Concordia

Pobreza estructural al desnudo, luego de una tragedia en el basural

Un joven falleció al ser aplastado por un camión y reavivó los reclamos. Su familia está marcada por las carencias y las tragedias.


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Roque “Kiki” Zaragoza tenía 24 años y toda una vida por delante. El sábado 13 de agosto esperó, como todos los días, que llegaran los camiones de la basura al Campo del Abasto de Concordia para revolver entre los residuos y sacar “algo que sirviera”. Eso que esperaba podían ser materiales reciclables o comida “en buen estado” para llevar algo a la mesa.
Así como él, un grupo grande de personas aguardaron hasta que a las 16 llegó uno de los móviles del área de Recolección. En ese vehículo iban dos personas: el chofer, que tiene unos años más que Roque, y el operario, que tiene la edad de su padre. Cuando la “kuka” se puso en posición de descarga, como todos los días el grupo se agolpó y el joven Zaragoza consiguió una de las “mejores ubicaciones”, bien adelante.

Entre los empujones, vieron cómo el empleado municipal accionaba la palanca para abrir las puertas traseras del camión y todos se acercaron. En medio de las maniobras, Roque quedó aprisionado dentro del habitáculo y, aunque los gritos alertaron a los operarios, terminó gravemente herido. Una ambulancia se acercó hasta el lugar y lo trasladó rápidamente hacia el hospital Masvernat, pero ingresó sin vida, nada pudieron hacer quienes intentaron reanimarlo.

El hecho desencadenó un sinfín de reacciones. Las primeras, de quienes viven en el barrio, testigos en primera persona de la pobreza en la que está inmersa Concordia y de la crisis que atraviesa el país. Es que a ellos nadie puede ir a contarles nada, ellos son la cara de esa estadística tildada de negativa, de esa medición del Indec en la que la ciudad siempre está en los primeros puestos en el ranking de pobreza e indigencia en el país.

Según aseguraron ese mismo día, la tragedia se veía venir. “Nosotros sabíamos que esto iba a pasar, a volver a pasar, porque ya lo vivimos”, dijo uno de los vecinos que se acerca a juntar basura, que también aseguró que “acá nadie hace nada. Los empleados del camión no tienen la culpa, a la culpa la tienen los que saben cómo vivimos y no se preocupan por al menos hacer que nuestro ‘cirujeo’ sea digno”.

Con dolor, después de la muerte de un vecino, de un par, piden dignidad. Eso que parecen haber perdido hace rato, a los ojos de todos, mientras revuelven lo que a los demás “les sobra”.

Revivir el dolor


Roque vivía en el barrio Sarmiento, cercano al basural, con sus padres y hermanos. Era soltero y no tenía hijos. Su familia, que se las rebusca para poder llevar el plato de comida a la mesa, sintió el golpe como un recordatorio de que la tragedia está cerca, y de que ese lugar, el Campo del Abasto, se puede llevar lo más preciado.

En 2019 Jésica, una niña de 11 años, murió aplastada por uno de los camiones municipales que fue a realizar la descarga en el basural. La nena se paró en el tanque de combustible del vehículo y la caja golpeó su cabeza, cayó y una de las ruedas la aplastó. Todo ocurrió en cuestión de segundos. Esa pequeña era sobrina de “Kiki”, hija de su hermana Alejandra. Esa hermana, justamente, fue quien decidió hablar.

En diálogo con Mirador Entre Ríos, expresó: “Mi hermano iba siempre a trabajar ahí, yo también lo hice, pero luego no fui más porque perdí a mi hija en ese lugar. Él conocía la manera de trabajar, pero le gustaba estar primero, por eso hace poco la rueda del camión le había pisado el tobillo y lo quebró, pero nadie hizo nada y él se recuperó y volvió”.

“Nosotros estamos muy golpeados por lo que sucedió, y sentimos que a nadie le importa. Mis padres no tuvieron un saludo de ningún político, ni de nadie que les dijera algo sobre el accidente. No podemos salir del dolor y esperamos que esto no quede en nada, es la segunda muerte y todo sigue igual. Si no cambia morirá más gente”, aseguró.

Porque siente que a nadie le importó la muerte de su hija, y ahora la de su hermano, Alejandra es reiterativa con el pedido. Repitió, entre lágrimas, que quiere soluciones y que la “invisibilidad” de los pobres no exista más. “Necesitamos que nos vean, que nos escuchen, y que piensen en un sistema que no sea peligroso”, dijo.

Del silencio a la promesa de soluciones


En junio, un periodista de la TV nacional viajó a Concordia y vivió varios días en la zona del Campo del Abasto. La describió como “un desierto apocalíptico”, un lugar en el que hay desechos materiales, pero también humanos por el olvido en el que viven.

Apenas horas después de que saliera al aire ese informe, empresarios y funcionarios de la concordienses respondieron. Aseguraron que la ciudad no se reduce a esa pobreza, y que también hay bondades en la parte turística para ofrecer y contar a quienes se acerquen. Justamente en eso, que es cierto, se detuvieron el fin de semana del accidente.

Con un feriado incluido, distintas áreas gubernamentales de Concordia publicaban en sus redes sociales oficiales lo exitoso que fue el fin de semana largo, la cantidad de turistas que se acercaron a la ciudad y las estadísticas de ocupación hotelera, positivas.

En medio de todo eso, uno de los invisibles moría en medio de una actividad que dista mucho de ser rentable, aplastado por un camión con los logos de la Municipalidad, pero sobre eso no había publicaciones oficiales, siquiera de condolencias.

Recién el martes, 3 días después de la muerte de Roque, una voz oficial salió a hablar sobre lo ocurrido. Fue el jefe de Gabinete municipal, Alberto Armanazqui. “Lo que ocurrió fue un accidente, y estamos muy consternados por eso. Sabemos que los trabajadores quedaron muy mal y también entendemos el dolor de la familia”, dijo a Mirador Entre Ríos.

Aunque destacó que hay un sistema de control con seguridad, reconoce que no es suficiente. “Tenemos oficiales de Policía y de guardia urbana municipal que se encargan de la seguridad, pero es mucha la gente que va, rompieron y robaron alambrado perimetral que pusimos y pasan. Ahora he instrumentado que se compren cámaras para colocar en los camiones, así los operarios ven si hay alguien haciendo algo que pueda ser peligroso, más allá de que los vehículos nuevos tienen sensores”, expresó.

Sobre lo que harán desde la Municipalidad, comentó: “Vamos a dejar que la Justicia haga su trabajo y lleve adelante la investigación del caso. El municipio ya ha instruido a la parte legal para que se haga el sumario administrativo correspondiente para ver si hubo errores cometidos tanto de la parte municipal como de la seguridad y que nunca más se dé una situación así”.

“Las muertes nos golpean y nos dan cuenta de una situación social difícil, que es una realidad, pero hacemos lo posible para superar. Estamos haciendo una obra para que ese lugar sea ejemplo en el tratamiento de residuos, y también trabajaremos para contener a quienes van ahí a juntar los desechos. No queremos que pase más esto, las vidas valen más que cualquier cosa”, finalizó.

Mientras tanto, los Zaragoza lloran la segunda muerte en 3 años, en el mismo lugar y de la misma manera. Y las pérdidas siguen siendo una muestra de que la pobreza no es una mera palabra que forma parte de una estadística, y que la vida pende de un hilo cuando las necesidades llevan a correr riesgos.

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