Y el fútbol…Contó un cuento, tituló en una de las tantas notas de su larga carrera Ezequiel Re, está vez, en Mirador. Y el cuento fue feliz, tuvo un broche dorado, la que tanto anhelamos. Pero para una generación, el cuento fue eterno, sufrido, llenó de pálidas. Una generación de Cebollitas, que vivos hace poco más de un año por primera vez campeón a la Selección con la Copa América, después de verla pasar en el 2007, 2015 y 2016; coronar con la Finalissima, y verla por primera vez con la de Oro.
Ya no me lo cuenten más, lo viví en carne propia, lo sentí, lo lloré y festejé. No me cansé, porque si algo amo, es hablar de fútbol, de recordar viejas epopeyas, pero estaba “harto” de que escuchar, en el 86 festejamos así, lo que fue el 86. Mi viejo, el que me transmitió una pasión que la tripliqué, siempre me contó cómo fue, cómo lo vivió, la euforia. La vida es lo que pasa entre Mundial y Mundial y ese había su Mundial, con Maradona.
Nací en el 95, cuando ya la sequía Argentina comenzó, dos años después del último título (1993 Copa América) y casi 10 de que el Diego se transformó en Eterno en el Azteca. Los primeros recuerdos bien futboleros fueron los del Mundial 2006 (del 2002, creo que, como todo el país, poco registro), la emoción de faltar a la escuela para ver fútbol, del gol de Maxi gritando y saltando en la cama solo por estar enfermo, la tristeza de los penales de Alemania.
Al año siguiente, con mi viejo, no nos perdimos un solo partido de la Copa América, la del 2007, de un elenco que recuerdo brillaba, pero me encandiló un tal Messi entre Román, Aimar, Verón, Crespo, Tevez. Llegó el primer golpe, el primer sub campeonato. Cebollita Sub-Campeón.
Pasaron los años, Patronato se robó el foco de todo en mí, esperando en 2010 tener un festejo doble, con el ídolo de chico de muchos siendo el entrenador, con nuestro Maradona vistiendo la 10. Otra vez Alemania, otra vez en 4tos de final, la instancia que conoció por mucho nuestra generación, mí generación, que en 2011 pudo ver a la celeste y blanca en el país, pero fue un paso la Copa América.
Y llegaron los golpes duros, ya siendo muy consciente de todo, el 2014, un Mundial que fue de casa en casa, de abrazo con amigos imborrables, de festejos en la plaza, pero el gol que quebró una ilusión que jamás había vivido. Cebollita, Sub-Campeón.
“Jamás vamos a ver campeón del Mundo a Argentina”, dijo en la bronca mi mejor amigo de la infancia Augusto. Frase que me quedó grabada hasta hoy. Porque los Cebollitas, nosotros, vivos pasar las Copas varias veces, en el 2015, 2016. Brillo total y en las finales no se dio. Augusto, el “Narigón”, parecía tener razón. Se acrecentó en el 2018, cuando en 8vos dejé de ver un Mundial.
Pero el cuento, de tanta mala como novela turca, hubo alegría. Porque de nuestra generación saltaron al campo para acompañar a Messi, Otamendi y Di María, porque pibes como nosotros, de nuestra edad, menores, llegaron para sacar campeón a Messi, nuestro Maradona incompleto, nuestro ídolo, por el que aprendimos la resiliencia, de insistir, al que vimos brillar, pero también al que denigraron. Nuestra generación, los Romero, Martínez, De Paul, Paredes, Álvarez, entre otros, quisieron dejar de ser Cebollitas, y nos dieron un Maracanazo. Una alegría dentro de tantos sub campeonatos.
“Deje de vivir sub-campeonatos”, le conté a mi mujer tras el pitazo final. Alegría, algarabía. Meses después, una Finalissima, baile italiano, otra alegría, sumada a la que venía en camino, Thiago. Y el 2022, terminó siendo completo, fui papá, pudo cubrir al Patronato Campeón de Sava, coronando el sueño periodístico y personal, después de tantos años de chico yendo con mi viejo a la cancha y de terminar el año, viviendo lo que tanto me cansé de escuchar.
Argentina es Campeón del Mundo, con nuestro Messi cómo su Maradona, con nuestro Otamendi siendo su Ruggeri, con De Paul siendo el Checho Batista, Álvarez en modo Valdano, Kempes o Passarella, el Tolo Gallego, el Pato Fillol o Nery Pumpido, el que quieran, para nosotros, que crecimos en su momento con el Pato Abbondanzieri, ahora es el Dibu.
Ya quedó en el olvido el ‘Volveremos a ser campeones como en el 86’, que me perdonen los de aquella generación, que en 8 años vivieron dos campeonatos del Mundo, acá hay otra, que se cansó de ver sub-campeonatos, que llenó cada plaza o monumento porque fue nuestra primera vez, se quitó al espina del zapato, o tal vez, al Cebollita. Porque mi amigo del alma, de la infancia, Augusto, con otros grandes amigos, festejaron en la plaza, cómo millones y millones.
Ahora solo espero que mi hijo, Thiago (al que asusté con un solo ‘Vamo Dibuuu’), no tenga que esperar 28 0 36 años para festejar con la Selección, esta vez, con su abuelo y su papá, pero que siga acostumbrándose a ver a la Argentina en lo más alto.