La experiencia teatral puesta en juego

Dos viejos judíos: un cenáculo de Edery y Krass para pensar la vida juntos

 


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Hagar Blau Makaroff


La obra teatral Dos viejos judíos fue escrita por el dramaturgo David Edery, recientemente fallecido y su amigo Naum Krass, dos reconocidos artífices de la escena rosarina. Y también, ambos amigos de toda la vida, con un origen judío que también los identifica.

La obra que se podrá ver los domingos de abril a las 20 en Espacio Bravo (Catamarca 3.624) es actuada por Naum Krass y Martín Fumiato, bajo la dirección de Ricardo Arias, música de Charly Pagura, vestuario de Martín Edery, producción de Luciana Evangelista y asistencia Eva Ricart. Reservas al 341.2139964.

Esta obra nace en el encierro de la pandemia “como una necesidad de dos viejos amigos que han compartido gran parte de su vida en afecto y amistad entrañable y en el trabajo”, dijo Naum a Mirador al recordar el origen, sobre el cual reconoció: “No teníamos un argumento previo. Teníamos con David una tormenta de ideas sobre el argumento, en una edad donde las vivencias se hacen crudas, vitales, sanguíneas”.

Es por eso que reconoció: “La obra es absolutamente autorreferencial, pero en el juego de dramaticidad se convierte en ficción. Es la visión que cada uno tiene del mundo, y el que ambos somos judíos es realmente anecdótico porque David estaba más cerca de la cuestión judía que yo, que soy formado desde el marxismo, no allegado por mis ancestros, y conservo su legado a través de la música, la literatura, la comida”.

Recordó que la obra en realidad fue una propuesta de Ricardo Arias, y que “ni él sabía bien qué quería hacer en realidad”, y a partir de múltiples ensayos en el encierro de 2020, con reuniones online tres veces por semana, David y Naum echaban a rodar el torbellino de ideas, y Ricardo Arias y Eva Ricart tomaban notas.

La decisión sobre este exilio tan particular -de la huida de la dictadura hacia Jerusalén- Naum reconoció: “No recuerdo a nadie que se haya exiliado en Israel, pero en el juego teatral surgió como una necesidad. Estos dos no podían exiliarse en otro lugar que no fuera Israel. La conexión con el amor de sus vidas los conectaba con la judeidad, con Israel como el lugar soñado”.

Pero luego del armado de la obra fue la muerte de Edery, y todo debió recalibrar el rumbo. Estaba escrita, pero él era uno de los dos protagonistas. Una obra de condimentos personales parecía darle un rol irremplazable. “La muerte de David nos dejó mudos, huérfanos sin saber qué hacer”, aseguró Naum al recordarlo, y contó cómo se pudo atravesar ese duelo con la incorporación de alguien nuevo.

“Cuando convocamos a Martín Fumiato no sabíamos qué rol iba a cumplir en este proyecto, si nos iba a dirigir e iba a actuar Ricardo. Y convocarlo fue un cenáculo que elaboró un conjuro para salir de ese trauma que nos produjo la muerte de David. Y dijimos ‘Fumiato tiene que hacer el personaje’. Al tercer ensayo ya era un judío hecho y derecho”, aseguró.

La intergeneracionalidad se dio por afinidad, ya que Ricardo Arias fue alumno de Naum, y Fumiato fue alumno de Arias. “Tenemos larga amistad con Arias, fue mi alumno hace 30 años y ahora somos colegas y él nos dirige. Los dos tienen caudal intelectual, son docentes y estudiosos. Y Fumiato es judío de madre, y aunque nunca tuvo cercano el judaísmo no le costó ningún trabajo asumir el hábito, las costumbres y el modo de hablar judío”.



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