Maestro de indispensable lectura

José Pablo Feinmann. El hombre que nos hizo pensar demasiado

 


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Ariel Gustavo Pennisi


El 22 de junio del presente olvidable año para la cultura de nuestro país, falleció por causa de covid-19, Horacio Luis González. En carta de despedida para el medio Página 12, escribió su íntimo amigo José Pablo Feinmann: “Casi ninguno de nuestros sueños se cumplió, pero seguiste empujando la historia”. La línea sintetiza el reflejo de una generación dorada de intelectuales en Argentina que parece haber llegado a su fin. Feinmann le escribía a Horacio pero quizás muy bien le escribía al espejo de sus sueños truncos, aquellos a los cuales nunca renunció a pesar del peso de la derrota.

Con un desgarrador, pero sincero: “Te quise mucho, Horacio. Espérame. No voy a demorar. Así lo siento hoy, ahora, mientras escribo estas líneas tristes, esta despedida”, cerraba el manifiesto que la relectura de la historia resignificará seguramente como premonitorio.

José Pablo Feinmann falleció el pasado 17 de diciembre, luego de batallar sus últimos largos años contra las duras secuelas de un ACV que lo deterioró en el año 2016. “Los gobiernos de derecha me enferman” supo decir en el programa “Otra Trama” de la TV Pública compartiendo mesa con su amigo González.

Sintetizar a Feinmann en una sola faceta intelectual es una actividad que nos aleja de la nobleza dada su inabarcable grandeza. En su mixto e inagotable trayecto cultural supo transitar con pasión e influencia todos los espacios que habitó dejando un vasto legado de indispensable lectura que atraviesa la filosofía, el cine, la literatura, el teatro, etc. Pero lo que más ennoblece su legado a mi entender es lo que llamo su ética de la porfía. Aquella que le permitió en todo momento ser una voz inquebrantable para el campo popular.

Humanidad que desde la pedagógica oratoria y su brillante letra escrita no dejó nunca de convocar a la estética de la crítica, la que nos convierte en personas un poquito más libre: “El primer camino de la libertad es la duda, voy a dudar de esto. Porque puede ser que no sea tan extraordinario como lo presentan. Es el principio de la libertad” se lo puedo escuchar decir en entrevista televisiva para el programa Animales Sueltos.

Aconsejaba dudar de todo, hasta de una guerra. Porque no tenemos la certeza cierta de que escena de la guerra nos dieron a conocer: “Jean Baudrillard escribió un libro que se llamó La guerra del golfo no ha tenido lugar. En una película que hicieron Robert De Niro y Dustin Hoffman, De Niro dice para defender al presidente que estaba siendo acusado de abuso de una niña, tapemos el hecho, hagamos una guerra ¿Cómo hagamos una guerra? Sí, hagámosla en la televisión” (en referencia a la película Wag The Dog, 1996).

Así era Feinmann. Filosofía, cine, ficción, duda y pedagogía popular. Todo sintetizado en una personalidad enciclopédica, que marcó el ritmo del debate intelectual de las últimas cuatro décadas de nuestro país.

¿Por qué el hombre se aboca a la filosofía y duda?
Dudar para ser libres, pero ¿por qué el hombre duda? Si tiene la oportunidad de ser curioso ¿Por qué se aboca a la filosofía? “Hay filosofía, arte, pintura, música y toda expresión mediante la cual el hombre intente inmortalizarse, trascenderse a sí mismo, porque el hombre es un ser finito. El hombre muere. Tiene sus días contados. Sabiendo que muere se pregunta por su finitud. La grandeza del hombre reside en que sabe que muere y sin embargo sigue viviendo. (…) el hombre es un ser abierto a infinitas posibilidades y en todas esas posibilidades cabe la posibilidad de morir. Tenemos que considerar que cada minuto es absolutamente precioso” (…) “Si en lugar de hombres fuéramos dioses, no nos preocuparíamos por las cosas que se preocupa la filosofía, porque los dioses no se preocupan por la filosofía. Los dioses son dioses, o retozan en el olimpo o dictan las tablas de la ley, cosas que en ninguna de las cuales les implica morirse” (José Pablo Feinmann en Filosofía aquí y ahora, episodio 1 para canal Encuentro).

