Las muertes violentas en el departamento más grande de la provincia no se detuvieron. Los sicarios mancharon las calles de sangre, atacando hasta a víctimas inocentes.
Finaliza el año y se vienen tiempos de balances, con números en rojo en prácticamente todas las estadísticas, en especial el de homicidios, que se refleja en más de 250 asesinatos pero que multiplica en forma exponencial la cantidad de víctimas.
Sólo algunos datos: un joven fue secuestrado en una esquina y asesinado a tiros frente a la puerta de un club de fútbol, en el marco de un enfrentamiento entre grupos que se disputan territorio, desde la cárcel. Un policía fue asesinado en la puerta de su lugar de trabajo, al parecer al confundirlo con una persona que retiró dinero de una financiera (donde hacía adicionales). Una mujer murió luego de recibir un piedrazo en la cabeza cuando volvía de presenciar un partido de fútbol. Un niño de 11 años fue atravesado por balas que en principio tenían como destino un búnker de venta de drogas ubicado a pocos metros de donde él jugaba.
Apenas cuatro ejemplos de lo que pasa en las calles del departamento más poblado de la provincia, que tiene a Rosario, la Cuna de la Bandera, como epicentro de la violencia. Las zonas oeste, noroeste y sur fueron las locaciones donde más crímenes hubo, con Ludueña, Tablada, Triángulo y Empalme Graneros a la cabeza.
La conmoción ganó la calle
En febrero se registró un crimen que en su momento se mencionó como que marcó un antes y un después en una saga que se veía interminable. Aunque el tiempo nos demostró que siempre puede haber algo más aberrante.
En la noche del miércoles 1° de febrero, unos disparos sorprendieron a quienes estaban en la zona de parrilleros del Club Newell's Old Boys, en un sector del parque Independencia, a metros del estadio de fútbol Coloso Marcelo Bielsa. En un primer momento se conoció que la víctima había sido baleada en la calle, frente a una de las puertas de ingreso al predio, en un claro mensaje sicario.
Pero con el correr de los días y la investigación, se fueron conociendo otros detalles que erizaron la piel a más de uno. La víctima tenía 28 años, fue identificada como Lorenzo Altamirano, más conocido como "Jimi". Tocaba el bajo en varias bandas de punk rock, y se ganaba unos mangos como malabarista callejero. Nada tenía que ver con el mundo del fútbol y menos con las distintas facciones de la barrabrava de Newell's.
Los últimos momentos de "Jimi" fueron los de siempre: estuvo ensayando con un grupo en la zona de bulevar Oroño al 2600 hasta cerca de las 22; luego acompañó a una compañera a tomar el colectivo y después se marchó rumbo a su casa, ubicada a inmediaciones de avenida 27 de febrero y Lima, a unas 25 cuadras al oeste del lugar donde se juntó por última vez con sus compañeros músicos.
La investigación lo encontró en una cámara de vigilancia, en la que se lo ve caminando por 27 de Febrero y Ovidio Lagos, con rumbo hacia el oeste. El reloj marcaba las 22:32. Casi 15 minutos después, era bajado a empujones de una Renault Sandero frente a la puerta 6 del estadio, por calle Morcillo al 2500, y prácticamente ejecutado. Fue llevado en ambulancia hasta el hospital de emergencias Clemente Álvarez, con heridas de arma de fuego en el cráneo y el pecho, donde falleció durante la madrugada del jueves.
En el lugar del ataque se encontraron dos vainas servidas calibre 9 milímetros y un mensaje intimidatorio dirigido a presos relacionados con la banda Los Monos y el club. Un mensaje similar había sido dejado en la puerta de la subcomisaría 26ª de Villa Gobernador Gálvez, donde casi a la misma hora atacaron a tiros un patrullero que estaba estacionado.
Pasada la medianoche, en la zona de calle Latzinia al 2900, de barrio Carlos Casado, aproximadamente a un kilómetro al sudoeste de la cancha, se halló un vehículo incinerado, que responde a las características aportadas del automóvil utilizado en el hecho. Por el momento el caso no tiene detenidos.
