Lucía Dozo
Delia Crochet nació en Rosario en 1947, pero vivió en la localidad de Totoras hasta los 18 años. En 1966 regresó a Rosario, donde residió hasta el momento de su fallecimiento, ocurrido en 2011. Licenciada y profesora en Letras por la Universidad Nacional de Rosario, fue colaboradora del Suplemento Cultural del diario La Capital. En 1998 ganó el primer premio en el Concurso Municipal de Cuento Manuel Musto con su libro Bajo la quieta luz de un farol. Otras de sus obras son los cuentos reunidos en Decir ahora (publicado por la editorial cordobesa Alción en 2007) y La forma de la manzana (publicado por la también cordobesa Ediciones Recovecos en 2008). Otros cuentos de su autoría se publicaron en volúmenes colectivos como La Noche de los Leones (Ediciones La Cachimba, 1994), El cuento ilustrado (Editorial Municipal de Rosario, 2001), Rosario de Antología I (Desde la gente - Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, 2004) y Autopista (Raíz de dos, 2010).
En el blog Narradoras argentinas, que durante muchos años llevó adelante la escritora María Teresa Andruetto, se incluyen fragmentos de críticas sobre la obra de Delia, por ejemplo, la realizada por Elvio Gandolfo en la revista La mujer de mi vida: “Crochet tiene el secreto del cuento: concentración, sorpresas menores que resultan mayores y libertad para volar. Sus personajes parecen pálidos, agobiados, pero viven en todo su espesor sus fragmentos de vida. Porque los escribe alguien que sabe rescatar con la energía intacta sus momentos más duros o más luminosos”. En el blog, Andruetto señala que “esta cuentista narra los modestos fracasos de la vida provinciana, el deseo, el desamor, la traición y la frustración de sus mujeres”.
En diálogo con Osvaldo Aguirre en el Suplemento Cultural del diario La Capital, en el año 1999, Delia Crochet hablaba de este modo sobre su proceso creativo: “No tengo mucho más que una situación al empezar. Quizás sí a un nivel inconsciente. El modo de revelarlo es escribiendo. Yo estoy absorta, viendo qué está pasando, sin poder manejarlo demasiado, ante esa negatividad de la lengua, que te pone un límite, esperando esa revelación, esa manifestación. Me interesa muchísimo el lenguaje. Peleo mucho por hacer una tarea de limpieza de lugares comunes, de estereotipos”.
Gorodischer dice sobre Crochet En 2007, en la presentación del libro Decir ahora, Angélica Gorodischer afirmaba: “Son veintidós cuentos. Me arriesgaría a decir que todos son diferentes, que cada uno narra una experiencia, casi siempre desesperada y que en cada uno los episodios, las peripecias se van desenvolviendo según una trama intocada por los demás. En todos ellos, ellas, quienes se mueven a través de los párrafos, dicen, tratan de decir, a veces sin palabras y solo con gestos, lo que aman, lo que desean, lo que odian, lo que persiguen, lo que han dejado atrás. Y no lo logran. Es Delia en cambio, la que logra que sus personajes se sirvan del lenguaje o de la ausencia de lenguaje para mostrar las entrañas de su desesperanza”.
Publicaciones recientes como homenaje
A través del sitio Mulita digital, coordinado por el escritor Mariano Quirós -que se presenta como “un panorama posible de autoras y autores literarios, un panorama cultural y artístico argentino” y puede consultarse en https://mulitadigital.com.ar/-, se incluyen dos críticas sobre el libro La forma de la manzana, en la sección Notas, que se propone junto a otras secciones como Editoriales, Entrevistas, Cuentos y Festival Mulita, encuentro organizado anualmente en Resistencia.
Mariano Quirós introduce la nota “Delia”, de Beatriz Actis, con estas palabras: “Admirada y reconocida desde un murmullo más bien asordinado, pero no por eso menos elocuente —“tiene el secreto del cuento”, decía de ella Elvio Gandolfo— Delia Crochet fue una escritora rigurosa, atenta a la forma (La forma de la manzana, de hecho, es uno de sus títulos), lo que se dice, una artista”. Se reproduce el texto de presentación de Actis de ese libro, que se llevó a cabo en Rosario en el año 2008. Allí se señala: “Una de las claves de la eficacia narrativa de estos cuentos es que las percepciones de la realidad suelen aparecer como tras un velo, a través de un trabajo en el límite, llevado por supuesto también al plano del lenguaje, en cuyo aparente registro objetivo se descubren las huellas de la subjetividad de los personajes, que finalmente determinarán los sentidos del relato. Llama la atención en La forma de la manzana la minuciosa composición de cada uno de los relatos, en los que la información es siempre mucha, pero también de alguna u otra manera, equívoca, enigmática, fragmentaria”.
Germán Parmetler señala en su nota “La manzana y su forma” que “los cuentos de La forma de la manzana (Recovecos, Córdoba, 2008), de Delia Crochet fueron publicados, como indica el dato, hace catorce años. Es un lapso difícil para imaginar cómo se sigue leyendo una obra. Pasados catorce (u ocho o diez) años, ya se empieza a estar (aunque aún no se esté) ‘pasado de moda’. Después de veinte o veinticinco años de publicación, tal vez sea otra la historia (se rejuvenece, o envejece, bien o mal, pero definitivamente), y el tiempo –con la formación de los gustos, influencias sobre las novedades y mercado lector– va dejando sus hitos en la literatura. Esto al menos reduciría el trabajo de selección. Pero ya serían veinticinco o veinte años. No es nada para el tango, sí para la narración literaria.
Y dicho sea de paso, ya que nombramos la música ciudadana, el primer libro de cuentos de Delia Crochet es de 1998 y se llama, en esa tradición argentina de títulos tangueros, Bajo la quieta luz de un farol. Nada tiene que ver con el barrio (o con el tango) este libro de cuentos que hoy presentamos. Pero, como una música conocida (nos guste o no), hace catorce años o en la actualidad –con una firmeza tímida de clásico– los cuentos de La forma de la manzana no resultan indiferentes a la lectura, porque, como música ejecutada bien y a tiempo, se dejan escuchar. El espacio, en apariencia impreciso (pieza de ciudad, pueblo de ruta) va ganando certeza por avanzar más desde un adentro (interiores humanos en habitaciones), igual de peligroso que el afuera, que aparece a ramalazos por los cuentos, con promesas de violencia urgente y libertad que se va complicando –si nos proponemos una lectura tradicional– hacia el cierre del volumen. (…) Quince cuentos en total, como un alegato solapado en contra del afán por la novedad, del fetiche por la fundación de un territorio geográfico y del peligro de vivir movidos por fantasmas. Las mujeres de este libro son anteriores al Ni una menos, pero ya lo relataban –como en todas las épocas–, y los prejuicios, violencias y frustraciones que acá se imaginan aún persisten dominantes en la realidad”.