La creciente pasó los límites de la costanera. Familias y comerciantes de la zona debieron dejar sus viviendas y locales. La solidaridad aflora, en medio de la tristeza.
Después de tres años de sequía y fenómeno de “La Niña”, durante este 2023 advirtieron que pasaría todo lo contrario. Con la llegada del fenómeno del “Niño” habría más precipitaciones y, en consecuencia, los ríos crecerían.
En Concordia la situación comenzó a hacerse sentir. Durante septiembre, tras producirse lluvias intensas en el sur de Brasil y en Misiones y Corrientes, la capital del citrus vivió una “creciente ordinaria”. El río Uruguay comenzó a crecer y llegó a los 10,80 metros, nivel que hizo que se desbordara en la zona de costanera, que debió suspender actividades en la parte inferior.
Tras varios días de desborde, el río comenzó a ceder y las actividades que se llevaban a cabo en ese lugar fueron retomadas. Pero eso solo fue una pausa, ya que luego volvió con fuerza.
Desde los primeros días de octubre, la creciente volvió a hacerse sentir otra vez. Durante las primeras jornadas los especialistas estimaron que se trataría de otra “creciente ordinaria”, pero no fue así.
Los niveles en El Soberbio (Misiones) llamaron la atención de los ribereños, que siguen la escala de toda la costa para estar preparados. Lo que ellos esperaban sucedió: el río comenzó a crecer a un ritmo acelerado y llegó, primero, a los 11 metros que significaron un nivel de alerta y el corte de la Avenida de la costanera, pero luego pasó los 12,50 metros y debieron comenzar las evacuaciones.
Las primeras “víctimas” fueron los clubes, que se encontraron con el aviso pocas horas antes de que el agua les llegara y algunos incluso debieron evacuar con las calles tapadas por el río.
Como el agua seguía avanzando, pasó lo que todos esperan que no ocurra: debieron comenzar a evacuarse viviendas y comercios sobre los que, en pocas horas, el agua avanzó.
IRSE, HASTA QUE EL RÍO LO DECIDA
Cuando el Uruguay pasó los 12 metros frente al puerto de Concordia, equipos de Defensa Civil y coordinadores del Comité de Emergencias de la Municipalidad comenzaron a trabajar fuertemente para evacuar a las primeras familias.
Durante el primer día fueron tres, pero luego la cantidad de llamadas hizo que tuvieran que doblar el esfuerzo, ya que en pocas horas creció hasta acercarse a los 13 metros y eso hizo que cerca de 100 grupos familiares debieran evacuarse. Ese número se duplicó en cuestión de horas, pero los expertos aseguran que no crecerá mucho más porque mantendrán el río sobre los 14 metros sin que suba por varios días.
Ante esta situación, algunos decidieron evacuarse por su cuenta, otros esperaron los camiones municipales. Lo que todos tienen en común es que, de algún modo, ya están “acostumbrados” porque salen cada vez que el río crece y deben esperar que se retire para volver a sus hogares.
María tiene 70 años, está casada con Jesús y viven sobre calle Carriego al 500. A pesar de tener una enfermedad, asegura que no quiere alejarse mucho de su vivienda, cercana a las vías del ferrocarril, por lo que decidió quedarse a vivir junto con su esposo en uno de los vagones que fueron cedidos por los operarios de “Trenes Argentinos”.
No es la única en esa situación. A pesar de que la municipalidad abrió varios centros para evacuados, al menos 20 familias decidieron pasar sus días en esos vagones. “Estamos a metros de nuestras casas y podemos monitorear lo que pasa, ver si viene alguno que se aprovecha de la situación para robar o si se nos rompe algo”, aclaran. Es eso, y también es el arraigo que no los deja alejarse de su lugar.