Homicidio y pueblada
Alrededor de las 2 AM del domingo 5 de marzo, un demencial ataque a tiros en calle Cabal al 1300, del asentamiento Los Pumitas que forma parte del barrio Empalme Graneros, terminó con un niño de 11 años asesinado y otros 3 menores heridos de bala, internados en el hospital de niños Zona Norte.
Tras la muerte del pequeño Máximo, una pueblada se desató en barrio Empalme Graneros de Rosario. Fue un caso con repercusión nacional. Crédito: Marcelo Manera
A esa hora, varias personas pasaron en un auto, con el propósito de atentar contra una vivienda señalada como punto de venta de drogas de una banda rival, pero sin tener en cuenta que en el medio había un grupo de personas, entre ellos varios niños, que estaban en la calle.
Uno de los pibes heridos fue Máximo Geres, de 11 años, que llegó sin signos vitales al hospital de Niños y falleció a los pocos minutos, como consecuencia de un disparo en el pecho.
Pasado el mediodía del lunes 6, luego del velatorio y entierro de Máximo, casi un centenar de personas incendió una moto y derribó al menos 3 viviendas que fueron apuntadas como lugares de venta de droga (búnker).
Lo que terminó siendo una especie de pueblada se fue gestando a medida que pasaban las horas y los residentes del barrio iban a darle el último adiós a Máximo en el club Los Pumas. Cuando salían, caminaban hacia la zona de Cabal al 1300 bis. Durante el velatorio hubo varios patrulleros, pero cuando el cortejo se fue, también lo hicieron los coches policiales.
En pocos segundos, los vecinos protagonizaron una pueblada: intentando hacer justicia por mano propia, lanzaron ladrillos y botellas contra una vivienda para intentar sacar del lugar a un vecino, ante las cámaras de televisión de varios canales que estaban en la zona.
Algunos uniformados lograron sacar al hombre apuntado como narco, en medio de insultos, y luego, muchos de los presentes derribaron 3 viviendas ubicadas a pocos metros una de otra, señaladas como punto de venta de drogas. También sacaron todo lo que había en su interior, incluidos varios electrodomésticos, muebles y ropa.
La policía halló en las casas que fueron derribadas varias armas de fuego, entre ellas una pistola ametralladora.
La muerte del policía (parte 1)
En la tarde del jueves 14 de septiembre, un inspector de policía, identificado como César Eduardo Carmona, de 50 años, estacionó su auto a metros de la Agencia de Investigación Criminal (AIC), ubicada en Lamadrid al 400, de barrio Saladillo, en el sur de Rosario, donde iba a tomar servicio pasadas las 14.
César Eduardo Carmona, inspector de policía de 50 años, fue ejecutado la tarde del 14 de septiembre, cuando regresaba de cumplir un adicional en una financiera. Marcelo Manera
Venía de una financiera ubicada en cercanías de Italia y Rioja, en pleno centro de la ciudad, donde cumplía tareas adicionales.
Mientras Carmona estaba estacionando su Ford Fiesta Kinetic negro sobre calle Lamadrid, casi esquina Salvá, apareció un Citroën C3 de color rojo con dos personas a bordo, identificadas como Agustín "Calamar" Almirón y Fernando Cabrera.
En base a la investigación posterior al crimen, los ocupantes del Citroën chocaron al Ford Fiesta en forma intencional, al parecer para evitar un probable escape. Luego bajaron y Almirón, que portaba un arma calibre 9 milímetros, fue hasta la puerta del conductor, la abrió y le apuntó a la cabeza. Y antes que el policía pudiera sacar su arma reglamentaria o defenderse de alguna manera, le efectuó varios disparos desde muy corta distancia. Cabrera, por su parte, rompió los vidrios de las puertas delantera y trasera del lado del acompañante para tomar una mochila que el inspector traía en el asiento delantero.
Cuando estaban escapando, Carmona logró bajar de su auto y en ese momento, Almirón "continuó con los disparos, efectuando por lo menos diez detonaciones de arma de fuego, causando el deceso de la víctima", señaló en su momento el fiscal del caso, Alejandro Ferlazzo.
