Desde el año 2014 el maestro Héctor Ansaldi (1951) no solo hace lo que siempre hizo, es decir, escribir obras que luego actuá y dirige en radio, televisión, teatro o incluso cine; sino que se aboca a la escritura de novelas y cuentos sin alejarse del estilo que ha marcado el largo caminar que comenzó a los 14 años con su debut en Los happening del living Theatre en Massachusetts. Es por eso que no es extraño que en esta etapa creativa de su vida sorprenda con la novela, QUIMERA mandarina, una ficción que busca darle escritura a lo inusual, lo raro y lo extraordinario.
El propio creador afirma sobre la historia aquí contada: “Esta novela -QUIMERA mandarina ‘es la primera de tres; que no es una saga, sino que cambia el relator protagonista’ que conoce a los relatores y protagonistas de las otras dos novelas; QUIMERA- cacahuete y QUIMERA- talamayota” y aclara, “son puntos de vista diferentes, y espacios distintos sobre situaciones que, a veces compartieron, y otras son nuevas”.
La novela tiene una visión inclusiva del cuerpo y el deseo de las personas, “QUIMERA mandarina devela que no hay una única forma de aprovechar las potencialidades del propio cuerpo, en especial cuando se trata del deseo y del modo en que este contribuye con nuestra trascendencia”.
Un encuentro con lo extraño. La posibilidad y la convivencia
El prólogo del libro es obra de la minuciosa lectura de Constanza Tanner quien marra las sensaciones subjetivas que le provocó la lectura. En el mismo escribe la necesidad de realizar dos consideraciones iniciales, en primer lugar “sobre el modo en que los personajes que atraviesan las páginas por venir impactan los unos en los otros: en lugar de hablar de choques o fracturas irreconciliables entre mundos disímiles, tendría más sentido referirnos al modo en que se enlazan las burbujas, con un contacto sensible entre dos realidades que se integran para conformar una más amplia”, en clara alusión al espíritu inclusivo de la historia. Un rasgo que es marca registrada de toda la obra de Héctor Ansaldi.
En segundo lugar, Constanza destaca “la idea misma de anticipar un sentido como si fuese más valioso que aquellos que los lectores podrán experimentar —en mente y cuerpo— por sí mismos contradiría la esencia de Quimeras. Por lo tanto, en lugar de ofrecer afirmaciones opté por plantear preguntas”.
Es otro tópico que nace genuinamente en las obras de Ansaldi. Sus creaciones no vienen a traer certezas, sino a estimular preguntas, como lo demostraron sus últimas puestas en escenas, “Piripincho por doquier” y “Errante, el musical”.
“¿Es posible aplicarle palabras al contacto entre las energías que fluyen desde nuestros poros? ¿Sería pensable —o deseable— una trayectoria lineal cuando lo inesperado de las conexiones físicas (químicas, psíquicas, emocionales, ¿álmicas?) marca las vueltas del camino? La ambivalencia, como la que es posible palpar (casi literalmente) en muchos de los pasajes de esta novela, suele incomodar. Lo incierto suscita sospecha, despierta suspicacias. Pero ¿por qué? ¿Qué tipo de seguridades son las que consideramos valiosas, y a qué se debe este juicio? ¿Qué define que lo que permanece quieto pueda procesarse mejor que lo mutable? ¿Supone algún tipo de garantía aferrarse a lo que solo se comprende desde la lógica?” son algunos de los interrogantes que Tanner anticipa al lector.
Quimera en la mitología griega clásica es un monstruo imaginario que vomita llamas, tiene cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón. Un ser mítico-místico que solo se puede entender como conjunto, cuando la mirada del observador se abstrae de los prejuicios y conceptos pre fabricados y da lugar a la Gestalt de una mirada empática, integral respetuosa y amorosa.
Escribe sobre este punto Costanza Tanner: “Una quimera son muchos en uno solo; es uno que alberga a dos, y, por lo tanto, hace tres”…”los personajes que se dejan tocar por la vida a lo largo de Quimeras saben —o terminan aprendiendo— que no hay una forma única de encarar la existencia. No hay un único lugar seguro para dormir por las noches, no hay un único tiempo para concluir conversaciones interrumpidas, no hay un único espacio para enmarcar (re)encuentros a veces deseados y a veces totalmente abrumadores. Asimismo, no hay una única forma de aprovechar las potencialidades del propio cuerpo, en especial cuando se trata del deseo y del modo en que este contribuye con nuestra trascendencia”.
En la novela, a través de distintas experiencias, los protagonistas acceden a encuentros capaces de cuestionar aquello que se presenta como inamovible, de horadar la cáscara/máscara que nos mantiene socialmente funcionales hasta llegar al corazón blando y moldeable que siempre germina.
“Quimeras es un viaje, pero no apunta al reencuentro con lo perdido sino al (re)descubrimiento de lo latente. Mediante un aprendizaje profundamente sensual —en el doble sentido de erótico y sensible—, los jugos constitutivos de unos personajes riegan las semillas de los otros, que a su vez rompen la cáscara de quien pretenda mantenerse impasible. Cuando toda humedad se absorbe con fruición, el resultado posible es solo uno: el fruto, como esta novela, erupciona, rebalsa y siembra futuro”.
Lo inusual, lo extraordinario y lo raro tienen lugar
Se escribe en este libro: “Se suele hablar de quimera cuando en los comportamientos de una persona empiezan a aparecer ideas fuera de lo común. Originariamente, Quimera era una criatura mitológica muy rara con partes de distintos animales, pero ¿qué pasaría si nos permitiésemos desafiar aquello que consideramos normal?
En esta novela Ansaldi juega a mezclar el color de las fantasías más extraordinarias con el gris de las realidades más crudas. Nos cuenta la historia de un hombre que se atreve a enfrentar a su propio deseo, una bestia con alas muy grandes, garras y un rostro que parece estar exhalando fuego. Una auténtica Quimera”.
¿Qué lugar tiene lo quimero en nuestras vidas?
Bio
Héctor Ansaldi (1951): es dramaturgo, director, actor y arquitecto. A los catorce años empieza a dedicarse al teatro, incursionando en Los happening del living Theatre en Massachusetts, donde queda impreso en él un estilo de teatro basado en la experiencia ritual. En 1973 funda su propio espacio en Rosario, el Teatro Caras y Caretas que es la sala independiente más antigua de la ciudad.
En 1983 crea a Piripincho un personaje con el cual realiza teatro, televisión, cine y radio. En todas sus producciones integra las artes vivas creando un original estilo donde nunca falta el humor, el sarcasmo y la fantasía.
En narrativa ha escrito más de cien obras teatrales que fueron llevadas a escena y en el año 2014 comienza a escribir novelas, crónicas y cuentos cortos apoyándose en sus experiencias como actor y director para darle a sus relatos una impronta teatral de situaciones y climas.