Ignacio Pellizzón | region@ellitoral.com
La zona de Pichincha ya se posicionó como el corredor gastronómico y turístico por excelencia para la juventud en Rosario. El problema es que esto sucedió prácticamente de la noche a la mañana, dejando en off side a decenas de vecinos que tienen que convivir con los ruidos molestos y el bullicio de las personas. La irrupción de la pandemia generó una tregua, pero, ahora, con el renacer de la ciudad, las quejas volvieron.
Vecinos que se convirtieron en voceros de otros como, por ejemplo, Willy Kramp, alzan su voz en pos de que se tomen medidas para “regular” la noche en el barrio. Desde hace años vienen luchando porque haya más presencia de la secretaría de Control y Convivencia municipal, pero parece no alcanzar.
Solo hace falta pasear alguna noche de fin de semana por el barrio para darse cuenta que la zona late fuerte. “Por momentos ves que hay mucho control y por otros, desaparecen”, contó a El Litoral una vecina que estaba entrando a su casa después de salir a pasear el perro.
Desde que asumió el Intendente, Pablo Javkin, la situación parecía haberse calmado. Pero, en realidad, fue la pandemia la que tranquilizó las aguas. Con una población altamente vacunada y con una potente baja en los contagios, Pichincha vuelve a relucir como lo hacía antes de la pandemia.
Sin dudas que la convivencia, entre los vecinos y vecinas históricas de la zona y el boom gastronómico, es muy dificultosa. “Lo único que pedimos es que se cumplan las leyes y las normativas municipales, no buscamos que nadie se quede sin trabajo”, admite Kramp.
La llegada del Covid-19 también impulsó que la mayoría de las personas que se sientan en un pub a tomar algo o comer, lo hagan en la calle. No solo por una cuestión climática, sino también por el protocolo de sanidad. En espacios amplios y ventilados hay menos probabilidades de contagios.
Pero esto provoca que el bullicio y los gritos estén a la orden del día en la zona de Pichincha. Sobre todo, los fines de semana. “Antes podíamos ir a dormir tranquilos y disfrutar un domingo a la mañana bien descansados, pero ahora es esperar a que se vayan todos para recién poder cerrar un ojo”, admitió otro vecino del barrio.
Otro de los conflictos que se suscitan en el barrio es la discusión entre vecinos y clientes. Muchos salen a sus balcones a pedirle a las personas que bajen el tono o que “por favor” se vayan, porque “ya es tarde”. Las respuestas distan mucho de ser las esperables y las peleas verbales se multiplican.
“La verdad es que sentimos que en esta lucha estamos solos, porque como vecinos nos unimos y tratamos de que hay más control y que se pueda convivir con esto, porque sabemos que los bares no van a cerrar y que la gente va a seguir viniendo, pero nosotros también tenemos derecho a estar tranquilos en nuestras casas”, reflexionó otra vecina a este medio.
Para otro vecino, “Alcohol Cero” no se respeta. Porque “no puede ser que yo vea como los que toman bebidas en los bares después se suben a los autos y motos y salen en picada sin ningún problema”.
Es visible que los controles en la zona se incrementaron del mismo modo que aumentó el movimiento de transeúntes en el barrio. Pichincha cambió por completo su fisonomía y cada vez más empresarios y emprendedores apuestan a ese radio de la ciudad para abrir sus negocios gastronómicos.
La única certeza que hay por el momento es que el viejo malestar que tenía a maltraer a los vecinos antes de la pandemia, volvieron. La necesidad de salir tras meses de encierro y el encuentro entre amigos y amigas está en auge en estos momentos. Mientras tanto, los que tienen que vivir allí, siguen padeciendo los mismos problemas y, el Covid, lejos de apaciguarlos, los agravó.