Departamento San Jerónimo

En la tierra de las frutillas hay lugar para frambuesas y zarzamoras


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Eran sólo frutos silvestres, hasta que su cultivo se fue propagando por aceptación y por cuestiones comerciales, ya que estas frutas son consideradas como beneficiosas para el organismo.

Los arándanos, las frutillas, las moras, las zarzamoras, las grosellas o las cerezas, que mantienen la raíz “berries” en el inglés como strawberries para la clásica frutilla o cranberries –así es, como la banda irlandesa que lideraba Dolores O´Riordan- para las grosellas, son frutos rojos, del bosque, que antes nacían en esos lugares silvestres pero que con el tiempo fueron acomodándose a otros formatos.

En Coronda, hace 104 años que se trabaja la frutilla gracias al aragonés don Lamberto Lafuente y 101 que se comercializa en cantidad. Y a propósito de esto último, la familia García García han sido los pioneros en el tema de la venta del fruto rojo y ya llevan 5 generaciones con el campo como escenario principal de sus vidas.

Por eso no extraña que dos hermanos, integrantes de este clan frutillero por excelencia, como son Angelina y Juan García, se hayan corrido un poquito de la tradición para experimentar con dos frutos que no son masivos todavía en Coronda y zona, pero que bien podrían serlos en un futuro no muy lejano y posiblemente gracias a ellos. Nos referimos a las zarzamoras y a las frambuesas.

Primera recompensa

En un retazo de campo ubicado a la altura del Km. 421 de la Ruta 11, con unos 8 surcos en total de entre 40 y 50 metros de longitud, se yerguen los arbustos y las plantas de zarzamora y de frambuesas, con una sonrisa reciente porque la producción “ha dado sus frutos”, con todo el peso de la frase y en una buena cantidad de kilos.

 

En Coronda, hace 104 años que se trabaja la frutilla gracias al aragonés don Lamberto Lafuente y 101 que se comercializa en cantidad. Y a propósito de esto último, la familia García García han sido los pioneros en el tema de la venta del fruto rojo y ya llevan 5 generaciones con el campo como escenario principal de sus vidas.Foto: Mirador

 

 

Al respecto, Angelina explicó que “la plantación nació como un deseo de ´volver a la tierra´, experiencia de un pasado cercano que había quedado relegada por caminos profesionales e inquietudes de otro tenor. De planificación tuvo poco, más de ímpetu y arrebato y bastante de saberes de vida rural mezclados con intuición. Entremedio de todo eso hay mucha charla, mucha pensadera, mucha interconsulta porque intentar lo propio implica incertidumbre, tomar decisiones y entender procesos”.

Su mirada a estos dos frutos en particular se dio porque “en julio de 2021 plantamos 4 variedades de frambuesas y 2 de zarzamoras. Eso iba a ser todo. Terminamos estudiando cómo se aclimataban, qué producción tenían, cómo reaccionaban a las plagas y estimamos la calidad de las berries. A partir de allí, en 2022, duplicamos la superficie con las variedades que nos parecieron más acordes a las posibilidades de cuidados que podemos darles y a la calidad que requiere el objetivo principal: ofrecer frambuesas y zarzamoras frescas, que vayan de la quinta a la mesa y que conserven la frescura, color, aroma y brillo que poseen en origen”.

Luego agregó que “este año va a quedar concluido el lote cuando en julio trasplantemos los últimos surcos previstos. Y así se fue haciendo Frammoras. A la fascinación inicial se sumó la actitud de encarar la encrucijada de desaprender y aprender. Porque queremos cultivar regenerando la tierra, fortaleciendo las plantas y modificando técnicas y estrategias, así lo diferente no será sólo producir berries en Coronda sino también el modo en que eso se hace realidad”.

La productora explicó además que “la frambuesa sale en el mismo año, se planta en junio y julio, brotan en primavera, esta que tenemos es una primera producción contenida, la zarzamora en cambio es anual, la iniciamos en 2021 y recién en 2022, noviembre o diciembre tuvimos la primera tanda de frutas”. En este sentido el clima fue fundamental: “Fue sofocante, el verano fue muy seco, temperaturas muy altas, tuvimos que usar macro túneles con medias sombras, el riego fue un gran problema, había mucha evaporación, fue muy agobiante” y aclaró que las recientes heladas “dieron fin al ciclo, pero estas frutas están acostumbradas más al frío que al calor”.