Tras esto, los homicidas subieron al Citroën C3 y se dieron a la fuga primero por calle Lamadrid y luego por calle Leiva. En calle Leiva, entre Hilarión de la Quintana y Sánchez de Bustamante, los esperaba un tercer cómplice, identificado como Alan Aragón en un VW Gol Trend. En los dos autos, el trío se dirigió hacia el oeste por Sánchez de Bustamante y, al llegar a la altura del 400 (entre Salvá y Leiva), Almirón y Cabrera bajaron del C3, con la mochila del policía, y se subieron al VW Gol Trend en la esquina de Bustamante y Salva.
En tanto, el inspector fue trasladado en un auto hasta el hospital Roque Sáenz Peña, ubicado a menos de un kilómetro, donde falleció a los pocos minutos de ingresar.
Cabe destacar que el trío de sospechosos, todos de 22 años, había sido detenido en el marco de una serie de allanamientos realizados entre la noche del sábado 16 y la madrugada del domingo 17 de septiembre por personal de las divisiones Inteligencia, Homicidios y Operativa de la Agencia de Investigación Criminal, junto al Grupo de Infantería de Respuesta Inmediata (GIRI).
El crimen de Ivana
En el atardecer del sábado 30 de septiembre, Ivana Garcilazo (32 años) volvía en moto desde la cancha de Rosario Central, tras presenciar el partido clásico con Newell's, que el equipo local ganó por 1 a 0. Regresaba a su casa, al igual que otras personas y vehículos, por Ovidio Lagos, en sentido sur-norte.
Al llegar a la esquina de Montevideo, 3 personas -Juan José Massón, Ariel Cabrera y Damián Reifenstuel-, al ver venir a la víctima con ropa que la identificaba como simpatizante de Central, en forma conjunta, tomaron baldosas de la vereda y las arrojaron violentamente contra la humanidad de la mujer, "asumiendo y aceptando la posibilidad cierta y probable de provocar su fallecimiento, tanto por el impacto directo de las piedras a la persona que se encontraba en movimiento como por la posibilidad de hacerla perder el control del moto vehículo e impactar contra el pavimento o ser arrollada por un vehículo", según refirió en su momento el fiscal a cargo del caso, Gastón Ávila.
Ivana sufrió un impacto que le causó un traumatismo encéfalo craneano grave y le produjo la muerte, por lo que cayó desplomada de su moto a los pocos metros. Tras esto, Reifenstuel y Massón huyeron del lugar por Montevideo al oeste, mientras que Cabrera se acercó con intenciones de agredir al novio de la víctima, quien en ese momento detuvo su marcha en el lugar para auxiliar a su pareja.
En ese encuentro, el novio de Ivana se defendió con una linga negra que tenía en su poder, la cual luego de un forcejeo quedó en manos de Cabrera, que huyó del lugar por calle Montevideo con dirección al este y antes de llegar a calle Callao, la arrojó al costado de un árbol en la vía pública.
Tras el crimen, la fiscalía en turno de la Unidad de Homicidios Dolosos chequeó varias cámaras de seguridad en la zona aledaña al lugar del ataque y de esta manera logró dar con al menos dos de los atacantes. Luego de difundir sus imágenes y datos personales, dos de ellos se presentaron en la sede de la Agencia de Investigación Criminal (AIC), mientras que el tercero decidió fugarse.
El primero en ser detenido fue Ariel Cabrera, quien se presentó en la sede de la AIC en la mañana del 12 de octubre, un día después que la Fiscalía diera a conocer su rostro y datos.
En la tarde del miércoles 18, en el marco de la audiencia imputativa, el fiscal Ávila contó que Cabrera no modificó su rutina desde el día 1, y "continuó trabajando en el Club Social Lux (donde daba clases de educación física). El punto de inflexión es cuando se dan a conocer los videos, una vez que se dan las imágenes es donde nosotros notamos el cambio total: físico, de rutina y del lugar de residencia".
Tras aclarar que no se pudo precisar dónde estuvo durante 48 horas, "finalmente se sintió acorralado, su cara y su nombre estaban en todos los medios públicos, no podía ir al trabajo, no podía estar con su familia que ya le habíamos allanado todos los domicilios y decidió presentarse"
El segundo en ser detenido fue Juan José Massón, quien tardó dos semanas más en entregarse. Lo hizo cerca del mediodía del jueves 26 de octubre, tras una serie de allanamientos realizados en su vivienda, ubicada en Humberto Primo al 1900, de barrio Ludueña y la de varios familiares.
