La historia del santafesino Daniel Colidio. Participó del conflicto bélico del Atlántico Sur en el continente. Su dolor por ser ignorado, su miedo al olvido y la caricia al alma en estos tiempos de conmemoración.
Daniel Colidio es de El Trébol, departamento San Martín, jefe de familia, que trabaja en su verdulería y dedica parte de su tiempo a ser apicultor. Pero en 1982, pertenecía al Grupo 3 de tarea y ataque perteneciente a la “III Brigada Aérea Reconquista”.
Pasaron 41 años, y para Daniel, el dolor, los sentimientos y algunas sensaciones de cuando se aproxima el 2 de abril, rebrotan en su alma y en su piel.
En carne propia
“Yo figuraba como conductor motorista. Mi trabajo era manejar la patrulla y un camión en los cambios de guardia y la guerra me agarra yendo a la fábrica militar de Córdoba. Fuimos sin saber que era para buscar bombas y llevarlas al sur”, recuerda.
“Fue el 30 de marzo y el 1° de abril retornamos a Reconquista, donde estaba nuestro destino inicial. Llegamos en la madrugada del 2 de abril y nos enteramos tipo 3 de la madrugada que estaban recuperando las Islas Malvinas”.
Héroes antes de la guerra
Colidio tiene hoy 59 años. En 1982, tenía 18. “Juré la bandera después de terminada la misma guerra. Recuerdo que el 9 de abril, que era sábado de gloria, salimos a eso de las 6 de la mañana y a mí me tocó ir en una pesada grúa unos 3.500 km. Sólo paramos para comer, reabastecer combustible y pasamos una sola noche en Comodoro Rivadavia, porque nevaba. Éramos muchos. La caravana tenía 22 ó 23 unidades. Cuando salimos, recuerdo que los Pucará nos pasaron por arriba saludando con las alas antes de llegar a Malabrigo”.
En medio de la conmemoración que hizo El Trébol, Colidio se da tiempo para rememorar. “Cuando íbamos a la guerra, la gente nos traía ropa, comida, chocolates. Me obsequiaron una bufanda. Éramos héroes”.
Nunca pisó las islas. Daniel estaba en el Continente entre Comodoro Rivadavia, Puerto Santa Cruz y Río Gallegos. “Trabajaba poniéndole las bombas en la panza a los aviones con un zampi. A veces nos movíamos de noche por todo el sector, con camiones, en medio de la nieve y la oscuridad”. También transportaba heridos a los hospitales y, sobre todo, muchos cadáveres.
El olvido
Pasan los años. Para Daniel, las memorias y los actos impactan de diferente manera. Sobre todo, en lo que significa ser ignorados. “Para nosotros significa mucho que nos reconozcan. El olvido nos hace mucho daño, es feo, es duro, es insoportable”.
Todo el reconocimiento que vivió cuando iba hacia el conflicto bélico del Atlántico Sur, se esfumó después del 14 de junio, cuando la guerra acabó.
“Yo pude volver el 10 de agosto a mi casa, tras la culminación de la guerra. Para llegar a El Trébol, tuve que volver a dedo. No tenía un peso. Llegué a Recreo, pegado a Santa Fe, y no podía seguir más. Recuerdo que hacía frío, empecé a caminar. Eran las 6 de la tarde, tenía sed y hambre”.
Daniel estaba vestido con el uniforme de salida de la fuerza aérea. De repente, se detuvo en una verdulería para pedir algo de beber. “Me negaron el agua”, rememora y se quiebra. Sigue: “Le pedí una manzana y no me la dieron. Después, le pedí a un colectivero que me llevara y me preguntó si tenía plata. Como no tenía, no me llevó”.
El reconocimiento
“Hoy es todo distinto”, destaca emocionado. “Cada día somos más reconocidos. La lucha continúa. Cuando terminó la guerra, primero nos escondió el gobierno militar y luego, durante años, la nueva democracia hizo lo mismo. Hoy, cada acto, cada vigilia, cada abrazo, nos reconforta y nos cura el alma”, expresa Colidio con orgullo.