El tiempo más cerrado de la pandemia pareció una eternidad; también para Tarja Turunen, que debió poner en pausa su Raw Tour, la gira promocional del álbum “In the Raw”. Pero la paciencia vence, y la finesa de proyección internacional pudo reencontrarse con uno de sus lugares preferidos en el mundo, al menos para cantar: el Teatro El Círculo de Rosario, allí donde grabó su DVD “Act I”, y su sede habitual en la provincia (salvo su show en Brown en 2014, y su presentación con su proyecto camarístico Noche Escandinava en el Auditorio Fundación Astengo, en 2018).
Mano a mano con Julián Barrett, el guitarrista argentino que colabora con ella desde hace años.Foto: Gentileza Ova Sosa / Lechuza Films
Antesala
Pero la velada estaba destinada a ser abierta por talento local: Mica Racciatti salió al frente de su poderoso Set Eléctrico enfundada en un mono morado, un overol de trabajadora del rock. El cuarteto salió (que se completa con Martín Buszano en guitarra, Denis Martínez) a darlo todo en pocas canciones, como “Tiempo” o “Gritar”. “No nos olvidemos de que los realmente tenemos el poder somos nosotros, el pueblo”, afirmó la rosarina, antes de cerrar con “El mito”, envuelta en las sinuosas y orientales escalas menores armónicas.
El segundo número soporte de la noche fueron los capitalinos de Pulso Crítico, vestidos todos en combinaciones de negro y amarillo. Encabezados por la movediza Aldana Salinas, mezcla de Hayley Williams y Gwen Stefani, parecen salidos de “La Escena” del MySpace de principios de siglo, de la parte más alternativa del new rock de la que Paramore se convirtió en estandarte. Con más overdrive que distorsión y el tempo bien arriba, la formación (que también integran Juan Rojas en guitarra, Agustín Pinto en bajo y Danny Iglesias en batería) están para conquistar a los huérfanos de Cirse y NHEM, entre otros cultores del estilo en el país.
La pequeña figura de Turunen se expande en el escenario, al igual que su inconfundible voz.Foto: Gentileza Ova Sosa / Lechuza Films
Desembarco
Frente a un telón con las rocas del arte del álbum comenzaron a entrar la banda, argentino-alemana: el histórico Julián Barrett en guitarra, su hermano Pit (compañero en Ásspera y alguna vez junto a Tarja) en bajo, Guillermo de Medio en teclados, Timm Schreiner en batería y el también infaltable Alex Scholpp en la otra guitarra, llegando último, para la mayor ovación.
Sobre el comienzo en midtempo de “Serene” entro la protagonista: corsé de cuero con faldones, un brazo cubierto, pantalón vinílico y botas abiertas en la punta; todo tan negro como su alisada cabellera (movida por un ventilador convenientemente ubicado: uno de las grandes fórmulas del rock de todos los tiempos).
“¡Buenas noches, Rosario! Qué emoción... felicidad: increíble. Cómo esperamos; esperamos tanto este momento, por lo menos yo. Esperé tanto este momento... Muchísimas gracias por venir hoy. ¡Qué lindo verlos de nuevo!”. Así saludó en su fluido castellano de acentuaciones raras.
Sonó el groove funk que preanuncia “Demons in You”, mientras la solista prodigaba besitos con la mano. Y desde la intro de teclados “My Little Phoenix” mutó hacia a los dulcificados estribillos, siempre con la frontwoman interactuando gestualmente con el público.
“Anteroom of Death” viajó entre el lirismo barroco del clave y los arreglos vocales a la épica de los estribillos, con los músicos en movimiento. “Diva” fue para el lado de las guitarras espesas que tanto le gustan últimamente, donde ella acompañó con aspereza y densidad en la voz, pero para volver a lo prístino en el clímax (la herencia que se trajo de Nightwish: mechar todas las complejas variaciones con estribillos bien “cantabiles”).
Alemanes y argentinos: Alex Scholpp, Guillermo de Medio, Julián Barrett, Timm Schreiner y Pit Barrett: una banda compacta y eficiente.Foto: Gentileza Ova Sosa / Lechuza Films
Todos los matices
“Estoy súper, pero súper emocionada por volver a estar aquí esta noche, después de todo lo que pasamos. Ustedes son los mejores, ya saben, sí. ¡Rosario!”, expresó la nacida en Puhos (Kitee, Carelia del Norte). Acto seguido encaró el hard rock de “Goodbye Stranger”, abandonando la escena sobre el final; ahí se disparó un duelo de virtuosismo entre Alex y Julián; hubo una ventana para que Schreiner meta unos fills; tuvo a los guitarristas cantando sobre los teclados, para terminar e una apoteosis metalera y un ulterior (primer) obsequio de púas a los presentes.
