SABINA MELCHIORI | redaccion-er@miradorprovincial.com
La pasarela por donde hoy desfilan las comparsas del carnaval más grande de Argentina era, hasta hace unos 30 años, parte del trayecto de los trenes que llegaban a la estación de Gualeguaychú. Desde 1888 y hasta 1892 las líneas pertenecían al Ferrocarril Central Entre-Riano (FCCER); desde 1892 y hasta 1948, a Ferrocarriles de Entre Ríos (FCER); y a partir de 1948 en adelante, a Ferrocarril General Urquiza (FCGU).
Tiempo después del arribo y la partida del último tren, las autoridades municipales de Gualeguaychú, mediante un acuerdo con el Gobierno nacional de entonces, tomaron la determinación de levantar los rieles desde la entrada de la ciudad hasta la zona de la estación, pavimentar ese trazo ausente y abrir calles para unir los barrios que indefectiblemente la vía había dividido.
Según explicó Daniel Irigoyen, también fue necesario realizar una gran obra de desagües pluviales desde la calle 2 de Abril hasta el barrio Munilla. Él fue el secretario de Gobierno y Hacienda de la gestión municipal de Luis Leissa durante la cual se proyectaron y comenzaron estas obras, y fue el intendente al que le tocó inaugurar el corsódromo en el período siguiente.
En aquel entonces quizás nadie llegó a dimensionar las consecuencias que tendría esa decisión, no sólo para el espectáculo que allí se desarrollaría –y que por contar con un espacio propio y de mayores dimensiones que las de la avenida Rocamora crecería exponencialmente–, sino desde lo urbanístico y, en consecuencia, desde lo social.
El diseño del corsódromo le pertenece al arquitecto Raúl Medrano, ya fallecido, quien por entonces formaba parte de la Secretaría de Planeamiento Urbano y quien según Irigoyen “era un tipo genial”. De hecho, no fue el único proyecto relevante en el cual trabajó. Hubo otros, como el de las “manzanas huecas” de la calle Alem y el de una nueva costanera en Plaza de Aguas que no llegaron a concretarse.
En diálogo con MIRADOR ENTRE RÍOS, Daniel Irigoyen destaca también al “excepcional equipo de trabajo municipal” de su Gobierno por haber trabajado incansablemente, a contrarreloj y en condiciones adversas para terminar la obra antes del comienzo del carnaval: “Pasamos días y noches con el temor de no llegar, fue una temporada muy lluviosa, trabajaron bajo la lluvia en la colocación del sistema de sonido”, y recordó también lo que significó elegir y encontrar el color exacto de pintura para la vieja estación.
El costo de la obra del corsódromo de Gualeguaychú fue de dos millones de pesos (de 1996). Esto comprendió, entre otros detalles, el cerco perimetral del parque de la estación, las tribunas y la instalación de todos los cables subterráneos de iluminación y sonido. EL 80% de la obra se realizó con personal y maquinarias de la Secretaría de Obras Públicas a cargo de Silvio Baffico, quien escuchaba y seguía mucho las indicaciones y consejos del arquitecto Raúl Medrano.
Carlos Thea era en aquel momento el director de Electrotecnia. Veinte años después, y en declaraciones a la Revista Visión Municipal, recordaron el arduo trabajo realizado, el sacrificio y la satisfacción: “Trabajamos de sol a sol, a destajo. En obra fuerte, cavando y demás habremos estado seis meses”. No se podría haber trabajado de esta manera si no hubiera sido por la voluntad política y porque había un equipo de trabajo y no estoy hablando de un amontonamiento de gente, era un equipo, desde el intendente hacia abajo, secretarios, directores… El personal estaba muy entusiasmado, muy motivado, comprometido y compenetrado con el proyecto, nunca un pero de nada, todos trabajábamos para todo, si había que darle una mano a una parte que estaba media atrasada íbamos para ahí, y así, nadie miraba la chiquita, nos ayudábamos constantemente entre todos”.
Si bien se trabajó continuamente durante un año y medio, la obra más fuerte se realizó en los últimos cuatro meses de 1996: “Fue todo muy rápido y llevó muchísimo trabajo, desde el cerco, que se restauró completo, de ahí para adentro. Instalamos 120 mil dólares de cable, todo enterrado, fue además un año muy lluvioso también, de repente se venía un chaparrón mientras estabas haciendo zanjas y complicaba mucho las cosas”, recordó Thea, y agregó: “Es así que lo más importante en cuanto a zanjeo fue el tema eléctrico, porque es todo subterráneo, el objetivo era que no quedara nunca más un cable aéreo dando vuelta, porque el carnaval antes era una de tirar cables para todos lados, entonces acá debía ser todo subterráneo, enterrábamos tres mil metros de cable por día, el predio está cocido por cables subterráneos”.
La inauguración
El Corsódromo se inauguró el sábado 18 de enero de 1997. La primera persona en poner un pie en la pasarela al comenzar el espectáculo fue Martín Ayala, en su rol de “Chamán” de la comparsa Marí Marí que, en homenaje a los pueblos originarios, había diseñado José Luis Gestro, uno de los principales animadores del carnaval, fallecido en 1999, a los 33 años.
“Todo era nuevo, hasta ese entonces estábamos acostumbrados a desfilar en las calles que se cortaban y generaban inconvenientes en la ciudad, nadie sabía cómo era el circuito, cómo se iba a desfilar y cómo se iba a escuchar la música”, recordó Ayala en diálogo con MIRADOR ENTRE RÍOS y agregó: “Fue una noche mágica, dicen que había 40 mil personas. Yo iba vestido de chamán, con un traje que me había hecho José Luis. No llegué a tiempo para la inauguración porque trabajé hasta último momento en la comparsa, cuando terminé fui corriendo por calle España y ya estaban los fuegos artificiales y José Luis haciendo su clásica arenga. Antes de salir, ni bien abrieron las puertas, lo busqué a José Luis, besamos el piso juntos y luego salí”.
A 25 años de ese hecho histórico, la primera noche de la edición 2022, Martín Ayala volvió a besar la pasarela del corsódromo que, desde el 14 de agosto de 2020, por ordenanza municipal, lleva el nombre de José Luis Gestro.