La capilla, que si bien lleva el nombre de Nuestra señora del Rosario, es conocida como la capilla de Santa Clara. Fue erigida en las tierras de María Bunge, esposa de Felipe Escriña, y aunque no se ha encontrado registro de la fecha exacta de su construcción, todo indica que fue alrededor de 1880, por lo cual se sostiene que se trata de la más antigua del departamento Gualeguaychú y consecuentemente una de las más antiguas de la provincia.
Fruto de las investigaciones que fueron tenidas en cuenta por el diputado provincial Nicolás Mattiauda para la elaboración de un proyecto de ley que la declare Monumento Histórico, Arquitectónico y Cultural de la Provincia, surge que en 1888 ya funcionaba en las dependencias de la capilla la escuela estatal Domingo Faustino Sarmiento. Hasta allí se acercaban los habitantes de la zona que profesaban la fe católica, para participar de las misas, procesiones, casamientos, bautismos y primeras comuniones.
La colonia contaba no solo con una capilla, sino también con un espacio verde que se destinaría a una plaza, manzanas delimitadas, una calle ancha y una oficina de Registro Civil. Todo estaba listo para el paso del tren y la construcción de una estación, pero los ingleses resolvieron tender las vías por la divisoria de aguas, donde el terreno es más elevado.
A pesar de que el ferrocarril tomó otro trazado y que por ello muchas familias de la colonia fueron mudándose a Escriña, Gilbert o Urdinarrain, hasta los años ’70 la capilla de Santa Clara siguió siendo un centro de actividades, no solo religiosas, sino también culturales, ya que había vecinos católicos, pero también protestantes y judíos.
Sin embargo, a partir de entonces y a medida que pasaban los años, la colonia Santa Clara fue quedándose en el tiempo, sin calles de ripio, sin luz eléctrica y con pocas oportunidades de estudio y trabajo para los jóvenes. Llegaron a ser tan pocos los vecinos y tan esporádicas las actividades en la capilla, que el sacerdote que la tenía a cargo decidió desmantelarla para que nadie pudiera entrar y llevarse lo que había dentro.
“Acá pasé mi infancia, viví hasta casi los 20 años, en esta capilla tome la Primera Comunión y recibí la vocación al Sacerdocio”, contó a Mirador Entre Ríos el sacerdote Oscar Bourlot, quien motorizó la restauración de la capilla.
Cuando se decidió desmantelar la capilla, Bourlot estaba viviendo en Tucumán. Al regresar, en 2008, alguien le sugirió restaurarla y fue así que comenzó a buscar gente que pudiera colaborar y a tratar de encontrar dónde habían ido a parar los bancos, los muebles y las imágenes religiosas que pertenecían a la capilla: “Sacamos los árboles que corrían peligro de caerse y plantamos otros; y de a poquito empezamos con la limpieza de pisos, la pintura y la recuperación de la carpintería”, recordó el sacerdote, y agregó que “los pisos estaban todos levantados por los hormigueros, había zorrinos y los búhos habían dejado un tanto de caca blanca que estaba toda pegada en el suelo, por eso fue un gran trabajo empezar por los pisos. Luego continuamos con la pintura del techo, las cabriadas y todo lo de carpintería”.
En ese punto, el padre Bourlot contó que “el trabajo artesanal de madera que hay se le atribuye a la familia Michelli que trajo de su estancia una imagen del Sagrado Corazón con una hornacina, resulta que el ebanista brasilero que nos restauró todo al color original, me confirmó que esa imagen del Sagrado Corazón era del mismo estilo que el resto de la carpintería”.
Actualmente, se encuentran construyendo las veredas alrededor de la capilla y siguen buscando objetos que le pertenecían.
Para llegar a esta capilla, el acceso cuenta con un camino consolidado, en buen estado, y con carteles desde la ruta provincial Nº 20 hasta el lugar. Descubrirla en medio del monte entrerriano es como encontrar un tesoro.