Autodidacta por elección tanto en la música como en la literatura, uno de los fundadores de la banda de Rock Patagonia Revelde, Ariel Zappa el profesor de Ciencias de la Educación, cuenta a Mirador Provincial sus inicios literarios en un barrio de la zona sur de Rosario, el encierro obligado en su cuarto por cierta etapa de la última dictadura militar y su extrema timidez que aun de adulto persiste a la hora de afrontar situaciones.
Pablo Bigliardi (*)
Ariel Zappa nunca pudo descifrar con exactitud por qué lado empezaba su forma de tocar la guitarra y por dónde podía fusionarla con la literatura. Aprendió solo, como lo hizo con casi todo, porque se considera "muy básico" y le cuesta mucho estudiar. Con la guitarra iba pulsando entre prueba y error, y cuando presionaba los dedos y los tonos en su justo traste entendía que armaba acordes. Siguió los mismos parámetros en la literatura. Escribe desde muy pequeño y antes que nada fue un lector de lo más aleatorio ante cualquier libro que cayera en sus manos.
“Un lector que escribe y un melómano que compone y escucha porque no me daba la cabeza para aprender algunas cuestiones de la música. Podían explicarme hasta diez veces y no las entendía. También leía todo lo que me aparecía por delante: libros folletines, revistas, recetas, diarios; la curiosidad me salvó. El libro con el que inicié mi lectura fue uno sobre el secreto de las pirámides hasta que apareció en casa El extranjero, de Albert Camus y me voló los pocos pelos que me quedaban. Me desbordaba tanto que no paré de leerlo, casi como una droga que consumía y me sacaba del estado Alfa. Tenía 16 años y llegó a la biblioteca de mi casa porque pasaban por el barrio los vendedores del Club de Lectores y mi viejo pagaba una cuota mensual. Leí una compilación de cuentos del Turco Asís que se llamaba La lección del maestro y compraba las colecciones completas de cada escritor porque no tenía quién me la devolviera redonda o sea, no había nadie que me aclarara literariamente, ¿a quién le preguntaba? A nadie, porque soy profundamente tímido, me daba vergüenza preguntar. De hecho, en esta conversación me están transpirando las manos y a veces tiemblo, pero hoy no. Y lo mejor que tengo para mostrar es lo que produzco a través de mi música o mis escritos. De lo que me puedo jactar es que me formé casi sin ningún prejuicio musical. Porque en casa se escuchaba a Cacho Castaña, Cafrune, Roberto Rimoldi Fraga, Hernán Figueroa Reyes, Sandro. Después viene el rock de la década de 1980 en su máximo esplendor y en ese abanico musical, nunca tuve a nadie que me guiara, iba para el lado que me llevara el viento. Después fui a los talleres literarios de Marcelo Scalona y Andrea Ocampo, y ahí pude leer todo lo que se puede decir literario desde Borges hasta Mariana Enríquez. Era como decir “Ahhh” a cada instante. Antes era como subir una escalera de un solo paso y enterarme hasta hoy que por ejemplo la escala pentatónica era una nota que yo sacaba siempre desde pibe. Porque escuchaba los casetes o discos y grababa en los TDK mis ensayos entre pruebas y errores cientos de kilómetros de cintas”.
Inicios primarios
En la etapa de la primaria, Ariel podría haber percibido que el destino, a través de la última dictadura militar, le estaba otorgando -para bien o para mal- posibilidades de adquirir experiencia, capital inicial para sus letras. Esa etapa de encierro, en la que su única salida era hacia el colegio, le sirvió para incubar su creatividad, ¿qué hubiera sido de Ariel si en el mundo feliz de otra dimensión hubiera jugado con sus amigos en la vereda del barrio? Serán elucubraciones para la próxima vida: para comparar, componer, escucharlo y leerlo, lo tenemos en esta.
“Para ir a la escuela tenía que salir por Callao y para cruzar Arijón, iba hasta Ovidio Lagos, caminaba tres cuadras más para volver a Callao por donde recorría otras tres cuadras, cruzaba la vereda y seguía unos pasos más hasta entrar en la escuela. Esquivaba a los milicos que tenían un puesto en cada vereda y los operativos eran moneda corriente. Fuimos testigos de situaciones horribles y esas experiencias me sirvieron para escribir en la contratapa del Rosario 12, un cuento nombrado Era el miedo, en ese relato intento la inocencia de la mirada con que lo vi. Otra situación fue pasar por la casa agujereada, así le decíamos con mis amigos. Una casa en donde hubo militantes montoneros y los militares llegaron a tirar un arsenal completo matando a todos los que estaban ahí adentro. Recuerdo que la puerta de madera no tenía un solo centímetro sano de la cantidad de cuetazos que les metieron. Y nosotros pasábamos por ahí con la curiosidad de intentar ver algo. Pienso en mis hijos que hoy tienen la misma edad que yo tenía en aquella época. Me cuestiono si ellos hoy tuvieran que vivir eso y cómo hice yo para convivir en esas situaciones de miedo.
