Álvaro Javier Marrocco
En este 2022 se cumplen 150 años de la primera edición del Martín Fierro. Una obra que trasciende el tiempo a medida que pasan los años, y no pierde vigencia, es más, sigue intacta. Eso habla a las claras de como tiene que haber acertado con alguna clave que está en el ADN de nuestra existencia.
La adaptación del poemario de José Hernandez toma vuelo y se convierte en una ópera criolla, con música original de Luis “El Perro” Méndez y Dali López, los arreglos y la dirección musical de Gabriel Data; la dirección de escena y coreografías, de Cristina Prates, y la dirección general de Dali López.
Dice el texto de sala “Nosotros, hombres y mujeres de la producción cultural, nos apasionamos con la tarea de exaltar esta adjetivación de universalidad que el tiempo ha dictaminado. Esta adaptación es un esfuerzo denodado por mantener lo que José Hernández escribió con tanta belleza y sabiduría. Es por ello que no se encontrará en esta ópera criolla, una sola palabra, un solo diálogo que no sea de la producción hernandiana. La potencia arrasadora de Martín Fierro no está sólo en lo que dice, sino cómo lo dice: al modo del pueblo, con belleza, dolor y poesía”.
La narrativa operística -el género- no responde a lineamientos de la ópera italiana, razón por la que se menciona aquí como ópera criolla. Se desarrolló según el criterio de los realizadores. Para la adaptación se estableció que todo cuanto se dice y canta es tomado literal de la pluma de José Hernández. Las únicas variantes que se han permitido son: la inclusión de la Desgracia, como alegoría y suceso que atraviesa toda la obra. Se han creado personajes para dar diversidad a las voces, y trasladaron algunas estrofas y versos que en la obra original corresponden a otros pasajes, sin distorsionar la historia original y su correlato.
Artistas reconocidos Los artistas que están detrás del proyecto son varios y con basta trayectoria en Rosario. Dali López nació en Rosario en 1954. Su obra Una lluvia de cinco siglos (Emr, 2015) fue distinguida en el Concurso de dramaturgia inédita para la producción teatral 2015 organizada por La Comedia Municipal de Teatro Norberto Campos cuyo jurado estuvo compuesto por Luis Cano, Jorge Accame, José Moset, Ariel Zappa y Silvia Moya. En 2017 su obra de teatro Borges y Fontanarrosa en un bar del Paraíso fue declarada de interés Municipal.
Cristina Prates es coreógrafa, actriz y docente, nació en Buenos Aires, pero se formó en el Instituto Superior del Profesorado de Danzas y Expresión Corporal de Rosario, Santa Fe, donde se radicó a temprana edad. Es una de las fundadoras del Instituto Superior de Danzas Isabel Taboga (donde ejerce la docencia al igual que en la Escuela Provincial de Danzas Nigelia Soria), fue una de las promotoras
de danza Abierta y creadora del grupo de teatro-danza Seisenpunto. En 2010, fue declarada Artista Distinguida de la Danza en Rosario.
Adrian Abonizio es miembro de la Trova Rosarina, que llegó a la ciudad de Buenos Aires a principios de los años 1980. En 1991 participó en la musicalización del filme argentino-cubano De regreso (El país dormido). Sus composiciones, entre las cuales se destacan El témpano, Mirta, de regreso, Dios y el Diablo en el taller, las cuales se hicieron muy conocidas de la mano de Juan Carlos Baglietto. En 2013 ganó el Premio Gardel al Mejor Álbum Nuevo Artista de Tango, con Tangolpeando.
Orquesta
La orquestación de la opera criolla es local y cuenta con músicos de la talla de Martín Tessa: guitarra (Dúo Montironi – Tessa; Orquesta de la Escuela Municipal de Música Rosario), Luis El Perro Méndez: guitarra, charango, Mariano Asato: bandoneón, Yayi Gómez: clarinete (Orquesta Sinfónica Provincial Rosario), Susana Rinesi: flauta traversa (Orquesata Municipal de Rosario), Simón Lagier: violín (Orquesta Sinfónica Provincial Rosario), Javier Gómez: violín (Orquesta Sinfónica Provincial Rosario), Marcelo Ajubita: viola (Orquesta Sinfónica Provincial Rosario), María Fernanda Martínez Delfa: violonchelo (Orquesta Sinfónica Provincial Rosario), Domingo Porta: contrabajo (Orquesta Sinfónica Provincial Rosario), y Gabriel Data (prof. dedicación exclusiva de Armonía y contrapunto de la UNR).
Nuestro Cervantes El tiempo es un juez inapelable. Podrá discutirse infinitamente qué es arte y qué no lo es, pero los razonamientos eruditos y las academias no pueden imponerse a su dictamen. A nadie puede asombrar que, puesta a rodar sus desgracias, el gaucho Martín Fierro despertara un apasionado interés popular. Lo inusitado es el fervor con que lo acogieron intelectuales de la talla de Ricardo Rojas y Leopoldo Lugones. Hubo unanimidad en esa aceptación afectiva que se multiplicó, creció y convirtió a José Hernández en nuestro Cervantes. Con él lo compara don Miguel de Unamuno, que elogió entusiastamente su belleza, su originalidad y sus valores universales.
Por qué Martín Fierro hoy El Martín Fierro, como hecho político, merced a la desgracia histórica que padece nuestro pueblo, mantiene una vigencia desgarradora. Los atropellos del poder dominante y las injusticias, con el aparente cambio de actores que trajo el devenir, son los mismos; como misma es la lucha para imponer una patria libre, justa y soberana. En lo literario, es el enfrentamiento con la autodenominada civilización, contra el avasallamiento cultural, en la rebeldía de sostener con dignidad las formas y los valores de lo popular. En lo estético, buscamos formas que induzcan a la comprensión de esa vigencia desgraciada, sin arrasar con lo tradicional, sin deformar la historia, intentando una producción propia, mestiza quizás, pero con un viso de actualidad que acerque.
Adaptaciones al teatro del Martín Fierro El éxito del Martín Fierro se sustenta, desde las lecturas en voz alta alrededor del fogón y en los mecanismos de identificación trazados por los habitantes. Lo gauchesco en el teatro argentino abarca tres etapas bien diferenciadas: la primitiva, desde 1792 a 1884; la de su vida en el picadero circense, que abarca desde 1884 a 1896; y la de su evolución hacia el teatro rural, que se desarrolla con alternativas diversas, hasta el presente. A esa apropiación popular le siguió el aplauso de la oligarquía porteña, congregada en teatro Odeón, ante las conferencias de Leopoldo Lugones que reivindicaban el poema como épica nacional en 1913. Allí quedaba la figura del gaucho, disputada entre lo popular y lo elitista, en una suerte de anticipo del uso del Martín Fierro desde el micro-clima del espectáculo.
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