Ariel Gustavo Pennisi
Ella está sola en el escenario junto al piano, su compañía de toda la vida. Interpreta algunas composiciones propias como “El Bufón”, “Volátil”, “Un Caos lúcido” y realiza, con su maestría característica, versiones de otros autores, refiero a “Samurái de Djavan” y el tema Ll# 7 de Ernesto Jodos entre otros.
Es viernes por la noche y la sala central del Teatro El Círculo de Rosario, su ciudad natal, estalla en un solo aplauso luego de cada interpretación. Desde
Mirador Provincial nos acercamos a la artista Rocío Giménez López y mantuvimos un profundo encuentro donde afirma entre otras cosas que: “el siglo veinte tiene un tendal de música alucinante, para todos los gustos” siendo el jazz un estilo musical “rupturista por naturaleza” donde el encuentro de la vivencia existencial del recital propio es “su esencia única”.
A su vez le gusta pensar la música “como parte de un fenómeno de posibilidades infinitas, en lo macro y en lo micro” donde quizás influenciada por su formación médica gusta de las analogías: “Organismos unicelulares, microbios, plantas de formas extrañas, mamíferos de ciclos complejos” (...) “con sus cualidades y sus reglas, pero dentro de un vasto mundo” (…) “ así trato de sentir lo que hago, el sonido del piano, de los sintetizadores, como algo que contiene a la vez orden y el caos más absoluto”.
Rocío Giménez López en primera persona
Inicios
-Contanos un poco tus inicios musicales ¿Cuándo comenzó tu amor por el piano como instrumento musical? ¿Quiénes fueron tus maestros e influencias? -El piano estaba en el living comedor, en el medio de la casa de mis viejos. Mi mamá se sentaba a tocar después de cenar, o en distintos momentos del día. Era hermoso. Tocaba Chopin, Grieg, arreglos de Gershwin. A los 6 años me llevaban a clases con una profesora del barrio y al Promúsica, a mí me encantaba ir, y más adelante con Elisa Botteri quien me entusiasmó para entrar en la Escuela Provincial de Música, y ahí empezó todo. También era un programa familiar ir a escuchar mucha música en vivo, ir a teatros, a bares, a festivales, escuchar de todo desde muy chicos.
Después, de adolescente, vino el deseo de estudiar Jazz e Improvisación. Luego la cátedra de Jazz de la Escuela Municipal de Rosario que armaron Carlos Casazza, Ernesto Jodos, Julio Kobryn. Clases de ensamble en la casa de Lucho Ruggieri. La big band dirigida por Pipo Piantino. Ellos son mis formadores, y también todos los músicos con los que toqué con el pasar de los años. En esta música los encuentros musicales son determinantes.
-Tenés un gran reconocimiento y trayectoria en el ambiente del jazz. Para aquel novato que quiere ingresar en el género musical ¿Recomendás alguna punta del ovillo por dónde empezar? -Para aquel que arranca a escuchar jazz, se me ocurren dos cosas: la primera es sugerirle que trate de escuchar esta música tocada en vivo. Es ahí donde pasan las mejores cosas, y la verdadera energía que tiene el vértigo improvisatorio y la sensación corporal que genera el sonido y el ritmo. Eso no se puede registrar en ningún formato. Entender que cada concierto es distinto, singular e irrepetible.
Lo segundo es que escuche los grandes discos de la historia del jazz. Regar la curiosidad e ir descubriendo a los “maestros”, quienes lo inventaron o pusieron su semilla en generar una nueva forma de hacer las cosas en las distintas épocas/momentos de la música. Buscar los bordes, no solo el mainstream. El siglo veinte tiene un tendal de música alucinante, para todos los gustos.
La naturaleza del jazz y el laboratorio propio
-Desde tu recorrido en el género ¿Crees que existió algún momento rupturista dentro del jazz? -El jazz es una música por naturaleza rupturista, desde su origen. Se puede analizar esto en varias capas, y a lo largo del tiempo, pero eso nos llevaría un rato largo.