La escuela primaria era religiosa y formaba parte del grupo juvenil de la parroquia porque ahí podía tocar la guitarra. Le dije al cura que sabía tocar, pero sólo sabía dos o tres acordes locos. Después de esa primera misa, me miró y me apuntó con los dedos: “vos no sabés tocar la guitarra” y se reía. Ahí armé el grupo de amigos y viajábamos a Formosa en el verano. Me gustaba aquello de alfabetizar, generar comunidad, laburar con la liga agraria y también evangelizar. La primera vez que escucho a Gramsci es a través de un cura y de un grupo que trabajaba en pos de los derechos humanos. Sabíamos ir a Buenos Aires a reunirnos con otros curas interesantes. Era la parte de la Iglesia que tenía otra mirada que a mí me convencía, pero me alejé cuando empecé la carrera de Psicología en Facultad, que abandono cuatro años después para hacer Ciencias de la Educación. Empiezo a tener otras lecturas, otras relaciones con otra gente y a la vez estudiaba en la Escuela de Música que estaba en Laprida y Rioja, con profes como Fandermole, Farabelli. Ojo que casi me hago cura, pero todo eso se va a la mierda en la convivencia con la gente de la Facultad. Ese es el gran primer quiebre en mi vida”.
La banda de rock
"Estuve casado cinco años y tuvimos un hijo con mi compañera. Luego tendría otro con mi actual compañera. Cuando me separo por primera vez voy a parar a una pensión, un tipo petit hotel en la calle Sarmiento entre Cochabamba y Pasco, ahí conozco Francisco que ya estaba tocando con bandas de Buenos Aires y viajaba bastante. Él me escuchó tocar la guitarra en el patio y empezamos a conversar sobre música, de mi fanatismo por León Gieco y el ídolo de Francisco era Ricardo Iorio".
"Francisco es el que armó la banda y hablamos de Patagonia Revelde, de cómo armarla y yo, no me había subido nunca a un escenario. La característica de esa época era que ensayábamos en la casa de Gregorio Dángelo, que era el bajista en un estudio por la calle Jujuy entre Paraguay y Roca. El hecho determinante es cuando le muestro a una amiga el disco, ella tenía un amigo de Casilda, un tal Urraco, que trabajaba en Telefe. Era editor y en aquel momento musicalizaba la novela Montecristo. Escucha el disco y viene mi amiga y me dice: 'Che, le gustó el disco'. La cosa es que metemos dos temas en la novela, uno que se llamaba 'Mi corazón' que era el corte del primer disco y 'Siempre he de volver' que tenía que ver con la temática de los desaparecidos. De ahí en adelante empezamos a tocar en todos los lugares".
"El disco se escuchaba a diario en la novela y nuestros amigos nos preguntaban, ¿cómo hicieron? Y nosotros contábamos el juego este de las casualidades. Ese era nuestro primer disco, Humo del tiempo. Recorrimos toda la provincia de Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, provincia de Buenos Aires y buena parte de la Patagonia. Logramos dejar de poner plata porque nos auto abastecíamos con lo que ganábamos en los recitales. El segundo se llamó Para bien o para mal, salió en el 2007 y llegué al tercer disco Animalpalabra, en el año 2009, el nombre es uno de los poemas de mi libro y me fui de la banda en el 2011".
La banda literaria
Al leer los libros de Ariel, se puede ver su intervención estilística en varias de las canciones de Patagonia Revelde. Se aprecia su tono, su mirada de la realidad y cierta forma genuina y original de armar palabras. En el año 2003 recibe el primer premio que organiza la editorial “De los cuatro vientos”, con su libro de poemas 1.500 fuegos y una madrugada en llamas. En el año 2009 publica el libro de cuentos Ni el tiempo ni la distancia, mientras que participa activamente en antologías, en la contratapa del suplemento Rosario 12 hasta el año 2014 y es autor de las obras teatrales Caída libre y La estatua de la patria.
“Mi papá vivía en el campo, cerca de Coronel Domínguez y vino a la ciudad de grande. Tuvo que vender el campo porque lo perdieron con mi mamá y se compraron la casa en Arijón y Callao. Traían todo el desarraigo que lo vivimos en casa. Ayudé a mi papá en una empresa de transportes que él mismo creó. Repartíamos vino y gaseosas y cuando quebramos, yo decido irme y deposito la plata en el Banco y me la morfa el corralito. Ahí me di cuenta de que mi plata no iba adonde iba mi corazón: iba al Banco. Me decía a mí mismo: “si vos escribís poesía y tocás la guitarra, ¿me querés decir porqué carajo ponés plata en un Banco?” Lo primero que hice cuando pude sacar algo de la plata, fue participar de ese concurso y gané y me miré al espejo y me dije: “jodete por imbécil”. El resto del dinero lo recuperé en pesos y se disipó en no sé qué. Entonces me invitan a Buenos Aires para participar del evento de premiación y yo no quería ir y los organizadores insistían que fuera. Los premios se develaban en ese acto y bueno fui y después del tercero y segundo premio escucho mi nombre, ¡había ganado el primer premio! No lo podía creer aparte de la enorme vergüenza de tener que bajar caminando hacia el centro del auditorio… y con eso me publicaron el libro de poesía”.
Hace poco tiempo Ariel publicó su primer disco solista: Hacia dónde miraremos cuando se apaguen las pantallas. Se puede escuchar desde este link.
* Pablo Bigliardi, montó una biblioteca en su peluquería desde donde fomenta la lectura sugiriendo escritores tanto emergentes como conocidos a cuya obra también se las reseña en redes sociales o diarios y revistas culturales.