Historias
Cocinero de río
Cacho Carranza es un personaje que en La Paz, disfruta día a día de la atención en su restaurante. En MIRADOR ENTRE RÍOS te contamos su historia y la manera de cómo arrancó a cocinar para otros.
Su nombre es Héctor Eduardo Carranza, pero todos lo conocen como “Cacho”. Junto a su esposa y sus hijos emprendió en la década del 90 una extensa carrera en la gastronomía paceña. Hoy, su hijo mayor tiene un restó-bar propio y la familia continúa con su restaurante en un conocido hotel de La Paz.
Amable, tranquilo y apasionado por la creatividad en la cocina, el popular “Cacho” nos recibió en una de las mesas del lugar, mientras comía una enorme milanesa de surubí con limón. Su plato insignia puede ser el brochette de surubí o la paella de río, pero él confiesa que siempre le está buscando la vuelta a la innovación con los productos regionales, de esa manera llegó a lograr unas piezas de armado rebozado que son furor en su local gastronómico.
–¿Cómo arrancaste a cocinar?
–En realidad fueron mis hijos los que empezaron con esto. En el año 1996 tenía una distribuidora de cigarrillos y golosinas, y mi mujer “Paquita”, junto a mis hijos Gonzalo, Magalí y Guido, comenzaron con una pizzería en un local céntrico de La Paz. Gonzalo y Guido ayudaban a un cocinero; Magalí era adicionista y mi mujer y una amiga hacían de mozas. Como la situación económica empeoró, tuve que cerrar la distribuidora y de vez en cuando los ayudaba. Hasta que un día había que reemplazar al cocinero que se nos fue y me hice cargo de la cocina. Indudablemente, la gastronomía estaba en el ADN de la familia.
–¿Cómo continuó tu carrera como gastronómico?
–Unos años después, me llamaron del Club Social para que abra el restaurante en ese lugar frente a la plaza principal. Lo converso con mi familia y nadie estaba de acuerdo. Sólo una persona me dijo que le pegue para adelante; fue Nicolás Yelpo. Me dijo: “agarralo que vos lo vas a hacer funcionar”. Le hice caso y arranqué en septiembre del 99. Nos fue bien, y como teníamos que elaborar comida para servir en los salones, comencé a leer y estudiar mucho más sobre gastronomía.
Después, en 2006, nos fuimos a un local del puerto, donde con un socio abrimos otro emprendimiento y como las cosas no funcionaron como queríamos, nos separamos y con mi familia abrimos el primer Garibaldi, nombre del actual restaurante, ubicado en el hotel La Cautiva.
Coincidencias
–¿Por qué Garibaldi?
–Cuando estábamos por reabrir ahí en el puerto, mi amigo “Yiyi” Mingo, me dijo que le ponga así. Al principio estaba en duda porque había una canción con ese nombre y pensé que me iban a cargar. Pasaron unas semanas y una mañana viene a traerme pescado “el último palanquero”, Horacio Galván, y le comento que estábamos analizando lo del nombre y él me cuenta que cuando ese local no existía, le pidieron permiso a la dueña del terreno para hacer un rancho para las juntadas con amigos y que ellos traían paja de la isla Garibaldi. Me llamó la atención esa coincidencia con el nombre que me habían sugerido y me decidí. Antes, había leído sobre la historia de ese personaje.
Giuseppe Garibaldi fue un militar revolucionario italiano que participó con la escuadra riverista de la batalla de Costa Brava, cerca de La Paz, librada contra la Confederación Argentina al mando del Almirante Guillermo Brown.
–¿Cómo ves la gastronomía paceña?
–Normalmente siempre fue buena, hubo empeño de los dueños de preocuparse tanto por la atención como por la calidad de la comida. Nosotros de por sí somos amables, en general, en La Paz. Eso suple un montón de cosas de lo que puede ser la falencia en cuanto al servicio. Tuvimos épocas en las que sólo había dos restaurantes en la ciudad. Hoy hay tres; y 21 locales que venden comida.
Visión
–¿Qué opinión tenés del turismo en la ciudad?
–A título personal creo que la ciudad ha tenido un gran problema. Hemos tenido buenos secretarios de turismo, pero no sabemos vender la ciudad. No se administra, no se proyecta. No tenemos una identidad, tenemos que lograr una marca. Si vos decís Gualeguaychú, decís carnaval; si decís Colón, decís playas. Si decís La Paz, podés decir varias cosas, pero no tenemos algo que nos identifique. Tenemos muchos productos, pero nada que nos identifique por sobre todo. En la provincia es raro que el turista se quede más de tres o cuatro días. Fijate que estamos en el centro de la Mesopotamia, estamos a mano de muchas ciudades importantes y nunca lo aprovechamos. Esto que te digo ha atravesado muchas gestiones y creo que no es fácil, porque tienen que hacer los deberes tanto la parte pública como la parte privada y obviamente los ciudadanos.
–¿A qué famosos atendiste?
–El primero fue Antonito Tarragó Ros. También a Abel Pintos, Carmen Barbieri y Santiago Bal, Juan Ramón, el “Chango” Spasiuk, “Acero” Cali, “Yuyito” González, Pablo Alarcón, el Chaqueño Palavecino. Pero te digo que no soy cholulo, no me gusta molestarlos. Si me llaman, voy y saludo, pero la idea es que estén tranquilos y eso ellos lo sienten acá en La Paz.
–¿Qué es lo más raro que te han pedido los clientes?
–Lo primero que me acuerdo es un té de orégano y otro pidió un té de lechuga. Después tuvimos un cliente que nos hacía hacer los tallarines hervidos en vino tinto. Otro pidió mamón con aceite de oliva y pimienta negra.
El primer ciber
“Hay algo que pocos saben y es que nosotros trajimos el primer ciber acá a la ciudad. El cable de Santa Elena tenía el servicio de internet allá por 1997 y como mi hijo Gonzalo desde chico manejaba todo ese tipo de cosas, instalamos una computadora en el salón de la pizzería y durante mucho tiempo tuvimos un solo cliente por mes. Era un ingeniero que venía del campo a ver sus correos”, recordó Cacho Carranza.