Rodrigo Pretto
Desde hace 14 años de forma consecutiva Alfredo Castelli maneja el timón de un barco que el mismo creó por una pasión personal y fue ganando adeptos a nivel local. Se trata de La Sabia Luciérnaga, un taller literario que nació en el año 2007 en la localidad de María Juana –departamento Castellanos– y mantiene viva la llama artística. El origen fue en su propio hogar, pero el interés que despertó en la comunidad hizo que desde el Ejecutivo muestren interés para darle mayor relevancia y dotarlo de herramientas que le permitan un alcance más exponencial. Desde niños hasta adultos mayores cumplieron el sueño de editar sus escritos. “Quienes llegan lo hacen por diferentes necesidades. Algunos para ser escuchados, otros para ser leídos y alguna porción para escribir y dejar plasmado lo que sienten en un papel”, contó en diálogo con este medio quien está al frente de la iniciativa.
Oriundo de la ciudad de Santa Fe, pero radicado en María Juana desde 2007, Castelli buscó la forma de no dejar morir su pasión por la literatura. Por una razón de proyección personal, arrastró ese gusto y, guiado por amigos de la Asociación Santafesina de Escritores (ASDE), replicó la movida que se desarrollaba en la capital provincial. “Con recursos propios imprimía una vez al mes gacetillas literarias y las distribuía por el pueblo. Tuvo mucha repercusión y desde la Comuna mostraron interés por el tríptico para subsidiar el proyecto”, recuerda el creador de Sabia Luciérnaga sobre el origen de la movida.
A partir de ese momento que dio un paso hacia adelante y fue por más. Abrió el taller literario en su hogar para personas adultas. Luego sumó adeptos pequeños y logró reclutar a jóvenes de entre 9 y 12 años de edad. Nuevamente el Ejecutivo posó los ojos y le tendió otra vez la mano. Ahora la sede ya no era más en el domicilio particular de Castelli. “En los pueblos es difícil que la gente se enganche con la literatura, es difícil captar chicos. Nuestro objetivo en momentos como los de hoy que el cibermundo se lleva muchos lectores es que se acerquen a lo cotidiano, a lo palpable”.
La multiplicidad de factores que encuentran quienes se acercan es amplia. Curiosidad, necesidad de ser escuchados, leídos, y de plasmar sentimientos en un papel. “Lo importante es que se presenten y cuenten la circunstancia que los llevó hasta acá”, cuenta el creador de La Sabia Luciérnaga. A partir de ese tópico, a los participantes se los dota de las herramientas para que logren desarrollarse y crecer desde lo literario, la creación y la libertad de expresión. “Lo importante del taller es la experiencia, aprender a escribir y expresar lo que piensan y sienten”, destaca.
La propuesta se basa en disponer de diversos disparadores vinculados a otras ramas artísticas, siempre con el objetivo certero de que todos no sólo se acerquen a escribir y ser escuchados, sino a dejar su huella en un papel. “Los vamos enganchando de diferentes maneras. Por ejemplo, los hacemos escribir luego de ver una película. Otra manera es observando fotografías para hablar de los recuerdos, también a través de los aromas oliendo las flores del jardín de su casa. La idea es crear a través de las cartas que se pongan sobre la mesa”.
Desde el taller ya se ha generado la edición de tres libros con obras escritas pura y exclusivamente por quienes participan del mismo. “Los ciudadanos acercan dos trabajos y con esas recopilaciones armamos un libro. Luego lo hacemos imprimir para que cada uno tenga su ejemplar. La experiencia de sentirse orgulloso de escribir un libro es hermosa. La escritura es archivar la historia, la idea es plasmar las vivencias de nuestro pueblo. Por lo tanto, es un archivo que está vivo”, cuenta.
En simultáneo, también se generó la participación en concursos provinciales organizados por Cultura y la constante visita a jardines, escuelas primarias y secundarias, y hogares para adultos mayores. “Lo más gratificante siempre fue que personas del cotidiano de nuestro pueblo cumplieron su sueño de escribir o editar a través del taller”.