El miércoles 15 de marzo a las 19, en el marco del Día Nacional de la Accesibilidad, Daiana Travesani presenta su libro "Me proclamo disca, me corono renga" (Editorial Laborde) en el Petit salón de Plataforma Lavardén, con entrada libre, donde habrá intérpretes de LSA e ingreso accesible garantizado.
La joven escritora y trabajadora de la UNR fue mediáticamente conocida por el tremendo ataque que recibió el 27 de octubre de 2016 con una botella de vidrio desde un departamento de calle Corrientes al 1200, frente al bar La Chamuyera, caso que jamás se resolvió ni se encontró al responsable. Producto del golpe, y desde aquel día, Daiana consideró esa fecha como el nacimiento una nueva vida, la de mujer renga.
“Me proclamo disca..” fue pensado en busca de derribar mitos y romper con lógicas y estereotipos vinculados a la discapacidad, para "virar todo contrariamente al normativismo y el capacitismo", precisó la escritora resiliente, quien escribió desde su internación sobre sus vivencias y pareceres, en este libro que es un híbrido de ensayos, narrativa y poesía.
En el encuentro moderará la secretaria del Área de Derechos Humanos de UNR, Paula Contino, y las autoras Morena García y Julia Vélez leerán poemas de Travesani. Allí se podrá adquirir ejemplares del libro.
Consultada sobre qué encontrará el lector en este, su primer libro, Daiana Travesani refirió en diálogo con Mirador: “Me gusta pensarlo como a un Frankenstein de papel porque tiene muchos géneros. Textos más del estilo ensayo, otros más narrativos o autobiográficos, poesía, frases, ilustraciones, es como un popurrí de tipos de escritura”. Aunque aseguró que empezó siendo algo que luego cambió mucho. “Al principio la idea era hacer un diario de internación porque durante todos esos meses internada fui haciendo un registro con fotos, vídeos y algunos escritos sobre ese día a día, pero luego no pude, no quise. No estaba lista para ponerle palabras a ciertos momentos o a ciertas sensaciones”.
En el 2019 a raíz de una charla con Javier, uno de sus hermanos, a Daiana le apareció la forma armarlo con un sentido diferente, “ya no poner ‘el diario de internación’ sino de reflexiones en torno a lo que para mí significa ser disca y otras yerbas. Así comenzó a tomar forma ese proyecto que hoy es este libro”.
El proceso de armado y de escritura “fue solitario porque lo más fuerte fue escrito en el 2020 en plena pandemia” pero a la vez consignó que “fue de mucho sostén de mi gente querida frente a mis crisis, frustraciones, ansiedades. Encarado de la mano de mucha gente amiga y de familia, y lo viví como algo hermoso”.
En estos años Daiana fue mutando sus pensamientos, identidad y militancia, y las reflexiones de todo ese proceso se plasman en esos escritos. Y agregó que a sus poemas, relatos y frases, sumó escritos de otras personas a las que invitó a escribir. “Tiene una hermosa selección de ilustraciones realizadas por una amiga que me dio la militancia disca y una serie de carteles con diferentes consignas que apoyamos desde el equipo que hizo posible este proyecto”, agregó.
Mirador: -Este libro nació a partir de la tremenda resiliencia que vos tuviste posterior al ataque con una botella desde un edificio en el bar La Chamuyera. Contá un poco cómo viviste ese proceso que te llevó a “proclamarte disca”, a escribir y a pensarte escritora.
Daiana Travesani: -La idea de hacer un libro nace en medio de esa búsqueda identitaria, en un principio la idea era hacer otro tipo de libro pero eso mutó y terminó saliendo este libro. Para mí fue muy fuerte pasar de la noche a la mañana a ser una persona con discapacidad, porque durante mi vida había crecido pensando que esas personas eran especiales, o una inspiración, o pobrecitas, o un objeto de lástima, de compasión donde en su vida no había una vida digna, con estas ideas negativas en torno a la discapacidad nos crían y nadie en nuestra sociedad ha escapado a esta crianza capacitista y normativista.
Por eso yo suelo decir que mi cabeza estalló literal y simbólicamente, literal porque me reventaron la cabeza y simbólicamente porque fue muy fuerte el darme cuenta que ahora yo era una persona con discapacidad y no quería serlo porque sabía lo que nuestra sociedad creía de ésta, no quería que me pensaran así, no quería que me miraran con lástima ni que me dijeran pobrecita o guerrera por vivir con una discapacidad. Me llevó mucho tiempo repensarme, deconstruir tantas nociones hasta llegar a una proclama disca.
