Sergio Ferrer
deportes@miradorprovincial.com Carlos Monzón versus Bennie Briscoe (alias “Bad Bennie”, o Bennie “El Malo”), sábado 11 de noviembre de 1972. Estadio Luna Park de Buenos Aires. Sexta exposición titular del santafesino, quien hasta allí había defendido en cinco ocasiones –todas en forma categórica- el cinturón unificado AMB-CMB del peso mediano que le había arrebatado a Nino Benvenuti en el Palazzo dello Sport de Roma, el 7 de noviembre de 1970.
Siempre hemos recordado este combate, del que ya se cumplieron cincuenta años, como “La noche del reloj” (*). Y lo hacemos así, por un hecho puntual, muy conocido, quizás sin tener en cuenta un detalle que no es crucial, pero que nos sirve para aplicar a nuestro modo el ejercicio de la memoria: la pelea fue de tarde, para que pueda ser televisada a Europa en un horario nocturno apropiado, ya que fue transmitida a Francia, Italia, Holanda, Dinamarca, Austria, Bélgica y Noruega (además de Estados Unidos, Canadá y Puerto Rico).
La pelea fue de tarde, repetimos, pero siempre la recordamos como “la noche en la que Monzón estuvo al borde del nocaut”. Por eso, no podemos dejar de enfatizar, como manifestamos en el título de esta nota, que esta fue “la tarde que se hizo noche” para el púgil santafesino. Y es que el pupilo de Amílcar Brusa, conectado por un violento y casi devastador cross de derecha de Briscoe a la mandíbula (si hubiera sido a la sien, Carlos no hubiese “contado el cuento”), experimentaría un momento de indisimulable zozobra y peligro.
Repasemos. Eran las 19.03 de aquella atípica jornada sabatina. Iban 1 minuto y 54 segundos del noveno capítulo cuando Monzón recibió el piñazo de Briscoe en su quijada, del lado del ring que daba a calle Bouchard. Tras seis segundos de abrupta desincronización y espasmo, pudo salir indemne de dicho trance, con algo de lucidez y cierto decoro: abrazó a Bennie con practicidad y astucia, miró el reloj que indicaba el tiempo que iba del round –el que estaba del lado de avenida Madero e indicaba que faltaba algo menos de un minuto para que suene la campana- y, una vez separados por el árbitro Víctor Avendaño, le hizo errar por milímetros otra derecha terrible a su rival. Antes y después del golpe histórico, del que tanto se habló y aún se habla, “Escopeta” dominó con autoridad y amplitud a Briscoe, obteniendo una victoria por puntos sin discusión en quince asaltos.
“Vengo a ganar por nocaut”
Según lo publicado por El Litoral en aquellos días, el ingreso de los pugilistas estaba previsto para las 18.10 y el inicio del pleito a las 18.20, aunque dio comienzo recién a las 18.30 para ser exactos, es decir a las 22.30 en gran parte del viejo continente. Pedro Oscar “Cacho” Roteta, que era el enviado especial del diario, entrevistó previo al combate al rapado Briscoe –a quien se refería como “hombre de color”, tal como se acostumbraba a identificar a los pugilistas morenos o de raza negra estadounidenses antes de aceptarse universalmente su condición de afroamericanos-, y le preguntó si tenía algún problema con que la pelea se hiciera de tarde, a lo que el púgil originario de Augusta contestó: “Toda hora es buena para ganar”.
Es que Bennie “El Malo”, que era “mata ratas” en serio –pues estaba empleado en el deprtamento de desinfección del municipio de Filadelfia, ciudad donde residió toda su vida (luego sería recolector de basura)-, se tenía una fe ciega y precisa. “Ganaré por nocaut, Monzón no va durar más de seis rounds, además esta es la única chance que tengo de triunfar, si la pelea se define por puntos es muy difícil que los jurados argentinos me declaren vencedor”, había dicho al llegar a Ezeiza, en la mañana del viernes 3 de noviembre de 1972, ante la requisitoria de la prensa local.
Carlos hacía su pelea número 91. Contaba con 77 victorias (54 antes del límite), solo 3 derrotas (ninguna categórica), 9 empates y un combate sin decisión en 90 apariciones rentadas. Llevaba 70 peleas y poco más de ocho años sin conocer la derrota, ya que la última había sido el 9 de octubre de 1964, en la ciudad de Córdoba y a manos del puntano Alberto del Carmen Massi (“Pirincho”), al que luego vencería en tres ocasiones, mostrando una clara superioridad.
Briscoe, por su parte, tenía 55 peleas profesionales. 43 ganadas (36 antes del límite), 10 derrotas, 1 empate y 1 nulo. Su único empate, a diez vueltas, había sido justamente con Monzón y en el mismo Luna Park, el 6 de mayo de 1967. No sabía lo que era perder por la vía rápida. Y no lo sabrá hasta el 25 de mayo de 1974, cuando el colombiano Rodrigo Valdés lo superó por nocaut técnico en siete vueltas.
(*) Con dicho nombre, este 16 de noviembre se brindará un tributo periodístico deportivo a Carlos Monzón en la planta alta de Bar Sur, Av. Freyre y Juan de Garay. Participarán, entre otros, los especialistas Carlos Irusta y Néstor Giuria.