Ambos quedaron detenidos por homicidio agravado por ser cometido en ocasión de espectáculo deportivo, por el plazo de ley (al menos dos años).
En tanto, continúa la búsqueda del profesor de química Damián Reifenstuel, quien según se desprende de la investigación, se presume que cruzó a Bolivia a través de la localidad de Salvador Mazza (Salta), sin pasar por un paso migratorio custodiado. Con ese dato, desde el Ministerio Público de la Acusación se alertó al gobierno boliviano y se pidió su captura internacional a Interpol.
Pero como no había novedades, Silvia Garcilazo, hermana de Ivana, viajó a Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) para buscar al único prófugo por el crimen. Silvina tomó la determinación de cruzar hasta el vecino país tras recibir varios mensajes en la cuenta pública que abrió en Instagram "Justicia por Ivana", donde testigos le decían que habían visto a Damián en Santa Cruz de la Sierra. Vendió el fondo de comercio del negocio familiar que tenía, un IPhone y tras imprimir folletos con la cara del prófugo por el crimen de su hermana, se marchó hasta la ciudad ubicada 2.000 kilómetros al norte de Rosario.
La muerte del policía (parte 2)
Minutos después de las 21 del martes 14 de noviembre, el subinspector de policía Leoncio Bermúdez, de 42 años, fue asesinado, afuera del hospital Provincial, situado en la manzana comprendida por las calles Alem, Zeballos, 1º de Mayo y 9 de Julio, en pleno barrio Martin, a 6 cuadras del Monumento a la Bandera.
Según los datos obtenidos en el marco de la investigación, entre 2 y 3 personas ingresaron al hospital por el sector de guardia, ubicado sobre calle Zeballos al 400. Entraron con la intención de ubicar a un preso, identificado como Gabriel Lencina, quien está cumpliendo condenas por homicidio y tentativa de homicidio en el penal de Piñero, que estaba internado desde el lunes por un cuadro de tuberculosis.
El preso ya había recibido el alta y estaba a la espera de ser trasladado en una combi del Servicio Penitenciario nuevamente a la Unidad Penitenciaria Nº 11, al sudoeste de Rosario, por lo que se presume que los sicarios tenían esos datos y por eso ingresaron en la noche del martes.
Con sus caras cubiertas por barbijos, entraron como cualquier persona que va a atenderse, pero en instantes mostraron sus verdaderas intenciones. No se descarta que hayan hecho un trabajo de inteligencia previo, ya que ingresaron al hospital y rápidamente fueron hasta el sector donde se atiende a personas privadas de su libertad.
La fiscal en turno de la Unidad de Homicidios Dolosos, Gisela Paolicelli, señaló que los sicarios llegaron hasta el lugar donde estaba Lencina y redujeron a dos agentes del Servicio Penitenciario que estaban de custodia. Lograron arrebatarle el arma reglamentaria a uno y le pegaron un culatazo en el pómulo, por lo que luego fue atendido en el hospital.
En ese lugar se produjo un breve intercambio de disparos. Los tiros alertaron a quienes estaban en distintos sectores del hospital. Como no pudieron liberar al preso, los delincuentes se dieron a la fuga hacia la salida que da a calle Zeballos.
Al escuchar los disparos, un policía que estaba en la garita que está sobre calle Zeballos (fuera del hospital), salió corriendo de ese lugar, y fue atacado a tiros, cuando estaba a punto de ingresar a la guardia, con una mano en la culata de su arma reglamentaria, a la altura de la cintura, que no logró desenfundar. En la garita quedó una de sus hijas, que había ido a visitarlo y conocer su lugar de trabajo.
Recibió un disparo en el cráneo desde muy corta distancia y quedó tendido en el piso, mientras que los atacantes se dieron a la fuga corriendo por calle Zeballos hacia el oeste. Huyeron en un automóvil Fiat Uno gris, que estaba estacionado a los pocos metros.