1978 inclinada hacia el arte plástico moderno y dio un golpe de timón adentrándose en el conocimiento de los pueblos originarios y lo tradujo en el tallado de mates donde contaba historias prolongándolas en poesía.
Intentó que las 18 etnias originarias tuvieran un espacio en el lugar que hoy ocupa la Reserva Natural “La Chinita”, proyecto que no pudo concretar antes de su muerte. Fue cofundadora del espacio de defensa del medio ambiente (SOS Villaguay) en el comienzo de las acciones de desmonte.
En su itinerario incansable integró el Movimiento Mundial de Pueblos indios, el Gran Parlamento Indígena Argentino, fue vocera de la Comunidad Charrúa Pueblo Jaguar de Entre Ríos y cofundadora de la Unión de Mujeres del Pueblo Charrua (UMPCHA).
“Los charrúas tienen una cosmovisión diferente del mundo y por eso quieren volver a vivir al monte, a la vera de los ríos y los arroyos”, había afirmado la constante luchadora.
La causa Charrúa y la reivindicación de los pueblos originarios de la provincia fueron su norte que le permitió visibilizar y defender los derechos tantas veces pisoteados de las comunidades originarias con una claridad basada en la investigación y fundamentación a través de su obra.
Una obra reconocida
Calabazas grabadas a fuego, definen la expresión plástica de la época precerámica. Sus días transcurrían en su tarea como Secretaria Docente Titular de la Escuela Provincial de Nivel Medio "J. J. de Urquiza" de Villaguay, donde se jubiló. Por lo tanto, su actividad plástica fue esporádica hasta 1991, en que comenzó a realizar exposiciones colectivas e individuales en diversas provincias del país y la República Oriental del Uruguay.
En Charrúa el nombre de Rosita fue “Hué Guidaí Verá” (reflejo de la luna en el agua), eso era interiormente esta creadora que recorría las calles de Villaguay con su sonrisa dispuesta y la paz de la contemplación en su palabra y expresión corporal.
Expositora y disertante en numerosos lugares e instituciones de Argentina y demás países de Latinoamérica, Panamá, Chile, México, Uruguay, Canadá y Brasil y trabajó al modo transdisciplinario con investigadores de la República Oriental del Uruguay para la recuperación y revalorización de la cultura charrúa de Entre Ríos y el Uruguay.
La idea de Rosa Albariño fue, como la de toda la comunidad, recuperar sus prácticas y ceremonias contra el olvido y la marginación a la que fueron sometidos. Sin embargo las ceremonias “no se hacen como antes en el monte que es el templo nuestro, porque no queda más monte” para este pueblo de cazadores, recolectores y pescadores.
La simbología charrúa está presente en su bandera con los cuatro números que la integran, “dividen las cuatro etapas de la cosmovisión charrúa: la anterior a la llegada de los extranjeros, la del arribo de éstos, la conquista o la matanza (que ya debería estar llegando a su fin) y la última y definitiva del equilibrio, entre nosotros y con la naturaleza, que pide a gritos un cambio”.
“…busca a tu hermana morena, el águila de las pampas... y sobrevuelen mis montes, traigan memoria en sus alas, para mantener el fuego en esta tierra vaciada...”.
Rosa Albariño, americanista