Gisela Mesa | redaccion@miradorprovincial.com Juan Pedro Rodenas nació en Rosario el 29 de julio de 1968. Es abogado. Participó durante 4 años del taller de Marcelo Scalona; su cuento "sus ojos la delatan" fue incluido en la antología de la Calle Inclinada (2017), obra que reunió cuentos, relatos y poesías del taller. Poemas suyos fueron premiados en el concurso literario "Poeta Fabricio Simeoni" (2018), que se incluyeron en su antología homenaje. Es invitado a leer en los Ciclos de lecturas organizados por Bernardo Conde Narváez (Arte por la Paz) y de Pedro Castro Leguizamón (Ciclotimia) en la ciudad de Rosario. Publicó Juaga Solo y Semáforo en rojo, dos libros de poesía por la editorial Azul Francia de bs as. Participó en la Feria del Libro de Bs As y en la de Rosario del año 2019.
Mirador Provincial dialogó con Rodenas para conocer qué siente el poeta envuelto en legajos y caminatas en los pasillos de Tribunales.
Un camino muy personal -Todos los escritores, poetas descubren sus talentos en momentos diferentes. ¿Cuándo se despertó en vos el talento literario? -Me gusta jugar con eso de que soy un poeta que trabaja de otra cosa. Desde chico tenía interés por leer, leer en voz alta. Lo de escribir empezó jugando. Participaba de un equipo de fútbol en provincial, que era muy malo jugando y extraordinario a la hora de la amistad, los asados y las charlas. Era la época de los blogs y así surgió una página elnegriorangeblogspot.com- en el que usábamos el humor de fotos para hablar de los partidos, hasta que surgió un cronista bajo un pseudónimo (juan Sánchez fajardo), escribiendo crónicas sobre los partidos. Nadie sabía quién era Sánchez fajardo. Era imposible no escribir con una mirada poética todo lo que giraba en rededor de ese grupo de amigos. Al fin y al cabo en el fútbol hay algo de ese mundo de la infancia.
Mi profesión de abogado tiene una alianza estratégica con la escritura. Después vi a partir de allí, los años de Taller con Marcelo Scalona. Un tipo muy generoso a la hora de enseñar y transmitir literatura.
En el taller de Marcelo uno podía leer, leer y leer -ser más lector que escritor- y estudiar los poemas, desarmarlos, tirarte en la tierra como si fuera un jardinero, podarlos, regarlo y sobre todo dejarlo descansar. Todo lo que vas escribiendo es fruto de la lectura es sin pensar en publicar, en estado puro de inocencia y vas aprendiendo entre lo que lees y lo que escribís en buscar tu propia voz.
"Escribir a veces supone que alguien se ofenda, molestar, si eso pasa estamos por el camino correcto".
-¿Quiénes han sido tus influencias poéticas? -Pipu Simeoni y Mariana Kruck han sido dos referentes a la hora de andar por el sendero de la poesía.
-Hablame en síntesis de tus hijos literarios... -La publicación llegó con el tiempo, Jugaba sólo (Azul Francia 2019) tiene una fuerte impronta de la familia, las ausencias, la casa de la infancia, la memoria, la formación, las grandes ilusiones, esas catástrofes íntimas, sin golpes de efecto o golpes bajos, diría que hasta incompletos de modo que al leerlo se siga dando vueltas sobre la imagen, su sonido y sus palabras. Para definirla suelo decir que son poemas descriptivos, fotos mínimas con cierto desahogo.
Trato que mis poemas hablen ciertas cosas, ciertos momentos y con muchas preguntas. Preguntas que son o quieren ser movilizadoras.
Puente en la niebla -¿Qué significó para vos la muerte de tu hermano y cómo lograste desde el dolor plasmarlo en palabras? -Sin dudas que la pérdida de uno de mis hermanos fue una herida en la que me metí, intenté comprender el dolor de esa muerte anticipada, inesperada e injusta, escribiendo, borrando y recortando poemas en los que estaba él. Pero en esa pérdida o en esos temas trato que también tengan una función solidaria: que quien lo lea puede apropiarse y hacer frente a sus propios fantasmas.
Después llegó Semáforo en rojo (AZUL Francia 2021), un libro de poemas influenciado por la pandémico y lo que se llevó, el dolor, el silencio, el mundo detenido, la reflexión y también por lo laboral, la abogacía y sus problemas, su lucha y mover ese elefante que es el sentido de Justicia y la amistad, un viaje de amigos a Río de janeiro, una reunión con asados y una pregunta más: “¿quién la habrá inventado”?
-¿Cómo es el modus operandi de tus obras? -A veces empiezo con una idea, la escribo y el resultado final muchas veces no tiene nada que ver con esa primera idea. Porque empiezo a recortar, a editar, me encuentro con palabras que no suenan, y vas buscando eso que llaman la música del poema: esa musicalidad que no es la rima ni la música de un instrumento sino la caja de resonancia que tiene cada palabra en el lector.
-¿Qué escritores te fascinan y recomendarías leer? -Me fascinan Cheever y Leila Guerriero, entre muchos. Por con ellos me siento muy identificado con los temas que tocan. Su introspección, su realidad, su descripción con todas las exigencias sociales y económicas y su otro mundo paralelo, más sensible. Ellos con su literatura muestran las debilidades, el lado vergonzante de las personas.
-¿Cómo definirías la poesía? ¿Y cómo definirías el tipo de poesía que vos queres que sea? -La poesía tiene mucho que ver con hacerse preguntas. Es ese lugar en el que todo se ponen en duda, tiene cierta tensión, es compleja, fíjate sino un poema de Natalia Litvinova dice: “Lo sé Giannuzzi, / el mundo espera un cadáver /no un poema. / Pero qué nos importa, / si ya la tinta puso nombres/ en una hoja pálida y fría". Escribir a veces supone que alguien se ofenda, molestar, si eso pasa estamos por el camino correcto.