Comenzó abril y los productores arandaneros empezaron a hacer un balance de lo que podría llegar a ocurrir durante esta temporada. Si bien el momento fuerte de cosecha comienza en septiembre, saben que el panorama no se presenta fácil y trabajan para tratar de revertir la situación para no dejar de hacer una actividad que no está teniendo la rentabilidad esperada.
Argentina estuvo atravesada por el fenómeno de “la niña”, que llevó a vivir meses de sequía extrema y calor. Fueron 3 temporadas bajo estas condiciones, y la rotación al fenómeno que trae lluvias -denominado niño- es inminente.
“En estos últimos 3 años hubo lluvias por debajo de la media. Eso se lo denomina en la actividad como anomalías negativas. Afectó a la región central del país. En el año 2022 en Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires, consideradas como un todo, llovió aproximadamente 300 milímetros menos comparado con la media anual. En algunos lugares como Corrientes esto se acentuó más, allí llovió casi 400 milímetros menos”, contó Alejandro Pannunzio, presidente de APAMA (Asociación de Productores de Arándanos de la Mesopotamia), en diálogo con Mirador Entre Ríos.
“En los cultivos que se hacen bajo riego se sufre menos y ese es nuestro caso. Pero cuando hablamos de anomalías de precipitaciones también se habla de anomalías por temperaturas y nosotros en el último verano hemos tenido temperaturas altas con baja humedad y eso genera una situación de estrés bastante importante. Eso trae dificultades. De alguna manera estos cambios hacen que tengamos que estar pendientes del estado hídrico del suelo, del riego, porque fue una época de crecimiento de las plantas y debimos cuidarlas el doble, porque de eso depende la producción que luego vemos desde septiembre en adelante”, contó.
A la atención y el cuidado, los empresarios dedicados al arándano debieron sumarle algo más: el personal calificado. “Dependimos mucho de las personas que hacían el riego. Es importante la capacitación de recursos humanos porque podemos tener el mejor sistema de riegos pero a eso lo maneja una persona y si no está capacitada no sabrá a qué detalles prestar atención durante el seguimiento y luego la planta no tendrá la calidad necesaria”, explicó Pannunzio.
El aumento marcado de temperatura llegó cuando terminaba el período de cosecha de 2022 y eso hizo pensar en cómo podríaser la etapa de nuevas plantaciones, ante condiciones de calor extremo. “Terminamos la cosecha y justo realizamos una poda y al hacerla la planta queda más abierta y expuesta. Esas temperaturas tan elevadas implican que debamos cuidar más las plantas, pero tenemos tiempo todavía. Tenemos todo el otoño para que las condiciones se normalicen y en el invierno se empiece a producir fruta, pero si el calor nos tomaba con fruta en planta era otra cosa, así que nos salvamos”, aseguró.
Los meteorólogos hablan de un cambio de “situación niña” a “niño”, que llegaría en el corto plazo con lluvias por encima de lo normal. Sobre ese aspecto, el presidente de APAMA expresó: “Si bien vimos los pronósticos, aún no sabemos si vamos a una condición neutra o pasamos del déficit al exceso de lluvias. No nos conviene la situación extrema porque nosotros para almacenar agua en los suelos necesitamos lluvias suaves, no torrenciales porque estas últimas generan daño y no nos queda el agua almacenada en el perfil. Sobre todo si pasa en días de cosecha, eso no nos favorecería. Si tuviéramos lluvias suaves que recuperen los suelos sería ideal para nosotros, tanto como para la agricultura y la ganadería que también se vieron muy afectados”.
La escalada de la inflación y la poca competitividad que tiene el sector por los impuestos y las diferencias con competidores directos preocupan a los productores mucho más que los cambios en el clima. Aunque, aseguran, harán todo lo posible por no dejar de dedicarse a la fruta que fuera sinónimo de prosperidad en la región.
“La situación negativa sigue profundizándose porque la cuestión impositiva, la enorme brecha que hay, la cantidad de impuestos que tenemos, la imposibilidad de importar tecnología por las restricciones que hay nos perjudican enormemente. De hecho no paran de salirse empresas de la actividad porque no tienen ni lo mínimo para cubrir el costo directo, o sea, sobrevivir”, explicó Pannunzio.
“Esta es una actividad en la que por la gran competencia que hay a nivel mundial la renovación varietal y la incorporación de tecnología son algo que hay que hacer continuamente. Por ejemplo, si uno piensa en la duración de las plantas sabe que algunas duran 40 años, pero quizás la preferencia del mercado por la variedad que trabajamos no y tal vez mi plantación tiene 10 años y está bien pero ya no es lo que quieren quienes lo compran. Esto significa que una plantación debe renovar el 10% por año del plantel de plantas que tiene en su campo y eso no está ocurriendo hace muchos años, por lo que nuestras variedades se van desactualizando con respecto a lo que quieren nuestros mercados”, contó.
Según explicó, no ingresa material genético para cambiar la fruta y eso hacer ver un panorama negativo. “Estamos trabajando muchas veces con variedades antiguas así que entre la situación económica y la competencia que tenemos ahora que todos los países están plantando arándanos en todos lados y pueden renovar, sumado a la situación impositiva que tiene este país, que no la tienen en ningún otro lado, hace que todo esté mal. Los resultados están a la vista”.
A pesar de eso, todavía hay una luz de esperanza. “Queremos seguir trabajando para poder sostenernos y también esperamos que las condiciones económicas mejoren y podamos mejorar también nosotros. No queremos dejar la actividad”, concluyó.