Fernanda Otero (nieta del protagonista) y Juan Pablo Menchón celebran a través de un trabajo íntimo y emotivo la vida del último maquinista de trenes a vapor vivo en el país. Un personaje con carácter de mito.
“Amando (el genio de los Acuario), documental a cargo de Fernanda Otero y Juan Pablo Menchón obtuvo a fines del año 2022 el Premio al Mejor Largometraje Santafesino en el 28° Festival de Cine Latinoamericano Rosario. Más allá del galardón le ha costado, al igual que al grueso de las producciones de carácter independiente, encontrar salas para su proyección. Por ello fue más que meritoria su inclusión en el ciclo “Cine Nacional, Siempre” que se desarrolló de manera gratuita en el Cine Lumière de Rosario a lo largo del mes de febrero. Allí compartió protagonismo con películas como “Luna de Avellaneda”, “Corazón de León”, “Un cuento chino” y “Dos hermanos”.
El público, de este modo, pudo disfrutar del primer largometraje de Otero como directora, una realizadora egresada de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica del INCAA que reside en Buenos Aires desde hace veintitrés años.
El documental de setenta minutos se centra en la figura de Amando Otero, quien es el último maquinista de trenes a vapor vivo en el país. Con, ni más ni menos que 95 años sigue tan activo y jovial como en sus mejores años en las vías. El presente lo encuentra desempeñándose como instructor en la escuela de maquinistas, pero es ante todo un mito ferroviario de la ciudad de Rosario. Fernanda ansía registrar esto, pero claro, con el agregado de que más allá de directora es la nieta de Amando. Y es allí donde el producto ofrece su mejor versión, un trabajo emotivo e íntimo que si bien celebra la vida del incansable trabajador consigue que esto apenas sea el punto de partida.
“La idea de la película surgió allá lejos y hace tiempo. En el 2011 yo empiezo a querer hacer un documental sobre la historia de la escuela técnica de Rosario "Carlos Gallini" que es la escuela de maquinistas de la que mi abuelo fue parte desde el año 1944. Tomando ese relato como disparador también quería tocar parte de su vida, parte de su historia y consecuentemente parte de la mía. Me interesaba fundamentalmente la cuestión histórica, hablar de la historia del ferrocarril y sobre los vaivenes del mismo a través de las distintas épocas.
Cada vez que visitaba a mi familia en Rosario llevaba una cámara y así comencé a registrar la aparición de “Amando”, de mi abuelo, como un personaje que estaba muy por encima de cualquier historia o relato histórico. Estaba siempre en primera plana gracias a su manera de contar, su pasión y su compromiso. Lo que él hacía en la escuela, dentro del ferrocarril o arriba de las locomotoras tenía más que ver con un compromiso que sentía con la vida en sí misma.
Entonces esa idea original que consistía en contar la historia del ferrocarril un poco a través de mi abuelo fue mutando hasta transformarse en un relato que hablaba acerca de la historia de mi abuelo y de mi vínculo con el tomando como excusa el compartir un saber que era el del ferrocarril”, explica Otero en charla con Litoral de Santa Fe.
La directora recuerda a su abuelo como una persona muy cinéfila, característica que de algún modo traza puentes respecto a lo que en el propio relato converge. El cine dialogando con el propio cine.
“En el camino de investigación emprendido también apareció un “Amando” muy cinéfilo. Una arista súper interesante, no tanto por lo cinéfilo en sí, sino porque nos permitió preguntarnos como vería el mundo a través de un dispositivo cinematográfico. Ahí surgió la idea de darle la cámara y empezar a ver sencillamente que es lo que veía, que registro de imágenes y de sonidos hacía el de la realidad. Eso fue un gran cambio para mí y, por consiguiente, para el trabajo. En principio fue darme cuenta que el personaje de la película era mi abuelo y no los trenes, después, por otro lado, entender que era lo que él veía cuando le di la cámara. Cuando recibimos el material con mi equipo tomamos conciencia que lo que Amando veía eran los trenes, la escuela y Telma, mi abuela y compañera de toda su vida. Así entendí que tanto Telma, como yo y el resto de mi familia éramos personajes también dentro de la película”.