Como era de esperar, todo lo antedicho fue una distracción para un cambio de vestuario de la dama a ropas sueltas plateadas y negras, estrenadas en la emblemática “Falling Awake”: un himno sinfometálico con todos los elementos clave del género (las guitarras filosas, la voz etérea, el estribillo memorable, melodías instrumentales, solo de guitarra y una “parte C”/puente con forma de balada). Que hizo buena yunta con la grandeza coral de “Planet Hell”: una canción de Nightwish provista de todas los proezas y gestos técnicos que consagraron a la marca Turunen; aquí en diálogo con la voz masculina de Scholpp (rockera pero limpia, como la pensaron Tuomas Holopainen y Marco Hietala; no gutural, como la metería Mark Janssen de Epica, por decir un nombre).
“Rosario te ama, Tarja”, gritó alguien del público, con voz de señor. “Ay ay ay, cómo esperé este momento, cómo los extrañé”, insistió, mientras los stages metieron el piano (electrónico) para que Tarja se siente e interprete sola, en las teclas y las voz, “The Golden Chamber (Loputon Yö)”: un remanso acústico en el que el pudo paladear el suomi, la lengua de Finlandia. “¿Están ahí?”, susurró en medio de la interpretación; “¡Seee!”, le devolvieron. El enganchado se completó con “Oasis”, también en su lengua materna, en la que habla de la esperanza como camino al amor y la libertad.
“Los amo mucho”, largó durante el regreso de los muchachones que la secundan. “¿Quieren más?”, preguntó, antes de visitar “Undertaker” y “Tears in Rain”: allí se cruzaron el creciente dramatismo vocal con la soltura sobre el escenario, en su estilo más juguetón y aniñado.
“Victim of Ritual”, que pasa de su introducción en homenaje al “Bolero” de Ravel, a la ganchera segunda parte, remontando momentos de puro lucimiento vocal, entre vibratos y coloraturas.
Egresada de la Sibelius-Akatemia filial Kuopio, Tarja vinculó lo clásico y lo rockero en su vida, su estampa y sus canciones.Foto: Gentileza Ova Sosa / Lechuza Films
Celebración
Ahí se vació el escenario, para que ingrese un locutor en plan Jorge Formento. Anunció que la artista sería distinguida como Visitante Distinguida por un proyecto de la concejal Anita Martínez, quien se apersonó junto al edil Charly Cardozo a entregar el correspondiente diploma y ofrenda floral.
“Esto es un honor. Rosario y este teatro es súper importante para mí: grabé mi primer álbum en vivo, acá hace muchos años acá. Es increíble, porque mi primera visita a Argentina fue en 2000, ¡hace 22 años atrás! Y me siguen recibiendo con súper amor y cariño. Es increíble, la verdad. Los quiero muchísimo”. “Sos una rosarina más, Tarja”, le gritó algún otro señor. “Más de una vez me dijeron que soy más argentina que finlandesa”, agregó la morocha, sólo para cabecear la ovación.
“Innocence” inició con un piano lleno de romanticismo chopinesco, que dio paso a guitarras híper densas en midtempo: la atmósfera ideal para que sobrevuele la voz de soprano dramática que marca su identidad crossover; la misma que la distingue de otras voces más melódicas del mundillo “female fronted”, como así también de muchas sopranos ligeras que quieren emularla. Esa identidad se prolongó en el himno de su independencia: “I Walk Alone”, su primer hit solista, en la que “el Ángel de Kitee” desplegó sus alas lejos de sus antiguos compañeros de Nightwish, en medio de “su tormenta de invierno”.
Scholpp comenzó con la intro speed metal de “Dead Promises”, pero fue una largada en falso: “¿Qué mierda pasó?”, preguntó Tarja, mezclando en tierras de Fontanarrosa la intensa palabra castellana con la R finoúgrica que la reforzó. Finalmente encararon la canción, en la que el guitarrista volvió a transitar el dúo vocal con la solista.
La despedida fue con “Until My Last Breath” bien arriba, con armonías vocales en pista a la voz principal y el triunvirato de las cuerdas trajinando el escenario.
Tras la respiración final (que la canción contiene), llegó el momento del saludo final, con más ramos de flores subiendo desde la platea. La ovación se prolongó con ella ya sola sobre las tablas, demorando unos minutos el adiós... y el hasta pronto.
La sala lírica rosarina siempre ofrece un marco imponente; por eso hace una década la artista grabó allí el DVD “Act I”.Foto: Gentileza Ova Sosa / Lechuza Films