El 10 de abril de 1882 se desarrolla en Buenos Aires el primer Congreso Pedagógico Nacional. Su consecuencia directa fue la promulgación el 8 de julio de 1884 de la Ley 1420 que estableció la educación primaria, común, gratuita y universal; pilares basales de la estructura del sistema educativo argentino.
Bety es docente y a diferencia de sus compañeras, se desempeña con la pasión encarnada producto del empuje de su idealismo. Es el año 1986 y está atravesada por los embates de la burocracia laboral que acompañan el desinterés de sus colegas, pero nada la detiene y decide diagramar sola su viaje a Buenos Aires para nutrirse del Congreso Pedagógico Nacional, que se desarrolla al cumplirse un centenar de años de aquella piedra angular del sistema educativo.
El espectador que disfruta de la obra se encuentra ante unos de los tantos puntos de fugas que funcionan en la historia como flashback a los tiempos de la patria naciente. Tiempos de fundación de ferrocarriles, tiempos de pueblos emergentes, de modelos agroexportadores, de penetraciones ideológicas del estado. Tiempos de Sarmiento y del esplendor de Henry Woodgate, el magnate inglés de la Pampa húmeda, aquel de la historia particular que conoce Natalia Pautasso cuando leyó por primera vez el texto Los profetas del odio y la Yapa de Arturo Jauretche.
A Bety la acompaña Ana Elena Blanco, una mujer empoderada que logra lo que quiere. Ana está dispuesta a defender su amor secreto de años y a batallar desde la política la Ley del divorcio. Es el personaje de la obra que funciona como fuga hacia adelante, al presente, invitando al espectador a la crítica y reflexión, ¿son eternos los derechos adquiridos?
El fantasma de Henry merodea, en el excelente juego de luces logrado casi de forma artesanal en el cruce de linternas y la luminaria ideal de la estética del Cultural de Abajo. El fantasma merodea e impone el peso patriarcal de su poder. Es la lucha por la pureza del lenguaje y la pulcritud cultural, la expropiación de los recursos naturales y corporales. Busca su venganza, recuperar su identidad, su nombre propio, aquel que se ve en peligro por la convivencia de tres mujeres completamente diferentes en un triángulo que se completa con María Talloni, una típica ama de casa en épocas de economías australes e inflacionarias. Ella encarna la síntesis de un modelo de feminidad cultural de nuestra sociedad, aquella sometida al cuidado de un hogar que espera la adrenalina de la vida en la posibilidad del encuentro con un amante del pasado.
Tres mujeres que luchan por escaparse del fantasma de Henry Woodgate, es decir, las huellas de una cultura que atenta con volver a los cimientos conservadores que la vieron nacer, aquellos cimientos de concentración de privilegios tanto económicos como de género.
Un trabajo escénico que no hubiera sido posible sin el desempeño en vestuarios de Ramiro Sorrequieta que tomó como base las películas de Pedro Almodovar de los años 80 para articular las imágenes a las letras insuperables de las novelas de Manuel Puig, desarrollando una indumentaria que adquiere un rol fundamental en el diseño escenográfico de Ignacio Almeyda, el encargado de construir de forma poética la casa de cada una de las mujeres. Una escenografía muy bien lograda con un excelente manejo de luces y colores que le otorgan una gran atmósfera temporal a la obra. Una puesta en escena multifacética, un viaje al pasado con las preguntas del futuro.
Sinopsis
En el pueblo hay un problema, se llama Woodgate y sus pobladores lo llaman Bogate. El problema es repetido en otros poblados como James Craik, Weelwright, Hugues. Es el año 1986 y en Bogate casi nunca pasa nada, pero el mal de la inflación comienza a golpear y Ana Elena, Bety junto a María se enfrentarán al desafío de sus vidas: la lucha contra un fantasma europeo enfurecido por años de ofensa que azora sobre la lucha por el divorcio y los amores prohibidos.
La cita
“A la estación Monte Buey – nombre tradicional del lugar que designaba la estancia de un inglés llamado Woodgate-, el FCA le adjudicó ese nombre británico. Pero resultó que a los paisanos ese nombre le resultaba difícil y le llamaban Bogate. El mismo Woodgate, horrorizado de que italianizasen el apellido, consiguió que se restableciera la antigua designación Monte Buey”.
Los profetas del odio y la Yapa (Arturo Jauretche)
Ficha
Actúan: Tincho Ovando (Henry Woodgate), Vanina Piccoli (María Talloni), María Florencia, Sanfilippo (Anelena Blanco) y María Laura Silva (Beatriz Bonessa).
Dramaturgia y dirección: Natalia Pautasso.
Asistente de dirección: Úrsula Díaz.
Voces en off periodista: Juan Pablo Yevoli (periodista), Tincho Ovando (Chango) y Adrían Giampani (Raúl Giménez).
Diseño sonoro: Vanesa Baccelliere.
Vestuario: Ramiro Sorrequieta.
Escenografía, diseño lumínico y asesoramiento en diseño gráfico: Ignacio Almeyda.
Fotografía: Eduardo Bodiño.
Diseño y realización tapicería: Darío Kozak.
Producción: María Florencia Sanfilippo – Natalia Zatta.
Funciones: viernes de agosto a las 21.
Lugar: Cultural de Abajo (Entre Ríos 579, Rosario).
Reservas: 341-6765766.
Instagram: @henrywoodgate.laobra.
Facebook: Henry-Woodgate.