Un sencillo acto fue organizado desde el mismo presidio local, para conmemorar las nueve décadas de vida del Instituto Correccional Modelo de Coronda, departamento San Jerónimo. Por su parte, el docente corondino y profesor de Historia, Hiram Dip, explicó el porqué de la elección en 1909 de esta localidad para ser sede del penal más grande de la provincia. Una designación que cambió la idiosincrasia de la ciudad para siempre.
Con un sencillo acto, se conmemoraron los 90 años de la Cárcel de Coronda, institución que refundó el sistema penitenciario en 1933. La primera guardia urbana se presentó el 12 de agosto de ese año. En su memoria, las autoridades del Instituto Correccional Modelo Unidad Nro. 1 “Dr. César Tabares” organizaron una ceremonia en la Plaza de Armas, donde hubo palabras alusivas y homenaje a los pioneros penitenciarios.
Estuvieron presentes el intendente de Coronda, Ricardo Ramírez, el director de la Unidad, Alc. My. Alejandro Silva, el subdirector Alc. My. César Michelini, el referente de la Dirección General Lic. Alfredo Sánchez y oficiales del SP. También se hizo presente el Director Provincial del IAPIP Claudio Marino, el subjefe de la Unidad Regional XV de Policía, Subd. Germán Vega y hubo formaciones de distintas divisiones de la cárcel con abanderados y escoltas.
Los antecedentes de la elección de Coronda
El profesor de Historia Hiram Dip realizó un pormenorizado trabajo acerca de los antecedentes y situación coyuntural que llevaron a construir y habilitar la cárcel en la localidad de Coronda -entonces comuna-.
El catedrático concretó una investigación que fue presentada en las VI Jornadas de Historia y Memoria Local y Regional en Villa María, Córdoba, en 2021 acerca de la “Ley 1592 de 1909, y los inicios de la transformación penitenciaria santafesina”. El docente narró que “durante la primera década del siglo XX, la represión estatal y la caridad de las sociedades de beneficencia, fueron estrategias ineficaces para conservar el orden social en la República Argentina. Específicamente en la provincia de Santa Fe, en el año 1909 el aumento de la conflictividad, favoreció que en la legislatura se sancionara la ley N° 1.592, ordenando la construcción de una cárcel modelo auburniano, con capacidad para alojar 1.000 penados en celdas individuales” y remarcó que “aquella ley significó la necesidad política de disciplinar civilizadamente a los perturbadores de la convivencia, indicándose el proceso de modernización del sistema de encarcelamiento provincial”.
El profesor Dip en un acto.
Gentileza.
Según la investigación de Dip “a principios del siglo XX la República Argentina ostentaba los éxitos económicos que le proporcionaba la inserción en el mercado mundial como productora de materias primas para la exportación” sin embargo, “la concentración de la riqueza generó los llamados males sociales, materializados en el aumento de la violencia y los delitos, la propagación de enfermedades infecto contagiosas y la multiplicación de los vicios. La problemática económica y social adquirió carácter político partidario cuando, desde las sociedades de resistencia anarquista y socialista, se impusieron repertorios de confrontación que alteraban la productividad de la economía agroexportadora”. El profesor explicó luego en la contextualización, que “los atropellos eran perpetrados contra los colonos indefensos, que vivían en el centro norte provincial, apartados de los centros urbanos. Los homicidios y robos se realizaban en banda o individualmente, para obtener botines de dinero o joyas que dejaban como saldo del pillaje, la matanza del núcleo familiar campesino” aunque “el delito más extendido continuó siendo el abigeato que perjudicaba los intereses de los estancieros santafesinos. Los ´malos pobres´ del campo fueron identificados con el estereotipo de ´gaucho bandido´, sin medios de vida regular, adicto al alcohol y los juegos de azar, armado permanentemente con cuchillo”.
Contexto penitenciario
En ese entonces en Argentina había 65 cárceles, y sólo una, en Buenos Aires, dirigida por el director Ballvé, contaba con un buen edificio, cloacas, agua potable, baños con duchas, agua caliente, buena higiene, médicos, farmacia y hasta un mini hospital y 25 talleres para satisfacer demandas de reparticiones públicas, nacionales, provinciales y municipales, al mejor estilo de lo que hoy es el IAPIP.
