Ignacio Pellizzón
No es algo masivo, ni una tendencia creciente, pero es una realidad. Aunque nadie lo va comentando por la calle, es un hecho que los cercos eléctricos en Rosario y localidades vecinas son, para muchas personas, un método más para asegurar sus viviendas particulares.
Quienes se vuelcan a esta opción en Rosario, argumentan que están cansados de que les caminen por los techos o terrazas. Dicen que es una herramienta más para ahuyentar delincuentes que pretendan entrar en sus casas.
El sistema de cerco eléctrico “se puede integrar a la alarma existente, o con una nueva alarma, monitorear el sistema, o que funcione de manera autónoma con una sirena”, indicó a Mirador Provincial Esteban Jager, titular de Kit Experto, una empresa que importa y distribuye cercos eléctricos en la ciudad.
No se trata de una opción económica. Por ejemplo, instalar un cerco en un frente de una casa de nueve metros puede costar como mínimo “entre 80 mil y 120 mil pesos”. Dependiendo de los metros a cercar y la complejidad del equipo, varía el precio, contó Franco Gómez de la empresa El2cealarmas, que se encarga de realizar instalaciones.
Una vez realizada la inversión, señala Jager, el sistema “dura toda la vida” y el mantenimiento una vez instalado “es mínimo”. Además, “no consume nada de energía” porque posee una batería interna que funciona 24 horas.
Es una modalidad similar a la que utilizan muchos dueños de campos con sus boyeros eléctricos en el campo para sus ganados, algo muy polémico y discutido por diversos sectores por lo tortuoso que significa para los animales y el peligro que implica.
El empresario expresó que no es riesgoso para la vida humana. Aunque el equipo tiene capacidad de descarga de 8.000 voltios “son de bajo amperaje”. “Muchos se asustan al escuchar el número”, pero la realidad es que para afectar seriamente a alguien “son necesarios 100 voltios, pero de alta frecuencia y amperaje”.
Para poder ser comercializados los sistemas eléctricos deben atravesar un riguroso circuito de “control del INTI” y obtener diversas “certificaciones” estatales que habilitan su comercialización en todo el país, detalló.
La demanda se multiplicó el año pasado. Solamente en Rosario, según Jagger, se pasó de un promedio de “diez instalaciones mensuales” a “unas 30”. Se está trabajando mucho también en “Funes, Roldán, San Nicolás, San Lorenzo”, afirmó.
¿Y la regulación? El año pasado el tema de los cercos eléctricos llegó hasta el Concejo. Un proyecto que se estaba debatiendo en Comisión de Planeamiento, pretendía regular las instalaciones de los mismos en viviendas particulares, pero se diluyó.
En la discusión de se hacía hincapié en que las normativas internacionales como nacionales existentes “son requisitos para las empresas que los instalan”, pero para los propietarios que buscan instalarlos de forma particular “hay un gris” legal.
Ante la demanda que se está dando en la ciudad, en el Palacio Vasallo pretendían que “los vecinos no sean multados o perseguidos” por instalar este tipo de productos y dejar en claro cuáles debían ser “las condiciones para una instalación segura”, logrando diferenciar las conexiones clandestinas de las que están en regla.
Por eso, la iniciativa se enfocaba en establecer como parámetro una altura mínima de 2,5 metros y la obligatoriedad de contar con carteles indicadores que adviertan el riesgo eléctrico. Y, también, que la colocación la realice una empresa que cuente con la habilitación para hacerlo.
Sin embargo, el debate quedó estancado y no logró avanzar. Hasta el momento, en Rosario, se mantiene el gris sobre la instalación de sistemas de cercos eléctricos. La complejidad técnica y los aspectos vinculados a la seguridad propia y de terceros de los cercos eléctricos requiere especificidad.
La situación se agrava cuando algunas personas, ya sea por ahorrarse el costo del equipo, la instalación o por propio desconocimiento, conectan la cerca a una toma común de energía domiciliaria, la que posee voltaje casi siempre mortal, sin tener en cuenta que eso, también, es un delito.