Por tercer año consecutivo, un grupo de mujeres de Carlos Pellegrini – departamento San Martín – fueron partícipes de una misión solidaria al Monte Chaco-Salteño a asistir de forma humanitaria a comunidades originarias. Fueron casi 3500 kilómetros recorridos, atravesando todo tipo de caminos sinuosos hasta llegar a destino final para hacer entrega de insumos alimenticios y médicos.
“Salió tal cual lo habíamos programado, como cada acción que emprendemos en solidaridad y en colaboración con quienes habitan en esa parte de nuestro país. Hay un antes y un después de cada viaje que realizamos”, sostuvo Mabel Marcantoni, parte del equipo, en diálogo con este medio.
Fueron unos 3.300 kilómetros recorridos. La distancia entre Carlos Pellegrini y la base del Monte Chaco-Salteño donde se depositan todas las donaciones recolectadas a lo largo de varios meses es de 1.650 kilómetros. El martes 4 de julio, un camión y dos vehículos iniciaron la travesía a destino final. Fue el jueves cuando, en la Escuela de Bajo Grande y a media mañana, la comitiva compuesta por 8 personas de diferentes puntos del oeste provincial tocó tierra e inició la descarga de las donaciones. “Las ayudas fueron para la comunidad del Algarrobito, Nuevo Amanecer, Escuela Los Chañares y Vertiente Chica. Donde hacíamos base – Bajo Grande - existen dos hospitales y es allí que se encuentra el centro de rehabilitación nutricional”, recordó la pellegrinense.
En total la misión solidaria asistió a 170 familias. Además, la colaboración incluyó la entrega de alimentos a escuelas de la región e insumos a centros sanitarios. El camión también distribuyó ropa de cama, útiles escolares, libros, tanques para reservorio de agua, bicicletas y colchones. “Uno se encuentra con una realidad difícil en algunos parajes. Las necesidades son extremas, las condiciones de vida paupérrimas. Por momentos nos agobiaban los sentimientos de profunda tristeza y desconsuelo. Es difícil poder explicar desde nuestra óptica las situaciones que convergen en esas comunidades que tienen que ver con el sostenimiento de su cultura ancestral y la realidad que atraviesan”, relató compungida Marcantoni.
A lo largo de tres días el grupo permaneció en el corazón del monte conviviendo con las comunidades originarias, como lo hacen cada vez que la expedición inicia una misión humanitaria. Para todo el equipo de trabajo cada acción promovida es un impulso para continuar apostando a un nuevo sueño solidario. “Ojalá la comunidad nos siga ayudando a ayudar”, se entusiasmaron.
El monte, actualmente, es habitado por las comunidades wichis – en su gran mayoría –, chorotes, tobas, chulupíes, tapietes y guaraníes. “Hay algo que a mí me impactó mucho en Vertiente Chica y es ver a los niños venir a buscar golosinas y alimentos en jarros, que eran latas de durazno oxidadas y llenas de tierra. Observarlos comer de ahí, en esas condiciones, te llena de amargura, apena el alma”, concluyó.