Creo que esto de pensar a la discapacidad desde lugares negativos, lastimosos o inspiracionales le quita valor a nuestras vidas, cierta dignidad. Reivindicar algunas palabras que tienen esa carga peyorativa es sacarnos de ese lugar tan nocivo de que la discapacidad es una vida invivible, una vida de mierda. Considero que el orgullo en una identidad es una reivindicación de la misma que se posiciona del lado contrario al de la concepción negativa desde donde se acostumbra a ser pensada. Carlos Jauregui decía que "en una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política".
Es buscar romper con el pensamiento de vergüenza y subjetivación negativa que hay sobre la identidad disca. Busca erradicar la idea de que la discapacidad es algo individual, algo que la persona padece o sufre. E instalar fuertemente que es una construcción social y que se requieren cambios socioculturales, individuales e infraestructurales que garanticen una accesibilidad plena y dejen de invalidar a las identidades discas con sus múltiples barreras.
El libro fue un plasmar ese recorrido mío, esas reflexiones, pensamientos y deconstrucciones. Me cuesta pensarme como escritora, yo solo quería hacer algo con todo eso que me estaba pasando, quise hacer el libro con el que me hubiese gustado encontrarme aquel primer tiempo para que me acompañara a entenderme y entender a nuestra sociedad y el porqué de lo que se cree de las personas con discapacidad.
-Con el libro buscás “derribar mitos, lógicas y estereotipos vinculados a la discapacidad”, así como “virar todo contrariamente al normativismo y capacitismo”. Contá un poco sobre esa idea. Repensar mi identidad fue una de las cosas más duras luego de aquella noche, fue muy fuerte darme cuenta de que ya no tenía la misma corporalidad, había pasado a ser una persona con discapacidad de la noche a la mañana y no quería porque yo sabía cómo nuestra sociedad pensaba a la discapacidad. Me di cuenta lo invisible que eran las personas con discapacidad en nuestra sociedad.
-Nunca me había planteado por qué no estaban las personas con discapacidad en los entornos en los que yo circulaba: en los bares a los que iba, en la escuela, en la plaza, en el club. Fue muy fuerte darme cuenta de que vivimos en una sociedad que ha invisibilizado y negado a las personas con discapacidad, y yo había sido parte de eso. Con el correr del tiempo y de lecturas entendí que el hecho de que no estuvieran tenía sus raíces en cómo se ha pensado a la discapacidad históricamente. Mi abuela me cuenta que cuando ella era chica las familias que tenían algún integrante con discapacidad lo escondían: no lo llevaban a las reuniones familiares, a estudiar o los llevaban a otro lado si iban visitas a casa.
Y yo como la enorme mayoría de las personas crecí creyendo todos los mitos: que son ángeles enviados para que la familia aprenda algo, que viven en una infancia eterna, que no desean, que no son capaces de nada sin ayuda, que no entienden, que no pueden decidir. Había absorbido todas esas creencias a las que de pronto, al ver cómo ahora se me miraba, cómo se me invalidaba, empecé a cuestionar. Mi experiencia individual fue el disparador para encontrar su curso en algo colectivo.
En todo ese proceso me encontré con estos dos conceptos que pusieron todo patas arriba. Uno fue el normativismo, en nuestra sociedad se ha naturalizado que la norma es ser una persona sin discapacidad: eso es lo normal, lo natural. Y que ser una persona con discapacidad es lo anormal, lo que te puede pasar pero por algo trágico, un accidente, la mala suerte. Lo que hay que hacer, entonces, es todo lo posible para mejorarte, arreglarte o curarte para acercarte más a lo normal.
El otro concepto, íntimamente ligado al anterior, es el capacitismo. Es una forma de violencia y discriminación hacia las personas con discapacidad que están obligadas a interactuar con un entorno que no es accesible, que fue edificado a partir de las necesidades de las personas sin discapacidad. Un ejemplo es la falta de accesibilidad en las calles, en las instituciones, en el transporte, que en su mayoría están creados para un solo tipo de corporalidad. Por eso se sostiene que la discapacidad no es algo individual sino una construcción social. Lo que te discapacita es el entorno.