Conrado Berón redaccion-er@miradorprovincial.com
En la ciudad de La Paz se creó una orquesta infanto-juvenil, llamada Camalote. Decenas de chicos de barrios carenciados tienen la oportunidad de aprender a ejecutar distintos instrumentos y meterse de lleno en el mundo de la música.
Todos los sábados tienen clases con un profesor que les transmite no solo sus conocimientos para tocar, sino también su pasión por la música.
Este profesor no está solo, a su lado hay un grupo de mujeres nucleadas en la Asociación Civil Aguapey (camalote, en guaraní) que se dedica a gestionar los fondos necesarios para que la música suene.
La compra de más instrumentos, los honorarios del docente y la gestión de lugares para ensayar y exponer, son los motivos que mueven a esta estructura de nueve mujeres que cuentan con el apoyo del municipio de La Paz y muchos colaboradores, entre los que se destacan las familias de los chicos y algunos de sus docentes.
Pablo Pérez es el multifacético profesor que se desvive por lograr que los chicos del barrio Feria tengan cada día más conocimientos y puedan hacer buena música.
De una infancia feliz en su querido barrio Sur, contó con su familia, su tío y la comunidad de la iglesia evangélica a la que asiste su familia, para introducirse en el mundo de la música. Un piano a los seis y un saxo provisto por su tío a los 13 fueron sus primeros instrumentos.
El origen
MIRADOR ENTRE RÍOS dialogó con el profesor y con una de las fundadoras de Aguapey. Los invitamos a conocer esta hermosa historia con buenas melodías e inclusión.
—¿Cómo surgió la oportunidad de dirigir Camalotes?
—La comisión de Aguapey ya me había visto trabajar con una orquesta que supe tener en San Gustavo “Principessa Mafalda”, donde habíamos participado en Galas del Río con una muy buena performance.
El ofrecimiento vino en el año 2018, cuando no se pudo seguir con ese proyecto, recibí entonces el llamado para integrarme a Camalotes.
—¿Qué significa para vos este trabajo?
—Para mí dirigir una orquesta es un sueño, de chico siempre soñaba con poder hacerlo. Luego durante mi adolescencia componía, e imaginaba cómo podía sonar en una agrupación así.
—¿Qué fue lo más difícil en los comienzos?
—Lo más difícil de este desafío fue ponerme a estudiar violín para poder transmitirle con más facilidad a los chicos. Una vez que lograban realizar las primeras notas y escalas realizaba algún arreglo para que todos pudieran tocar e integrarse al grupo. Fue así que logramos armar un pequeño repertorio dando clases presenciales sólo los sábados, después agregamos los jueves. Para fines de ese año, pudimos realizar nuestro primer concierto.
—¿Qué es lo más difícil de este proyecto?
—Lo más difícil por ahora es armar una estructura con profesores que le dé sustento para seguir creciendo y progresando en los aprendizaje. Por ahora estoy solo. Pero nada es imposible. Los padres están en contacto permanente y contamos con su respaldo y apoyo continuo.
—¿Cómo es la llegada a los padres y sus reacciones?
—Ellos están en permanente contacto con nosotros a través de un grupo de whatsapp, allí nos comunicamos e inclusive compartimos algunas obras y fragmentos para que los chicos también reciban el material para ensayar. En épocas de pandemia se nos complicó mucho ya que tuvimos que cortar con los ensayos y las presentaciones por cuestiones lógicas, además a los chicos de bajos recursos se les complica el acceso a la tecnología y a la conectividad.
Los proyectos de Aguapey
Elena Chauvy, más conocida como “Ninette” contó a MIRADOR ENTRE RÍOS los pormenores de creación de “Aguapey”, la ONG que impulsa este proyecto, que ya cuenta con Camalotes (orquesta de cuerdas del barrio Feria) y con Nuevo Sol (orquesta de percusión del barrio La Milagrosa). Ninette fue presidenta y hoy se desempeña como vocal, integrando la comisión que preside Silvia Inach.
—¿Cómo nació la idea de Aguapey?
—Un grupo de personas que asistíamos a colaborar y a escuchar los conciertos didácticos de Galas del Río, nos asombramos por el interés de los chicos, no sólo viéndolos en esos eventos sino también con los comentarios que nos llegaban de las maestras a la hora de narrar lo que decían los chicos sobre esa experiencia. Veíamos que para ellos era revelador, vimos que el arte los transformaba.
Ahí se nos ocurrió llevar el arte del centro a los barrios carenciados de La Paz. Así nacimos.
—¿Cómo fueron esos primeros pasos?
—Alejandro Bisceglia era uno de los profesores encargados de esos talleres y nos contactamos con él para que nos guíe desde su experiencia en orquestas barriales en Buenos Aires. De 2012 a 2015, eran sólo talleres educativos musicales.
En 2016 nos regalaron dos violines; nos faltaban dos violines más y un chelo para armar una orquesta de cuerdas. Al principio no teníamos un lugar estable, ocupábamos los quinchos de los vecinos, capillas o cualquier lugar que nos prestaran, y nosotras conseguíamos los recursos para pagarle a una profesora de Paraná.
En 2017 nos dieron lugar en el Centro Comunitario Semillitas, del barrio Feria que para nosotros es muy confortable.
En 2018 terminamos el año con 15 chicos, todos con su propio instrumento y su atril. Los ensayos para nosotros eran conciertos en vivo.
Luego, en 2019 realizamos tres presentaciones entre las que se destaca una que hicimos en el salón de una concesionaria frente a la plaza (Geminiani Multimarcas), donde cerramos con todos los chicos, más los músicos invitados y las familias de los gurises, interpretando el Himno a la Alegría. Esa comunión entre las familias, que tenían las letras, y los chicos que tocaban sus instrumentos, fue inolvidable.
—¿Cuál es el objetivo de este proyecto?
—La idea es que cada barrio de la ciudad tenga su orquesta infantil y el día de mañana por qué no, crear una orquesta sinfónica infantil en La Paz. Para eso necesitamos más apoyo, seguir comprando instrumentos y obtener los fondos para solventar los honorarios de los profesores.