Venía desmemoriado Colón. Parecía que el equipo estaba en otra cosa. Le costaba arrancar. Estaba previsible, generaba poco y tampoco daba la imagen de seguridad defensiva que transmitía en el otro torneo. Cualquier comparación con la Copa pasada resultaba deprimente. Y cobijado bajo la ausencia de Luis Miguel Rodríguez, el técnico no se cansaba de señalar que “hemos perdido al goleador y al mejor asistente”. Así, Colón transitaba por una meseta que no lograba abandonar y que le hacía recordar con añoranzas ese tiempo no tan lejano que desembocó en la mayor alegría de su historia.
Las dos oportunidades que había tenido Aliendro, que estuvo entre los puntos altos del rendimiento individual pero que no definió bien las ocasiones favorables en el primer tiempo, presagiaban otra jornada de lamentos. Zapata también había tenido lo suyo con una media vuelta totalmente solo y desde inmejorable posición que salvó el implacable Burián. Había dado, Colón, la imagen de mayor consistencia como equipo frente a un rival lento, con pocas luces y que sólo parecía tener cierta jerarquía cuando la pelota pasaba por los pies de Barrios o en las subidas del zurdo Fernández Mercau. Hasta que Goltz frenó un avance de San Lorenzo y tomó la lanza. La jugada siguió en Delgado, se prolongó por el costado derecho en Bernardi y éste colocó un centro preciso para la subida de Goltz, que metió el cabezazo inatajable para
Torrico cuando el primer tiempo estaba dando las hurras.
Se justificaba la victoria parcial. Sin brillar, Colón era más en todo. Le faltaba lo de casi siempre en este torneo: que aparezca alguien adentro del área con oportunismo y precisión para definir. Había sido Aliendro, terminó siendo Goltz. Poco de Farías, lo mismo de Morelo. Pero al menos se rebeló Goltz y llegó la conquista merecida.
Pero al partido había que liquidarlo. No se podía dejar con vida a San Lorenzo, más allá de que parecía impotente y carente de ideas el equipo de Montero. Domínguez vio que Sabella, ingresado en el arranque del segundo tiempo, empezaba a complicar por el costado de Delgado (que no dio muestras de estar ciento por ciento desde lo físico). Entonces sacrificó a Formica (de escaso aporte) y armó línea de cinco con Gallardo por izquierda. Así, con tres centrales (esquema con el que jugó casi todo el torneo pasado), aparecieron las libertades para los marcadores de punta. Y lo aprovechó Meza, para tomar una pelota perdida de manera poco creíble entre Di Santo y Barrios, para colocar un remate impresionante desde afuera del área que se metió en el ángulo. Golazo de otro defensor para un 2 a 0 que parecía lapidario.
Colón tuvo que definirlo con más practicidad al partido. Se dio vida San Lorenzo otro golazo (el de Martegoni desde afuera del área que se metió abajo y fue inatajable para Burián). Pero el remate de Morelo en el palo que luego no pudo aprovechar Farías, más el mano a mano del mismo Farías que lograron desbaratar entre Torrico y Donati, debieron darle cifras más reales al resultado final. Que terminó siendo ajustado, con una pizca de dramatismo en la parte final, pero al que no se le puede achacar una alta dosis de justicia y razonabilidad para lo que fue el trámite del partido.
Sigue mojada la pólvora de los delanteros. Jugó siempre Farías pero hace varios partidos que no convierte ni tampoco es figura. Tiene destellos, chispazos, algunos toques de mucha calidad, pero no termina de ser todo lo desequilibrante que se espera de un jugador de su naturaleza. A su lado, estuvieron volantes con llegada, pero no hubo caso. Y en los últimos partidos, la “reconstrucción” del ataque se intentó con Leguizamón primero y ahora con Morelo, que hacía varios partidos que no jugaba de titular. Ni siquiera Beltrán se posicionó para ser una alternativa válida. Siguen faltando los goles de los delanteros. Al menos, en el Nuevo Gasómetro se produjo “la rebelión de los defensores”. Apareció Goltz con toda su inteligencia y confianza para quitar en campo propio, seguir la jugada e ir a definir en el área de enfrente; y luego Meza, para meter un golazo de aquéllos, al estilo de esos bombazos del Bichi Fuertes que tantas veces hizo estallar al hincha sabalero.