Y hasta que un día volvieron los colores a la Plaza Sáenz Peña. Volvieron las risas, los mates y las corridas. Volvieron los espacios de relajación, meditación y ejercicio. Los niños y niñas reemplazaron a las retroexcavadoras, los adolescentes a los camiones y los adultos a los ruidos de martillos y palas. Luego de un año desapareció el vallado que rodeaba a uno de los espacios más característicos de Paraná y toda la ciudadanía pudo volver a su lugar para disfrutar del sol de las tardes de domingo, las mañanas deportivas durante la semana o, simplemente, para cortar camino de una esquina a otra.

“La Sampe”, como muchos la conocen, sigue siendo la misma en su esencia. Si bien se hizo un trabajo de mejoramiento integral del lugar, con incorporación de nuevo mobiliario urbano, con bancos y mesas que antes no había, nuevos juegos y un espacio destinado específicamente a la actividad física, la plaza sigue teniendo ese no sé qué difícil de encontrar en otro lugar de la capital provincial. La variedad de especies de árboles, la sombra, el pasto, el canto de los pájaros, la curiosidad de un amigo perruno, la música de la calesita y el constante cotilleo de loros y personas siguen siendo la misma.

El encuentro, entendido como una práctica esencial para el vínculo, se vuelve tangible al hablar de la plaza. Allí el movimiento es continuo, ya sea como lugar de paso, como punto de encuentro para seguir a otro destino o como espacio de recreación, ya sean 30 minutos de sol y juego u horas de charlas y mates.

CARACTERÍSTICAS

Quienes la conocemos, recorremos y habitamos entendemos que ir a “la Sampe” no es lo mismo que ir a cualquier otro lugar de Paraná. Pero el por qué es difícil de explicar. Ese encuentro intergeneracional, provocado por el uso del espacio tanto por niños como por adultos mayores, también es característico.

Allí radica una de las problemáticas que trajo debates y opiniones cruzadas entre la ciudadanía y el municipio y que tiene que ver con el cerramiento total del espacio por tantos meses. Ese mientras tanto fue un malestar latente. Si bien la plaza requería de ciertas mejoras en sus veredas y en la parquización, el hecho de que durante un año no sea posible utilizarla fue un problema. Es por eso que la apertura, semanas antes de la inauguración, también estuvo marcada por un pedido y una demanda ciudadana y la celebración en el encuentro se hizo presente nuevamente.

LAS NOVEDADES

A medida que se recorre la plaza se pueden observar algunas escenas usuales en el lugar, como las glorietas, los arcos de hierro para las enredaderas, la fuente central con el busto de Roque Sáenz Peña, el monumento que recuerda a los desaparecidos de la última Dictadura Cívico-Militar o, el más nuevo, monumento a las víctimas del Holocausto. Pero también se observan nuevos elementos. Más allá de las renovadas veredas, se dispuso de un espacio de recreación con asientos y mesas de hormigón, otro destinado a las actividades físicas con más aparatos y un termotanque solar que provee de agua caliente a los amantes del mate.

Por otro lado, en el sector infantil se agregó un piso de caucho, una polémica que aún está latente por el reemplazo de la arena por este material. Además, se agregaron nuevos juegos y tres baños que acompañan a la clásica calesita. Todo esto resguardado por el histórico (y enorme) eucalipto que cada vez aloja a una mayor cantidad de especies de aves. También se instaló nueva luminaria led, desagües sobre calle Villaguay y se construyó una rampa en la esquina de calles Illia y Carbó para hacer más accesible el ingreso y egreso de la plaza.

Sumado a las mejoras hacia el interior de la plaza, también se agregó una nueva estación del programa Bicivía. Esta es la estación N° 11 y se suma a las otras seis ubicadas en el caso céntrico: Estación Ferrocarril, Plaza 1º de Mayo, Plaza Alvear, Plaza Alberdi, Feria Salta y Nogoyá y zona Monumento Urquiza. Las otras cuatro se encuentran en la zona de la costanera.