Clásico rosarino

¿Desde cuándo un partido lo cambia todo?

Ante la necesidad y los magros resultados generales, ganar el clásico genera un estado de conformismo emocional.


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Daniel Dominguez redaccion@miradorprovincial.com


No se sabe la fecha exacta. Tampoco el partido. Lo cierto es que, de un tiempo a esta parte, los clásicos en Rosario cobraron una importancia tal que determinan las emociones para el resto de la temporada.

Por necesidad y urgencia un mano a mano entre Central y Newell's pone sobre la mesa mucho más que tres puntos. Ante las magras cosechas de títulos y triunfos resonantes, ganarle al rival de toda la vida da un espaldarazo para salir, aunque sea por un rato, de la mediocridad habitual.

Está claro que la grandeza de uno y otro no se construyó solo por los enfrentamientos entre sí. Jugadores mundialistas, goleadas en las narices de los poderosos de Argentina y el continente y títulos oficiales, hacen de ambas instituciones algo mucho más importante que un marcador a favor o en contra en noventa minutos.

En el imaginario colectivo, con los protagonistas incluidos, esta clase de choques como el que se dio ayer en el Gigante de Arroyito son "especiales" y dan rienda suelta a un sinfín de frases hechas que ya se hicieron piel en los futboleros: "ganar como sea", "los clásicos son partidos aparte", "se ganan o se ganan" o tantas otras que no dejan lugar a la duda; son un campeonato dentro un mismo campeonato.

Y como a Central y Newell's hace muchísimo tiempo las mieles del éxito en los torneos nacionales le son esquivas, qué mejor para olvidar las penas que un festejo fuerte.

A lo largo de la historia, fueron muchos los momentos en los que los conjuntos rosarinos se abrazaron a la "salvación". Ya el hecho de no perder, era considerado un gran alivio y así, a finales de los noventa y principio de los 2000, el empate fue el resultado que más se repitió.

Es una obviedad que todos quieren imponerse porque saben que gozarán de cierta tranquilidad, por lo menos hasta el próximo emparejamiento. En el mientras tanto, las derrotas no serán tan amargas y las victorias no alcanzarán el nivel de éxtasis del clásico.

Cuando las cosas no salen, en cambio, la oscuridad parece eterna. Cambios de DT en medio del torneo, trapos recordando lo importante que era "ese" partido y hasta llamado de elecciones anticipadas como le sucedió a Newell's en febrero de 2016.

Pero, ¿cuándo fue que se naturalizó esto? ¿Cuándo un supuesto trabajo a largo plazo se termina en noventa minutos? ¿Cuándo los proyectos de los que los mismos dirigentes se llenan la boca, se terminan si la pelota ingresa en un arco y en otro no?

Rosario es, fue y será la capital del fútbol. Aquellos amantes del mejor deporte del mundo no dejan de sorprenderse con la pasión y colorido con el que se disputan los partidos en el Gigante y en el Coloso, pero se sabe, los extremos son malos.

Es por eso que cuando la pasión se vuelve amenaza y violencia, la cosa cambia y el miedo a perder es el único protagonista que está cómodo en esta historia.

Así, mientras la historia sigue agregando datos y estadísticas a una hoja de Excel, los juegos se suceden con el morbo a cuestas.

Para algunos, la solución era jugar más clásicos amistosos, para que, de esa manera, se fuera perdiendo ese temor de un único enfrentamiento anual (con la organización de los torneos de AFA eso nunca se sabrá de antemano) y quitarle dramatismo a la cuestión, pero nunca se llegó a un acuerdo y cuando en enero de 2013 se intentó hacer algo parecido se produjeron hechos de violencia con heridos graves y el resto de la historia se cuenta sola.

Mientras la incoherencia entre las declaraciones y las acciones se sigan sucediendo, para Central y Newell's el único partido importante seguirá siendo el enfrentamiento entre ambos.

La historia se seguirá destiñendo con el paso de los años y el resto seguirá viendo con asombro desde afuera cómo noventa minutos pueden paralizar a toda una ciudad y dejar las mismas secuelas que un terremoto.

En el tiempo que los de Arroyito y los del Parque se sacan chispas, otras instituciones sientan las bases para conquistar campeonatos locales e internacionales.

Hace rato que el fútbol dejó de ser un juego, pero un partido no debería cambiar la toma de decisiones de una institución, aunque esa derrota cueste de digerir, aunque duela un poco más que otros resultados y aunque aparezcan los memes y las cargadas.

No hablamos de naturalizar derrotas ni de festejar empates, hablamos de trabajar para que los triunfos se hagan costumbre, las vueltas olímpicas dejen de ser solo un recuerdo y que los clásicos vuelvan a ser una guinda en la torta y no todo el pastel.



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