Ignacio Etchart redaccion-er@miradorprovincial.com
Desde los Mártires de Chicago de 1886, pasando por el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional en 1889, hasta llegar a nuestros días, el Primero Mayo significa mucho más que un día de merecido descanso y goce.
El Primero de Mayo le recuerda al mundo quiénes sostienen la vida cotidiana; quiénes confeccionan y remiendan los tejidos de una sociedad y de una economía; quiénes permiten que lo sucedido suceda sin detenerse jamás: el pueblo trabajador.
Son los pequeños grupos laboriosos; las mentes inquietas y comprometidas con la transformación; aquellos quienes portan el pico y pala los verdaderos constructores de la historia.
Por eso a continuación se presentará una breve crónica sobre una personalidad destacada del pasado de la ciudad de Victoria, pero cuyo nombre excede los límites de dicha comunidad.
Sin embargo, esta transcripción no sería posible sin el trabajo altruista y comprometido que ejercen historiadores locales, cuyas investigaciones se plasman en su portal de Facebook “Archivo Histórico Victoriense”, y son, además, la fuente de este escrito.
Una crónica
Providencia del destino y del deseo de perpetuar en el futuro una historia pasada, hoy se presenta un extracto exacto de la revista antigua revista “Principios”. En dicha publicación se rescata la vida y obra del Sr Adolfo Camoirano (1877-1952) durante sus años como intendente de Victoria, en una gestión que se extendió entre los años 1936 y 1939. Puede presentarse por momentos una lectura dificultosa producto del anacronismo retórico utilizado en dicho periódico. Sin embargo, el sentido y afecto de las palabras se mantienen intacto y más que evidentes. De esta forma a continuación se presentará el mencionado escrito, el cual fue facilitado por la Sra. Elva Camoirano.
“Principios, siguiendo su labor de esclarecimiento cultural y social, ha iniciado una serie de publicaciones para hacer conocer la obra popular que desarrollan las municipalidades entrerrianas”, comienza el escrito.
“En números anteriores ya lo hemos hecho con la comuna de Paraná, Basabilbaso, hoy con la de Victoria y luego seguirán desfilando por las páginas de Principios las de otros departamentos donde, pese a todas las dificultades económicas, se va realizando en forma silenciosa y casi anónima una acción bien inspirada, noble y constructiva”, continúa.
“Los jefes de las comunas, en su gran mayoría como nos ha sido dable comprobar, (son) ciudadanos humildes y laboriosos. Surgidos de las profundas entrañas de la masa popular heterogénea y cosmopolita que predomina generalmente en nuestras jóvenes poblaciones argentinas”, menciona luego.
“Y ahí tenemos al lord mayor de Victoria, don Adolfo Camoirano, hombre que no ostenta ningún título profesional de ninguna fábrica académica; hombre nacido, criado y educado en un hogar humilde y trabajador sin el brillo superfluo de un apellido de abolengo y sin ninguna clase de pasajera o vana figuración”, destacaban desde Principios.
En los ojos del pueblo
“¿Qué va hacer Camoirano? preguntaba la gente del pueblo de Victoria cuando el señor Camoirano se hizo cargo de la intendencia. ¿Cómo se va a arreglar en este cargo de responsabilidad y con recursos materiales tan limitados?, le interrogaban unos y otros sin imaginarse siquiera que el modesto obrero de ayer pudiera disponer de capacidad para afrontar la compleja labor de una comuna”, remarca el texto.
“Pero muy pronto la acción inteligente y decidida del nuevo intendente se encargó por sí sola, pese a todas las críticas que nunca faltan, para hacer ver hasta a los ciegos y contrarios fanáticos las buenas y sanas intenciones que animaron y siguen animando a las nobles iniciativas que poco a poco van convirtiendo la ciudad de Victoria en una de las más bellas de la provincia”, recuerda luego.
“Y es de suponer que las dificultades y aprietos en que se habrá visto el señor Camoirano en su pueblo, donde existen aún ciudadanos que prefieren la vieja carreta al camión y que al camino y la calle asfaltada consideran como un ‘lujo’ de que sólo pueden gozar los ricos”, remarca el escrito.
“En Victoria, igual que en otras partes de la provincia, no existía un registro ni siquiera aparentemente formal de las propiedades y de contribuciones municipales ni hay que hablar; nadie pagaba y al que se le ocurría hacerlo, pagaba cuánto, cuándo y cómo quería”, relata más adelante.
“El primer trabajo del señor Camoirano ha sido pues ordenar la confección de un catastro adecuado y prolijo, donde están hoy debidamente registradas todas las manzanas de la planta urbana con sus respectivos planes y demás datos, y así procedió en la higienización de la ciudad, empezando por el cementerio, que era todo un foco de infecciones, para seguir con las calles de las que han renovado ya gran parte, llegando el total de las cuadras asfaltadas a 105”, detalla la revista.
“La primera avenida arbolada que conduce al nuevo cementerio, hoy embellecido con plazoletas y jardines, la construcción de veredas, tapiales y de nuevas viviendas modernas que van reemplazando a las viejas casuchas coloniales, las plazas San Martín y Moreno, las nuevas grandes obras en construcción, gritan al viajero con sano orgullo; ‘párate y contempla un momento y tú mismo dirás que Victoria con su comercio de competencia’, con su joven industria, con sus flamantes y admirables escuela ‘Normal’ y de ‘Artes y Oficios’ con su hermoso canal, con su industria regional modernizada, con su té curativo de ‘siete’ y ‘nueve’ yuyos, con sus calles onduladas y con sus florecientes campos y chacras fértiles que la circundan, nada tiene que envidiar a las demás ciudades grandes de la provincia”, describe apasionadamente el cronista de Principios.
“En resumen y para terminar podemos decir con cierta satisfacción; el nuevo intendente señor Camoirano no dispone de un auto moderno, ya que el que existe es la sombra de un auto que sólo él como ex mecánico lo sabe conducir y le conoce todas las vueltas y secretos profesionales para abrir y cerrar sus caprichosas puertas. Pero en cambio la comuna ya tiene modernos carritos para recolectar las basuras y una flamante barredora y regadora para mantener en orden las calles recientemente asfaltadas”, señala más adelante.
“En las modestas oficinas de la Municipalidad se ve un solo ordenanza y dos o tres empleados de administración, pero las calles, en las plazas y hasta en las orillas de la ciudad se encuentra cuadrillas de obreros atareados en la limpieza, nivelación de caminos y construcciones de tapiales y veredas”, continúa el texto.
“Es así como la ciudad de Victoria se va renovando día a día en manos de un hombre que ha surgido del pueblo y cuyo afán es servir honradamente a la causa de su pueblo. Se halla en plena marcha de progreso hacia el porvenir esplendoroso que le está reservado para constituir en un día no muy lejano una de las poblaciones más prósperas y atractivas del interior de la República”, concluye poéticamente el artículo.