La dignidad existencial, hacerse cargo de cada minuto como si fuera el último lo llevo a vivir con pasión todo lo que hacía: “cada pérdida nos abruma porque en la muerte del otro descubrimos nuestro propio fin”. A pesar del espejo, nunca renunció.

José Pablo Feinmann y la literatura

Feinmann escribía y lo hacía casi compulsivamente. En sus últimos años le dedicaba ocho horas diarias a la escritura. Su novela debut “Los últimos días de la víctima” de 1979 fue llevada al cine por el gran director argentino Adolfo Aristarain en 1982, contando con las actuaciones de Federico Luppi, Soledad Silveyra, Julio De Grazia y Ulises Dumont. Su segunda novela “Ni el tiro del final” (1981) fue adaptada para la pantalla grande en 1999 por José Campanella en una coproducción argentina-estadounidense. Luego vendrán grandes novelas filosóficas como “La crítica de las armas” (2003), “La sombra de Heidegger” (2005), thrillers políticos como el destacable “Timote” (2009). Su novela “Días de infancia” (2012), de trama tumultuosa y desoladora, aborda profundas temáticas de la condición humana, cuya dedicada trama supera todo lo previsible con una estética cinematográfica que invita a la pasión por el séptimo arte. “Bongo” (2014) es su primer libro de cuentos. Innumerables son los indispensables ensayos filosóficos, donde se destacan “Filosofía y nación” (1982), “Filosofía y el barro de la historia” (2009), su monumental dos tomos de “Peronismo. Filosofía política de una persistencia argentina” (2010), “Historia y pasión. La voluntad de pensarlo todo” (2013), “La condición argentina” (2017),”Una filosofía para América Latina” (2018) y “Filosofía y derechos humanos” (2019). “Cuestiones con Ernesto Che Guevara” (1998) y “Sabor a Freud” (2002) son sus dos obras de teatro escritas.

Pasión por el cine

El cine es otras de las pasiones que atravesó la inagotable humanidad de José Pablo Feinmann. Sus gustos, análisis y criticas pueden apreciarse en los ensayos: “Pasiones de celuloide” (2000) y “El cine por asalto” (2006) a los cuales se agrega “Siempre nos quedará París” (2011). Este último a diferencia de los ensayos anteriores, analiza la condición humana por medio de películas que amó y odió. Temáticas como la inmortalidad desde Drácula, Dios y la religión mediante los ojos de Woody Allen en su “Crímenes y pecados” tienen lugar en la profunda narrativa sin desatender al capitalismo con “Lo que el viento se llevó” y el capitalismo salvaje desde “Wall Street” o el sentido de justicia desde “Batman”.

Lo escrito encontró palabra en la pantalla chica con la serie para la Televisión Pública “El cine por asalto” (2007) y “Cine contexto”, programa que se emitió entre los años 2008 y 2010.

Además escribió más de una decena de guiones para películas entre los que se destacan: “Facundo, la sombra del tigre” (1995). Película dirigida por Nicolás Sarquís, que contó con la magistral actuación de Lito Cruz. La aclamada “Eva Perón” (1996), bajo la dirección de Juan Carlos Desanzo y las históricas actuaciones de Esther Goris (en el papel de Evita) y Víctor Laplace (como Juan Domingo Perón). “Ay, Juanito” (2004), en esta ocasión el film fue trabajado por Héctor Olivera.

Pero no todo queda en el género drama histórico. A la ya mencionada “Los últimos días de la víctima” no podemos pasar por alto “Negra medianoche” (1990) la coproducción argentina-estadounidense de 1990 que bajo la dirección de Héctor Olivera juntó los trabajos actorales de Jack Wagner y Tracy Scoggins. Con Olivera también colaboró en el guión de “El visitante” (2000), película protagonizada por Julio Chavéz entre otras.

Quizás sea “el hacerse cargo de cada minuto como si fuera el último” a pesar del abrumador espejo de la pérdida, la síntesis de su legado. Aquel que nos invita a pensar desde la duda para ser un poco más libres.



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