Para el diccionario, anestesia es la ausencia temporal de la sensibilidad de una parte del cuerpo o de su totalidad provocada por la administración de una sustancia química, por la hipnosis o como causa de una enfermedad. También, la sustancia química misma que produce esta pérdida o ausencia temporal de la sensibilidad y que se utiliza en cirugía.
Anestesia, como tal aparece nombrada recién en el octavo poema, de los 47 que integran el libro de Luisina Crespi, poemas, la gran mayoría -marca estilística de su autora-, breves, concentrados, austeros, minimalistas, a veces. No hay metáforas, ni espacio para construcciones barrocas, ni adjetivación excesiva. Hay, en cambio, un celebrado estilo directo y medular, versos tersos y tensos, concentrados, listos para saltar y completar sentidos en la lectura…
Hablaba de la primera vez -y única- que aparece la palabra anestesia. El poema es bellísimo y tiene ese íntimo acto materno de auscultar, de cuidar, de anhelar, también de estar alerta: "Cada mañana escucho si respiras…
Anestesia, que viene del griego aisthesis (sensación), tiene ya un prefijo negativo y que refiere literalmente a la pérdida de sensibilidad.
En esta primera mención del sustantivo que da nombre al poemario, la expresión es usada con la preposición sin. Sin anestesia, entonces, sin-sin sensación, dos veces negados o adormilados los sentidos. O, mejor, inaugurando un recorrido, que veremos muchas veces a lo largo del libro, mostrando y escondiendo el dolor, adormeciendo o señalando los sentidos.
Construcción sensorial Es un poemario tan lleno de sentidos, construido sensorialmente, con la consigna explícita, sin embargo, de dejar de sentir… Porque antes de que aparezca la anestesia, el dolor ya está presente en este poemario.
Anestesiar, es también en sentido médico, evitar, menguar el dolor. Y aparece ese dolor aquí también: "Cuando el dolor se va cierro cada puerta/antes de que desaparezcan"…
Es que la poeta sabe, con bellísima, sufrida sabiduría, que los dolores regresan: "…Sé que vuelven después embriagados de victorias, /llenos de ruidos y sonidos que laceran el corazón agrietado…"
Porque hay que anotar rápido que, así como la palabra anestesia aparece una sola vez como sustantivo en casi cincuenta poemas; en cambio está varias veces como participio con función adjetiva: anestesiada; y también otras muchas veces nos encontramos con adormecida.
El arte de difuminar Como en ese poema hermoso de Rubén Darío, que se llama Sinfonía en Gris Mayor, aquí también todo está en sordina, difuminado, desdibujado. Hay aquí, sombras vacías (¿se imaginan ustedes una sombra vacía?), o "la dibujada ausencia de los nombres/que no he podido sepultar". Hay horas derramadas, hay agujas desorientadas, hay disfraces, fantasmas, flores marchitas, mariposas desgranadas, hay horas nocturnas que nadie eligió, horas que se deshilachan, intervalos perdidos,
Casi no hay acción, la anestesia no es sólo de los sentidos. "Mis manos atadas, quebradas de tiempo muerto", dice… También hay aire oprimido, asfixia.
Tampoco hay sonidos: silencio como melodía. Silencio oxidado que corroe el vacío, hay suspiros, susurros, esto es, sonidos menguados o anestesiados, hay latir sordo, hay letras sin sonidos, deformadas...
Soledad para enfrentar esa tarea. Soledad ontológica, soledad filosófica, soledad individual, soledad de estar sola: "…Quizás puedas sentir que me han dejado sola/durante mucho tiempo./Quizás puedas saber dónde he migrado/para esconderme."
Es decir que el campo semántico completo de este poemario está signado por esa anestesia, por la pérdida de sensibilidad, por el arte de dejar de sentir.
Volvemos a Darío: "Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,/y más la piedra dura porque ésa ya no siente,/pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo/ni mayor pesadumbre que la vida consciente...", decía en Lo fatal.
Sin concesiones También hay que consignar que no hay referencias de un entorno reconocible. Hay la montaña (genérica) y hay apenas un par de menciones exteriores más. Todo lo demás, es la reconcentrada tarea de recorrer una a una las heridas que vienen del fondo: del fondo de la historia personal, y del fondo como interior, algo que los demás sólo verán porque hay un procedimiento de rescate, un señalamiento, una empecinada búsqueda y una cauterización.
A mí me sorprenden la obstinación, la constancia, también el coraje de Luisina, para bucear dentro suyo, quizás un territorio de dolor y de sombras, y hacerlo casi a ciegas, tocando llagas, un viaje interior asombroso con el que construye un poemario piel adentro, del que luego tenemos noticias por el procedimiento de exhumar que la poeta asume, sin concesiones.
Y no se trata de una tarea signada por el pesimismo o el mero señalamiento del dolor, sus formas, o el modo en que puede ser exorcizado. Como dice la autora, mitad arte poética, mitad misión vital y reparadora, se trata, en todo caso, de ser, "la mejor versión de tu sombra".