Esta semana, a la edad de 75 años falleció la poeta y docente Estela Figueroa. Figueroa fue autora de una obra muy valorada, que incluye trabajos como “Máscaras sueltas”, “El libro rojo de Tito”, “A capella”, “Un libro sobre Bioy Casares” y “La forastera”. La triste noticia repercutió en redes sociales, donde muchos evocaron su figura, relevante para las letras.
El propio Paulo Ricci, secretario de Educación y Cultura de la Municipalidad de Santa Fe escribió en la noche del jueves: “Se fue Estela... la Figueroa. Enorme poeta, mujer de frases filosos y también tierna cuando menos lo esperabas. Suavemente y sin estridencias, como sus versos tan preciosos”.
El escritor Enrique Butti, a través de un texto que compartió con El Litoral, también la recordó. “El único consuelo fue recibir, junto con la noticia de su muerte, que su hija Florencia contara que se había ido suavemente. Demasiadas veces habíamos fantaseado con el momento inevitable. No le escapábamos a esa certeza, demasiado admirábamos las páginas de Rilke sobre la muerte propia y nos preguntábamos cómo nuestro cuerpo perdido pasaría a ser ocupado por la figura de la llamábamos “la indeseada”.
“Varios de sus poemas estremecedoramente la reclaman, como el que escribió ante la muerte del querido amigo Kiwi: ‘Emisario/ no de lo que se recuerda/ sino de lo que se olvida/ tu vacío/ tu muerte/ invoco”. O aquel donde cuenta el día en que acompaña a su hermana viuda a entrar en la casa del difunto: ‘Un amigo me dice/ que los poetas tenemos una rara condición:/ como los moretones/ aparecemos después de los golpes’.
“Como lo quería Rilke, sólo la soledad y el aislamiento permite que un poeta, una poeta verdadera como Estela Figueroa, logre apresar lo que suspira el aura nocturna de los durmientes, de las multitudes de seres que fueron y serán, lo que sienten y padecen. ‘Que algo/ quede de mí// Estas manos/ mis poemas’. Para siempre quedan, y esos poemas respiran.