Es una suerte de shopping a cielo abierto que suele medir los niveles de tensión económica de la ciudad. Frente a reiteradas crisis y, ahora, ante una escalada inflacionaria desmedida, la feria se expandió y, así, se convierte en un lugar atractivo para vender lo que se pueda y llegar a fin de mes.
Una de las ferias populares más grandes de Rosario es la Homero Manzi, en la zona sur de la ciudad. Actúa como una suerte de termómetro de la pobreza ante la cantidad de personas que se suman semanalmente a vender cualquier tipo de producto para tratar de ganar algo de dinero y llegar a fin de mes. En los últimos años, por la crisis económica, el volumen de vendedores se multiplicó.
La Saladita rosarina se encuentra entre las calles Lainez, Salva, Avenida Bermúdez y Rui Barbosa, muy cerca del Parque Regional Sur. Con puestos fijos, mantas y carritos de todo tipo, los fines de semana ese rectángulo se convierte en un verdadero shopping al aire libre en el que se puede encontrar desde prendas de ropa hasta electrodomésticos usados o repuestos de auto.
Ante algunos cambios de hábito en el consumo, impulsados por la pandemia, que implican acercarse más a los negocios de barrio, la mega feria de la ciudad se presenta como una oportunidad atractiva para distintas familias que necesitan rebuscársela para cerrar el mes.
Sin embargo, un cambio de paradigma que se viene dando en los últimos años por la crisis económica es que, además de la cantidad de nuevos vendedores, también están llegando algunas empresas que ven la posibilidad de exponer su mercadería por fuera de lo que sería el circuito tradicional.
En tiempos de crisis inflacionaria, la Homero Manzi se convierte en el epicentro de decenas de personas que, mediante changas, se acercan tratando de vender lo que tienen a mano. Es un núcleo que concentra muchos feriantes y manteros; es un reflejo del estado de salud de la economía local.
Según cuenta a Mirador Provincial, uno de los representantes emblemáticos de la feria, “se duplicó” la cantidad de feriantes que están trabajando los fines de semana. “Por supuesto que hay relación con el aumento del desempleo y el no llegar a fin de mes”, admite, pero puntualiza que se convirtió en el último tiempo “en un negocio sin control”. La expansión de La Saladita sobresale ya de la plaza, y “se extiende como en forma de L por las calles Lainez y Bermúdez” al punto de que suman “más de mil” las personas que se instalan los sábados y domingos.
Desde la óptica de Saucedo, ya no son solamente desempleados que buscan una oportunidad de ganar unos mangos en la plaza, sino que también “llegaron empresas mayoristas” con sus productos. Obviamente “no exponen las marcas ni hacen mucho ruido”, pero los trabajadores de las firmas se hicieron un lugar y “están vendiendo todos los fines de semana”, subrayó.
Parece que una de las ferias más importantes de Rosario no solamente desborda de puesteros sino también de nuevos interesados en ofrecer allí su mercadería. La entrada de empresas mayoristas “no es un buen síntoma para nosotros”, aclara, porque entiende que se trata de una “competencia desleal” y le quitan espacio a personas que realmente necesitan trabajar.
Frente a una disparada de precios sin control, la plaza Homero Manzi se convierte en el escenario ideal para que proliferen nuevas oportunidades de negocios, pero fundamentalmente para que los excluidos del sistema puedan subsistir con sus changas, aunque sea.