Precisamente, “cuestiones que no tuvimos en cuenta afloraron a montones. Por ejemplo: los ciclos productivos y por lo tanto las labores son diferentes para frambuesas y zarzamoras y eso implica diversificar las tareas y recursos. Las berries son sumamente delicadas, no tienen una cáscara resistente y su piel es fina, necesitan cuidados extremos en cosecha y posteriormente refrigeración.

 

En Coronda, hace 104 años que se trabaja la frutilla gracias al aragonés don Lamberto Lafuente y 101 que se comercializa en cantidad. Y a propósito de esto último, la familia García García han sido los pioneros en el tema de la venta del fruto rojo y ya llevan 5 generaciones con el campo como escenario principal de sus vidas.Foto: Mirador

 

 

Del clima, malezas, plagas, riego no nos vamos a quejar, es trabajo de campo, son las circunstancias que nos rodean, son situaciones a las que estamos expuestos” manifestó en medio de lo que ha sido todo un aprendizaje.

Calidad antes que cantidad

Por su parte, Juan García indicó que “la cosecha es variable, no podemos hacer un análisis de kilos obtenidos, es experimental pero no podemos hacer números ni un resumen en kilos. Le vemos potencialidad a la planta y con algunas mejoras podemos sacar más kilos” explicó sobre la frambuesa.

Siempre con el apellido como estandarte, García sostuvo que “en nuestra familia, siempre buscamos apuntar más a la calidad que a la cantidad. Llevar la fruta fresca a un consumidor con su color, textura, tamaño es lo ideal, antes que para dulce o jalea. La frambuesa es un ensayo e hicimos contactos con pequeños pasteleros de Santa Fe, Gálvez, Coronda, Santo Tomé, San Carlos, Basavilbaso, Sauce Viejo, particulares, el caso de quienes hacen postres han agradecido, porque se ha hecho un círculo virtuoso ya que el aspecto y el sabor mejoraron mucho” y aclaró que “ese fruto venía congelado cuando lo compraban por encargos, no tenía el mejor aspecto, al recibirlos frescos, recién sacados de la tierra, eso le dio calidad, mejor venta, mejor presentación para que hagan trabajos sobresalientes”.

En relación a la zarzamora, el quintero contó que “tiene un grado de acidez diferente a la frambuesa con lo cual esa tira más para la parte industrial. Todavía falta que la conozcan y saboreen, es cuestión de paladar, si bien los frutos rojos y del bosque vienen fuertes, falta la costumbre. Una es más ácida que la otra, produce más que la frambuesa y otra es más dulce, y esa va a tener aceptación para el consumidor particular”.

Balance y entusiasmo

En cuanto a un balance, Juan remarcó que “estamos conformes, somos dos hermanos que tenemos un pedazo de tierra, en vez de ver crecer yuyos vamos a hacer algo bueno y de paso charlamos mientras caminamos por los surcos, no somos una mega empresa ni queremos serlo. Nuestro lotecito es algo que nos gusta, nos da satisfacción, perdemos, con la piedra, con el agua salada, con los yuyos que hay que controlarlos pero nos gusta”.

Así pues, ambos remarcaron que en este período de adaptación, con los frambuesos que se multiplican naturalmente, con las zarzamoras que son rastreras y prenden fácilmente, la tentación para hormigas o cochinillas por ejemplo crece, pero la idea es “no usar pesticidas ni ningún químico, trabajamos hasta la lucha contra todo lo que pueda dañar las plantas, con productos naturales”.

Entonces, conocido el proyecto y estos alentadores resultados, Angelina lo resumió muy bien en la red social del emprendimiento de estos hermanos que apocopa ambos frutos con el nombre de “Frammora”. “Vale... intentar lo propio, quizás la aventura, la desazón y seguro la incertidumbre... así nomás porque se siente y esta vez no lo renuncias ni postergas. Vale desaprender lo instituido, los dogmas, los caminos trillados... esa seguridad hecha a medida. Y ¿para hacer qué?... ¿por qué no una revolución chiquita, roja y brillante que nos amigue con la Tierra... que nos avive las esperanzas dormidas... y nos ponga en este mundo de otra manera? Cuesta... cuesta... pero lo vale”.


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