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“Los trenes ya no vuelven más”. El derrotero de la banda Punto G en la escena rockera nacional

 


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Álvaro Javier Marrocco


De Cañada de Gómez a Rosario sin escalas, así aparece Punto G y asoma la cabeza en el verano del ’88, cuando ganan un concurso cuyo premio era la grabación de un disco producido por Fito Páez. El álbum debut de Punto G se llamó Todo lo que acaba se vuelve insoportable, y tuvo un hit local “Cae lenta” que llegó a ser coreado por la hinchada de Rosario Central. Esa parte de la historia conecta con el titulo del libro “Los trenes ya no vuelven más” y se resume en la letra de la canción “Cañada bajo el cielo”, de Punto G dice Diego Girodano, su autor, y luego agrega. “Me pareció que resumía un poco la historia que cuenta el libro y el período en el que transcurre, mediados y finales de los ’80. Por el lado relacionado con la industria del disco, esa fue la época en la que las principales discográficas contrataron a muchos grupos del interior a los que poco después, por la crisis económica, les cancelaron los contratos. Y en un plano más socio-político, el libro termina cuando asume Menem, que liquidó los ferrocarriles, entre otras cosas. Los trenes, reales y simbólicos, ya no iban a volver. Ese pedacito de la letra sintetizaba muchas cosas”.

Punto G
El grupo estuvo en actividad hasta entrados los ’90 y sacó tres discos; Todo lo que acaba se vuelve insoportable (1988), Punto G (1991) y El último salva a todos (1993). Punto G se convirtió en una banda reconocida en gran parte del país gracias, principalmente, a canciones como “Cae lenta” y “Baila”. En marzo del 1994 la agrupación realizó su último concierto actuando como grupo soporte de Sting en el estadio de Rosario Central. Luego de la disolución de Punto G, en 1998, Debernardi formó la banda Coki and the Killer Burritos.

En una entrevista lejana Coki Debernardi, el vocalista de la banda decía que llegar a grabar un disco para una discográfica “era como llegar a otro planeta”. Punto G llegó a otro planeta, eso lo afirma Diego, quién agrega: “Sí, Punto G llegó a otro planeta, aunque tuvo que volver rápido porque la compañía les canceló el contrato poco después de la salida del primer disco. Después de eso, tuvieron que remar mucho en el contexto de una crisis económica bestial. Salvo para los grupos consagrados, que podían hacer giras por Latinoamérica, aquel período fue una catástrofe para los grupos más chicos. Muchos proyectos musicales importantes quedaron truncos”.

“Y la lluvia cae lenta, y si cae no la siento, y no tengo nadie donde ir” tan lejano quedó aquel recuerdo de la hinchada de Central coreando aquel lejano hit de Punto G, Cae lenta, casi tanto como aquellas jornadas del Pre Chateau que se llevaron a cabo en el anfiteatro Humberto de Nito, donde “Punto G eran recontravisitante, literalmente, los cagaron a piedrazos. Pero si ganaron el concurso fue porque tenían un sonido muy crudo y salvaje que, en aquel momento de teclados, baterías electrónicas, camisas de raso y pelos con gel, era una cucharada de ácido sulfúrico. La mayoría de los grupos inscriptos en aquel certamen, algunos de ellos muy buenos, seguían atados a un pop bailable. Punto G, por el contrario, ofrecía vísceras y salvajismo”.

“Los trenes ya no vuelven más”
La foto de tapa del libro le pertenece a Luis Vignoli, el diseño es de Juan Simón Saavedra, y la corrección corrió a cargo de Lali Tubino. El autor es Diego Giordano, y en la sinopsis se puede leer: “En 1988 pareció clausurarse la década de los ’80 para el rock argentino. Aquella escena que floreció de la mano del rock-pop democrático, un lustro más tarde, ya estaba ahogada en la frustración económica y experimentaba la muerte de tres figuras indispensables para la época: Luca Prodan, Miguel Abuelo y Federico Moura. Algunos años antes, lejos de todo, en Cañada de Gómez, una localidad del sur de Santa Fe, un puñado de pibes recién salidos del secundario forman el grupo Punto G y, con notable intuición, ecualizan el sonido de la época y se preparan para el despegue nacional: ganan un polémico concurso en Rosario, tocan en el Chateau Rock 88 y obtienen un contrato con la multinacional CBS para grabar -en 1989- su disco debut con producción de Fito Páez”. En “Los trenes ya no vuelven más”, Diego Giordano relata el derrotero de Punto G y en el mismo trazo sobrevuela la existencia de las bandas rosarinas que orbitaban en ese momento único. Una épica de lo que fue y de lo que pudo haber sido en manos de cinco pibes que, montados en el hit “Cae lenta”, le pusieron el punto final a los años ’80.

Rock y periodismo
Diego Giordano (Rosario, 1974) empezó a escuchar música y a leer revistas de rock desde muy chico. “Supongo que eso habrá sido como la primaria de la escuela de rock” comenta acerca de su formación musical. Luego, en la adolescencia, tocó en varios grupos. Y más tarde le tocó estar al frente del área musical del suplemento de espectáculos del diario El Ciudadano. Además es el autor de los libros “Inédito. Rock subterráneo en Rosario 1982-1987” (Yo soy Gilda, 2013) y “Uniendo fisuras. Signos y la consagración continental de Soda Stereo” (Vademécum, 2019). En este su tercer libro “Los trenes ya no vuelven más” cuenta que la idea de hacerlo fue de Roque Di Pietro, el director de Colección Vademécum: “Cuando comenzó el aislamiento obligatorio, empezamos a conversar sobre la posibilidad de hacer un nuevo libro. Yo tenía la idea de contar la historia de Aquelarre, el grupo de los ’70, pero cuando Roque me preguntó si no quería hacer algo con Punto G, tardé menos de un segundo en decirle que sí”.

-No hay mucha revisión histórica del pasado reciente de nuestra cultura rock ¿te considerás un revisionista histórico?
-No, porque el revisionismo implica un nuevo análisis, un punto de vista diferente sobre una época que ya fue estudiada. En el caso de la historia de Punto G, no había nada escrito, salvo notas en diarios y revistas de la época. Me interesa contar la historia cultural del lugar en el que vivo, y eso implica dar cuenta de procesos que quizás no hayan tenido visibilidad en el momento en que se desarrollaban. En mi primer libro, me dediqué a investigar un puñado de grupos de la escena rosarina, entre el ’82 y el ’87, que no llegaron a grabar discos y que fueron muy importantes en el desarrollo de la música de la ciudad. Yo soy rosarino y vivo en Rosario, he visto y escuchado cientos de artistas que no alcanzaron el éxito a pesar de tener mucho talento. Esa música existe y es importante más allá de su poca o inexistente figuración en los medios.

-Cómo fue el proceso de recopilación de archivo, entrevistas y material para el libro ¿te costó mucho tiempo?

-Fue bastante sencillo. Los integrantes de Punto G me dieron toneladas de fotos y afiches de recitales. Y conté con el siempre fundamental aporte de Ponchi Fernández, el mayor coleccionista de revistas del país. El libro lo preparé y escribí durante los meses del aislamiento obligatorio, así que dispuse de bastante tiempo para trabajar.

-¿Qué otros proyectos estás encarando para este 2022?
-No sé todavía. Había empezado a trabajar en un libro sobre Fricción, el grupo de Richard Coleman, pero eso quedó en stand by. Quizás termine una licenciatura en letras que me quedó colgada en su tramo final hace unos diez años. Ya veré.



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