Ignacio Pellizzón redaccion@miradorprovincial.com
A raíz de un reclamo laboral que llevaron miembros del sindicato de Municipales de Rosario al Concejo surgió el tema sobre la cantidad de alcoholímetros con los que cuenta la ciudad a un año de haberse puesto en marcha la nueva ordenanza de alcohol cero. Según se desprende de la queja de los sindicalistas, solamente hay dos equipos en funcionamiento para toda la ciudad.
El subsecretario gremial, Víctor Amiselli, indicó a Mirador Provincial que "en teoría hay ocho alcoholímetros", pero de forma operativa "se están utilizando solamente dos". Y con relación a los narcolímetros, "hay uno solo, porque escasean los reactivos" por ser muy caros.
Desde el municipio evitaron darle entidad al reclamo, dado que entienden que se trata de un año electoral para el gremio y que buscan polemizar con datos erróneos. En off indicaron que oficialmente los agentes de Control y Convivencia cuentan con seis alcoholímetros y que próximamente se sumarán dos más.
Si bien admiten que antes había doce en circulación, destacaron que, por el momento, son suficientes y que en caso de ser necesarios más, desde las áreas competentes deben elevar el reclamo de manera formal para realizar las compras de insumo.
También recalcaron que no escasean los narcolímetros en Rosario. Si bien es cierto que los reactivos que utilizan son costosos en moneda extranjera, no se trata de un problema con el que hoy tenga que lidiar el municipio, ya que se adquieren los necesarios para su uso, indicaron.
Amiselli, además de mencionar el tema de los alcoholímetros y narcolímetros, señaló que su preocupación pasa también "por la poca cantidad de trabajadores que tiene la secretaría de Control y Convivencia", porque "muchos se jubilaron en la pandemia". Esto provocó que "tengamos la misma cantidad de inspectores que en el '90 por ejemplo".
El gremialista recordó que "en enero pasado estuvimos un día en estado de asamblea permanente" y marcó que "no se tolera más la situación", aludió a la "falta de personal", cuando se exigen más controles, por ejemplo, en los centros comerciales.
Y precisó que "es la misma cantidad de personal que hace 20 años, cuando el parque automotor se multiplicó 5 veces. Son 250 agentes para las 24 horas. Sería bárbaro si fuera por turno, pero en 6 turnos, son debajo de los 50 por turno".
Un año Alcohol cero es una de las últimas normativas que más impacto y polémica generó en la sociedad rosarina desde su sanción el 22 abril del año pasado. Tanto es así, que aún persiste el malestar en algunos sectores que pugnan por tratar de modificarla. Se trata de la ordenanza que prohíbe la concentración de alcohol en sangre para los conductores de cualquier tipo de vehículos motorizados que circulen por la vía pública.
Un año es un plazo prudente para acercar algunas valoraciones acordes al impacto que tuvo su sanción. En base a un trabajo elaborado por la Secretaría de Control y Convivencia de la ciudad, de los 23.667 controles que se realizaron, solamente dieron positivo unos 1.700, es decir, un 7%.
La baja en Rosario es significativa si se tiene en cuenta que, previo a su sanción, se detectaban por fin de semana un promedio de 30 positivos, siempre dependiendo de si tocaba alguna fecha festiva o evento en particular que generara un movimiento importante de personas.
Pese a los números positivos que el municipio relevó, hay comerciantes de diversas zonas que se sienten perjudicados por la medida. En algunos casos, como en zona norte o pleno barrio Pichincha, la meca de los bares y pubs de Rosario, encuentran una caída en la asistencia que, en algunos casos, ronda el 20%.
Si bien se trata de un cambio cultural que evita cualquier tipo de especulación para beber alcohol, en su más mínima expresión, -como afirman en la propaganda oficial- hay muchos conductores y conductoras que están disconformes con la normativa.
Es que para muchos el plan de ir con el auto "a comer una pizza y tomarte un vaso de cerveza" o "ir a comer un asado y tomarte un vaso de vino", ya no es posible. Es necesario "que maneje otra persona", alguien designado que no beba, o "tener la suerte de encontrar un taxi y tomártelo", lo cual ya "implica otro presupuesto", porque hay que considerar "si es individual o compartido", piensan algunos ciudadanos que dialogaron con Mirador Provincial.
Otros, más enervados, recuerdan que los colectivos "funcionan pésimo" desde que se reactivó la ciudad tras la baja de casos de Covid-19. "Salir en bondi es algo prácticamente impensado, porque conlleva que no sepas cuándo volvés o cuánto tenés que caminar para encontrar uno, sumado a lo inseguro que es deambular de noche", señaló Luciana, una treintañera que vive en la zona sur.
También están los que creen que es una medida "difícil de aceptar", porque "es reciente" y hace falta que las personas "se acostumbren al cambio". Es cierto que "cuesta", porque "venimos con el chip de poder tomar y manejar", pero ahora se ve en la calle que hay "menos descontrol al volante", expresó a este medio Jonathan de 28 años, quien solía salir con su auto y ahora cuando va a beber, no lo hace.
Un dato importante que obstaculiza aún más el cambio cultural, es que en Rosario el sistema de movilidad público-privado atraviesa un momento muy delicado. Los colectivos se encuentran ante una enorme demanda de pasajeros y no dan abasto con las frecuencias ni con las unidades.