VALORAR LO IMPORTANTE
María tiene una explicación para eso que quizás otros no entienden. Ella sabe poner en palabras por qué decide quedarse a vivir en una zona que sabe que el río castigará de vez en cuando. “Yo vivo hace 35 años acá, desde que me casé, y mi marido vive desde que nació. Amamos este lugar, no nos vemos viviendo en otra zona. Sabemos que el río puede crecer, pero ya nos acostumbramos a salir y volver. Es hermoso vivir cerca del río, aunque pasen estas cosas”, aseguró a Mirador Entre Ríos.
“Mientras tengamos vida seguiremos peleándola. Es triste, tenemos que salir con todas nuestras cosas, con nuestras mascotas, pero esto nos enseña a valorar”, comentó.
Para la vecina es agridulce la experiencia, sobre todo por lo que siente cuando le toca volver. “Es triste, es feo. Cuando el agua se retira la casa queda muy sucia y hay que pintar, limpiar, es un esfuerzo realmente grande. Nosotros respetamos a la naturaleza y volveremos cuando el río lo permita, cuando se retire. Esto siempre nos hace más fuertes”, concluyó.
DEJAR EL LUGAR DE TRABAJO
Mario Doval es dueño de un reconocido local gastronómico de la costanera. Su restaurante está ubicado en la Avenida de los Pueblos Libres y Buenos Aires. Allí el agua comenzó a entrar desde la calle lateral, pero también supo que debía retirarse por lo rápido que crecía el río.
La imagen es similar durante tres cuadras. La calesita y casa de juegos cerró, y los operarios desarmaron todo. Los otros locales gastronómicos también se mudaron. Todo se pausó, menos el avance del río.
En diálogo con Mirador Entre Ríos, Doval contó cómo se maneja ante las crecientes. “A mí me llega cuando pasa los 13,50 metros, así que tuve que retirar todas las cosas. Estoy hace muchos años acá, este es mi lugar y es un privilegio tener un comercio en la zona de costanera, pero sabemos que la creciente viene en el combo así que tuvimos que acostumbrarnos”, contó.
A esa costumbre de la que habla puede ponerla en números. “Llevo 20 crecientes, aproximadamente, desde que abrí el local. Tengo una experiencia, sé cómo es y ni bien supe que estaba creciendo tanto el río hacia el norte les dije a todos que teníamos que comenzar a pensar en la evacuación”, explicó.
Para él, las crecientes sirven para aprender, aunque tienen un costado que genera tristeza. “Nosotros aprendemos siempre algo nuevo, pero nos pone mal frenar nuestro trabajo, sobre todo porque estamos en temporada alta y esto nos genera pérdidas. No es solo la falta de ventas, sino que cuando el río baja tenemos que hacer limpieza y desinfección y eso lleva tiempo, ya que el agua deja mucha mugre, bichos y barro. Trataremos de pensar positivo y prepararnos para volver de la mejor manera”, aseguró.
Al igual que los vecinos de las viviendas cercanas, Doval espera que el río no demore mucho en retirarse. “Lo que queremos es que sea una creciente corta. Si el agua está muchos días es más dañina, así que estamos todos rogando que dure poco tiempo para poder limpiar más fácil, tener el menor daño posible y volver a trabajar, que es tan necesario en este tiempo de crisis”, concluyó.
SOLIDARIDAD
Los vecinos y comerciantes dejan notar su tristeza, pero también se ven fuertes. Mientras ellos hablan de “costumbre”, hay otro patrón que, como el comportamiento del río, se repite: las muestras de solidaridad.
Los afectados se unen y realizan ollas populares para los que se quedan en vagones o esquinas cuidando el barrio. “Esta es una manera de acompañarnos y saber que nos estamos ayudando. Nadie sale solo de esto, a la gente la ayuda la gente”, aseguran.
Pero no son solo los damnificados, sino también la gente en general. Instituciones deportivas, ONGs, escuelas, grupos de artistas y grupos religiosos se unen para realizar colectas. Juntan comida para los centros de evacuados, agua y, sobre todo elementos de limpieza y pintura para la vuelta.
Es que la premisa es la que sostienen los vecinos. Ante una situación tan difícil, es imposible salir sin la ayuda de los demás.