-Y si nos centramos en el jazz en Latinoamérica ¿Tiene Latinoamérica una matriz propia del jazz, como la tiene el rock? -Con respecto al jazz en Latinoamérica, creo que este tipo de clasificaciones están llenas de determinismo. Si existe un concepto de “jazz latinoamericano” y es porque existe Latinoamérica, pero no comulgo con la idea de que para ser considerado como tal, la música deba estar plagada de elementos de color local. Eso deja cosas afuera.
-Experimentás con distintas texturas. Ruidos devenidos en sonidos que se transforman en música, tu laboratorio propio ¿Podrías explicarnos estos conceptos? -Me gusta pensar la música como parte de algo mucho más grande, como parte de un fenómeno de posibilidades infinitas, en lo macro y en lo micro. Me gustan las analogías: qrganismos unicelulares, microbios, plantas de formas extrañas, mamíferos de ciclos complejos. Con sus cualidades y sus reglas, pero dentro de un vasto mundo; y así trato de sentir lo que hago, el sonido del piano, de los sintetizadores, como algo que contiene a la vez orden y el caos más absoluto.
Trabajos recientes y el estado actual del jazz en la ciudad
-Temas de Ornette Coleman, Albert Ayler y Paul Motian aparecen en unos de tus recientes trabajos, refiero al disco “Reunión en la granja”, que realizás en cuarteto junto con Luciana Bass ¿Es el disco una búsqueda experimental de temas clásicos? -Sí. El disco es la búsqueda de acercarnos a ese repertorio de una manera diferente a la original. Para empezar, son compositores en cuya mayoría de discos no usaron el piano como parte de la sección rítmica. También el sonido de la guitarra preparada y el sonido de sintetizadores tiene bastante distancia con las versiones originales.
-Al oír reunión, granja, caemos en la inevitable pregunta si hay alusión a la gran obra de George Orwell (La rebelión en la granja) y por qué no, al gran disco Animals de Pink Floyd (1977). -La alusión deviene de una broma interna del grupo; con Luciana tenemos un dúo que se llama Chancho a rayas, y cuando nos juntamos a tocar con Rosina y Fermín, fue agregarle una sección rítmica a la música que el dúo venía explorando, y muy en broma aparecieron entonces los “burros”. Y así surgió lo de la granja. Hablando de chanchos, burros.. , y de Orwell. Con Pink Floyd en este caso no hay ningún punto de contacto por lo menos conscientemente.
-Además del proyecto junto a Luciana Bass, comandás Rocío Jiménez López trío, junto a Fermín Suárez (contrabajo) y Francisco Martí (batería). Trío premiado en la última convocatoria de Buenos Aires Jazz por su carácter introspectivo y exploratorio ¿Hay algún disco en puerta? -Con Fermín Suárez y Francisco Martí empezamos a juntarnos a tocar durante la cuarentena. Nadie estaba tocando en vivo así que aprovechamos el tiempo para juntarnos, probar cosas, estudiar. Es un proyecto, si se quiere, producto del aburrimiento -algo que puede considerarse muy positivo, un motor grande de la creatividad- y de las ganas de los tres. Hicimos una sesión de grabación hace poco donde incluimos composiciones mías, de Fermín y dos versiones de canciones prestadas: de Chico Buarque y Milton Nascimento. Tal vez sea un disco...
-¿Cómo percibís el estado de producción y difusión del jazz en Rosario? -Rosario en los últimos años se transformó en una ciudad difícil para el jazz. A la vez de que hay muchos músicos muy talentosos, de todas las generaciones, hay muy pocos lugares donde esta música tiene espacio. Una conjunción de varias cosas: muchos espacios cerraron producto del boom inmobiliario, y las políticas de Estado respecto de las habilitaciones. Otros se transformaron en cervecerías porque están de moda, los pocos que hay no se la juegan por una identidad definida, la programación es bizarra. Por parte del Estado hoy en día tampoco hay ciclos/apoyo para este género. Eso no ayuda a que se genere el espacio de encuentro música/público. Hay público que le gusta el jazz, y sin embargo no tiene puntos de referencia de dónde ir a buscarlo. Sin eso no hay escena posible. Como decía antes, es una música cuya esencia es el vivo.