“Lógica del taller capitalista, el rol moralizador del trabajo y el entrenamiento en un oficio, que serviría como arma de defensa en la lucha por la existencia” reflexionó Dip, ya que “se pensaba que el trabajo carcelario, transformaba técnicamente al individuo, porque le enseñaba a vivir del esfuerzo personal y en la legalidad”.
En Santa Fe, en cambio, había dos cárceles, una en la capital y otra en Rosario y en los departamentos funcionaban depósitos de contraventores. Todo lo contrario a aquel presidio porteño se daba en estos dos: bajos presupuestos, infraestructura deficiente, hacinamiento y las condiciones inhumanas de la detención, ocio en Santa Fe por no haber talleres y espacios chicos en Rosario; todo eso imposibilitaba la transformación de las conductas y favorecía los motines. Un dato más del docente: se llamaban cárceles superpobladas a las que tenían 745 sobre un ideal de 650. Se las consideraba a esas cárceles como un “pudridero de almas”.
La elección de Coronda
Fue entonces el diputado Rafael Biancofiore, con respaldo fundamental del diputado nacional corondino Dr. Héctor López, quien presentó en la cámara, un proyecto de ley para la creación de una cárcel modelo auburniano con capacidad para mil penados a edificarse en un punto equidistante entre la ciudades de Santa Fe y Rosario.
“En primer lugar se debatió sobre el sitio que serviría de sede. Las tendencias postulaban a Coronda o Rosario, como espacios para radicar el complejo penitenciario, pero los argumentos estratégicos e higiénicos, inclinaron la balanza en favor de la primera. El mercado inmobiliario corondino representaba una ventaja para el erario público, estaba localizada en un punto equidistante entre ambas circunscripciones judiciales, facilitaba el traslado de los penados, el abastecimiento de materia prima y distribución de las producciones carcelarias; estaba unida a las ciudades de Santa Fe y Rosario por vías de comunicación terrestre y fluvial y la cercanía al río Coronda, favorecía la salubridad ya que podía utilizarse como desaguadero” explicó el profesor que da cátedras en las Escuelas 201 de Coronda y 713 de Sauce Viejo.
Tras días de debate “en senadores el proyecto de ley fue aprobado por unanimidad y el 2 de junio de 1909 se sancionó la Ley N° 1.592 que, en cinco artículos, establecía la creación de una ´cárcel modelo auburniano para 1.000 penados y que debía edificarse en inmediaciones de Coronda´”. Dip explicó entonces que “el rápido tratamiento parlamentario del proyecto y la sanción de la ley N° 1.592, significaron el punto de inflexión que inició un largo proceso de transición, destinado a modernizar el sistema carcelario santafesino; fue la respuesta política a las presiones mediáticas y sociales, que exigían el disciplinamiento de los sectores populares, que alteraban la paz social”.
La cárcel cambió la vida y la rutina de Coronda para siempre: cuando existía el puerto, la localidad fue declarada ciudad por primera vez el 26 de octubre de 1883, pero la llegada del ferrocarril hizo crecer a otras poblaciones en detrimento de ésta, al punto que en agosto de 1900 esa categoría se perdió y costó mucho recuperarla, haciéndolo recién el 30 de setiembre de 1967.
La implantación del penal generó que primero los empleados vivieran dentro del mismo edificio, pero luego se construyeron tres barrios que aún existen: Barrio Pérez, el llamado Los Carcelinos que luego fue Barrio Stratta, y la actual jurisdicción de la Vecinal Juan de Garay Sur, donde se conformó la Escuela Gaete y todo un amplio barrio alrededor.
Se hicieron unos 2 millones de ladrillos, cuya materia prima fue extraída de la costanera norte -justo ahí donde primero se inunda la calle cuando hay creciente-, y la empresa constructora diagramó un sistema de vías para trasladar desde ahí hasta el predio carcelario, la tierra y o ladrillos. Como dato anecdótico, siempre contado por el profesor Dip, la zorra era manejada por don Batichowski, quien luego durante años fue un reconocido bicicletero de la ciudad.
Así fue como hace 90 años según el acto recordatorio de este martes, la vida de la localidad se transformó tanto que fue la única que se animó a aceptar otro penal, pronto a inaugurar, como es el Centro Federal Penitenciario del Litoral Argentino, conocido ya como la Cárcel Federal de Coronda, otra historia que comenzará a escribirse en una ciudad donde al menos un tercio de su población económicamente activa se desempeña en las fuerzas de seguridad.