Gisela Mesa | redaccion@miradorprovincial.com
Marina es pianista, compositora y cantante. Estudió piano con los maestros Nora Sarmoria (géneros populares e improvisación), Abel Rogantini (jazz), Hernán Possetti (tango), Pablo Fraguela (folklore) e Inés Sabatini (reeducación técnica clásica) entre 1990 y 2010.
Sin duda es una de las exponentes más brillantes de su generación. Actualmente está presentando su cuarto álbum de estudio, titulado La era de los elefantes.
Gestado en pandemia y motivado por el imaginario de nuevos mundos posibles, La era de los elefantes fantasea con una tierra habitada por otra especie, en una senda musical que reivindica los componentes musicales de nuestro territorio americano, invisibilizados por la tradición europea. Marina propone una música original escrita para una formación típica de música contemporánea, con fronteras musicales que se desdibujan y dialogan con fluidez entre lo popular y académico.
La era de los Elefantes está integrada por diez composiciones originales de la artista, compuestas y orquestadas para Ensamble Pierrot, quinteto de lujo compuesto por Ramiro Gallo (violín), Pablo García (chelo), Patricia Da Dalt (flauta), Manuel Rodriguez Riva (clarinete y clerón) y la propia Marina Ruiz Matta en piano.
Mirador Provincial dialogó con la pianista para conocer más en detalle su vida profesional.
Donde comenzó todo…
-¿Cómo fueron tus inicios en la música? ¿Qué profesor/a te marcado de una forma determinante tu carrera?
-Empecé a tocar el piano a los cuatro años. Mi papá es guitarrista y mi mamá cantante. Ensayaban con frecuencia y yo, para molestarlos un poco, tocaba encima de sus ensayos un piano vertical que estuvo siempre en casa. Así empecé a “orejear” las canciones que ellos hacían y decidieron mandarme a clases de piano.
-¿Cómo fue la crianza con tu padre, Hernán Ruiz?
-Mi papá me enseñó los primeros tangos y de mi mamá aprendí las primeras zambas. “Volver” y “Zamba para la viuda” fueron mis preferidos durante años.
-¿Qué tanto hay de vos en las composiciones musicales?
-Espero que todo de mí. Siempre reconociendo que uno es en gran parte la música que escuchó en la infancia, los artistas que nos han conmovido siempre. Pero también los libros que hemos leído, los amores que tuvimos.
-¿Consideras que las compositoras tienen el mismo acceso a festivales o conciertos importantes o reconocimientos mediante premios que los compositores? ¿Cuál es tu experiencia?
-Durante muchos años hubo una gran invisibilización de la mujer, no solo en el terreno de la composición, pero sí especialmente. Siempre hubo mujeres pianistas, violinistas, flautistas. Pero en el ámbito de la creación, y especialmente dentro la música popular, fuimos apareciendo en escena en los últimos años. Sin embargo, por lo general siempre sentí un gran apoyo y reconocimiento por parte de mis colegas, hombres y mujeres. Al público le resulta más inusual ver mujeres líderes de proyectos que a los compañeros de trabajo. Respecto a los premios o conciertos importantes, más que una cuestión de género, en este momento siento que hay poca apertura a la variedad de propuestas. Por un lado se armó una apertura grande a propuestas de mujeres, pero por lo general se visibilizan proyectos artísticos que entran dentro de una estética en particular. Grupos de mujeres que hacen tango, porque el tango “siempre fue de hombres”, o mujeres que interpretan música con temática referente a los reclamos que todas venimos sosteniendo y apoyando. Pero el lugar para las compositoras de música instrumental sigue siendo el mismo de siempre. Y por otro lado, en los espacios grandes y públicos, como el CCK, hace años que vemos a los mismos artistas, con diferentes propuestas, pero los mismos, al fin. Creo que es necesario, tanto para los músicos, como para la vida cultural de la sociedad, que circule más variedad de música. Hay muchísima música nueva y música “vieja”, pero con fuertes apuestas artísticas y actuales, que solo se oyen dentro de pequeños círculos íntimos.
La era de los Elefantes
-Háblame de tu cuarto álbum La era de los Elefantes, ¿cómo fue la génesis del mismo?
-Ni bien empezó la pandemia, todos, de alguna forma o de otra, nos sumimos en fuertes reflexiones. Acerca de nuestras vidas, el uso de nuestro tiempo... pero también acerca de la humanidad y su destino. Hubo algo de apocalíptico en ese primer momento, e imaginé, un poco en serio y un poco jugando, un mundo sin seres humanos. ¿Será que el hombre solo cumplió un ciclo en la Tierra? ¿Qué especie podría liderar el planeta en un futuro? Creo que los elefantes serían unos dignos herederos de tan fantástica extensión de tierra.
-¿Alguna experiencia o anécdota que te venga a la memoria que tenga que ver con el piano?
-La primera canción que orejeé al piano, de los ensayos de mis padres: “Sombras”. Recuerdo que lo hacían en Fa menor. Lo tocaba, melodía y acompañamiento al piano y me invitaron a un programa de radio a tocar. No quisiera oír esa (seguramente) calamidad.
La escuela como espacio de creatividad
-¿Consideras que para la enseñanza de la música primaria tendrían que hacer una selección previa del alumnado con capacidades de ritmo y oído musical y estimularlo para su futuro?
-La verdad que no. Creo que es peligroso eso. En primer lugar, porque las aptitudes para cualquier actividad artística, no siempre se despiertan a temprana edad. Y especialmente, no cualquier docente es capaz de detectarlas o estimularlas en cualquier alumno. Por otro lado, ¿estamos seguros de que todos los docentes de música pueden hacer esa selección? Me gusta pensar que la educación musical en la primaria tiene una función más importante (o más urgente) que la de encontrar músicos: abrir ventanas a la imaginación, a la sensibilidad, a la creación colectiva, a la comunicación. Si eso sucede, el que tiene ese deseo creativo desde la infancia va a aflorar solo. Quizás de inmediato, quizás años más tarde.
-¿Cuál son tus músicos favoritos?
Egberto Gismonti, El Cuchi Leguizamón, Elis Regina, Keith Jarret, Tom Jobim, Jaime Ross,Luis Alberto Spinetta…
-¿Crees que las bellas artes dan una sensibilidad al que lo ejerce?
Si, creo. (pero no siempre)
-Tocar en vivo es una ceremonia importante, contanos cuál es tu ritual y como te organizas ante cada concierto.
-La verdad es que soy un poco caótica. No tengo rituales. Pero sí evito tocar los temas que voy a presentar antes de subir al escenario ese mismo día. Mucho menos en la prueba de sonido. Tengo la sensación de que algo de lo emotivo de esa música se disipa si la toco dos veces el mismo día. Es más una superstición, seguramente.
-¿Qué pensas cuando oís esta frase “del arte no se puede vivir”?
-Cuánta verdad.
-¿Cuándo la música deja de ser un juego y pasa a ser profesión?
-Creo que se pueden combinar las dos cosas para siempre. Uno debería divertirse con su trabajo. Yo lo hago en la mayoría de los casos. Por supuesto, todos hacemos ciertos trabajos que no nos gustan, al menos ocasionalmente.
-¿Cuáles son tus próximos proyectos?
-Estoy escribiendo una obra para orquesta sinfónica y quiero hacer un nuevo disco con mi trío junto a Gerardo de Mónaco y Gabriel Spiller (otra música, más jazzera, con mucha improvisación, como en mi segundo disco) pero esta vez convocar a otros instrumentos y completar un quinteto.