Otero acompañada por Juan Pablo Menchón como co-director y montajista y Victoria Comune, como productora, consigue dotar al trabajo de un equilibrio perfecto sabiendo siempre cuando tomar distancia. “Amando” habla de vínculos familiares otorgando importancia a cada uno de ellos. Es verdad que la relación que más explora es la de una nieta con su abuelo, pero el relato también indaga y descansa sobre las figuras del padre y abuela de Fernanda.
“En el trabajo aparece mi abuela, mi padre, la historia familiar, aparece mi propia historia y aparece Rosario como un escenario con el que yo sentía cierta lejanía. Volver a reconectar con la ciudad también era un poco parte del proceso. Juan Pablo y Victoria, que también participo muchísimo en el armado del guion; fueron clave para conseguir tomar distancia y desligarme de cuestiones que eran personales e íntimas y que no podía dejar ir. Consiguieron marcar todo el tiempo esa distancia entre lo que necesitaba yo, como una especie de terapia personal, y lo que necesitaba la película. Dos seres del bien, y principalmente amigos del alma, con los que estudie y que conozco desde hace 20 años.
También creo que cuando media un dispositivo resulta un poco más simple distanciarse y ver el material desde un lugar, entre comillas, más ajeno. Me resetie y Amando, mi abuelo, empezó a ser un personaje de un documental que yo estaba intentando articular.
Estas dos cuestiones fueron fundamentales. No quiero dejar de mencionar el montaje, Juan Pablo hizo maravillas y tiene grandes hallazgos. Encontró en cuestiones de la intimidad familiar el relato de la película también, muchas de ellas eran bajo mi visión cosas mundanas pero que indudablemente servían y eran funcionales para el armado del personaje”.
La realizadora si bien construye su puesta principalmente desde la sensibilidad, no descuida los aspectos históricos. A través de estos el audiovisual trabaja en torno a ideas como las de unión y resistencia.
“Inicialmente el disparador era sobre todo contar la historia de la escuela, retratando la coyuntura de la década del 90, que es el momento en el que esta cierra. Mi abuelo y un grupo de maquinistas jubilados se quedaban protegiéndola sin ningún tipo de ayuda económica de nadie, ellos ponían dinero por mes e iban todos los días a mantenerla y limpiarla. Un acto de resistencia y amor. Si cerraba, ellos se iban con el lugar.
Todo eso para mí era súper importante de contarse, pero tras iniciar el proceso de recorte nos dimos cuenta que era casi una película aparte. Entonces hay una mención en la película, pero no es lo central. Los hechos históricos lo que hacen es darle marco a la vida de Amando y un poco al como ese personaje se construye. En ese mismo proceso también apareció “La Emperatriz” (la locomotora 191 insignia del Central Argentino) como un personaje más. Cuando emerge hay una idea de reencuentro, una especie de historia de amor inconclusa donde mi abuelo nunca había podido manejarla. Y entonces con “La Emperatriz” restaurada nos parecía que la línea narrativa también debía ir por ahí”
-¿Cuál es el camino que le queda por recorrer al film? ¿Dónde podrá verse próximamente?
-Todo el año pasado estuvo en festivales nacionales y en casi todas las provincias. El espíritu es que recorra esos lugares tal y como lo hacían los trenes, en un punto funciona como una suerte de analogía. Existen tantos espacios, pueblos y ciudades que quedaron desamparados, no solo sin que lleguen trenes sino productos culturales, relatos nuevos e historias. Entonces un poco el recorrido de la película de acá en más va a ser ese. Nos gustaría que se vea en todos los lugares posibles, sobre todo en cine recuperados y espacios restaurados. Tenemos también una idea de hacer un cine en tren y llevar a “Amando” por todo el país.
-¿Qué opinás de la situación actual del cine argentino?
-Lo amplio a lo qué opinó de la situación actual de la cultura en Argentina y la verdad estoy angustiada y preocupada con determinadas decisiones en general. En particular con el cine me parece que hay una deuda, que no es de ahora, que tiene que ver fundamentalmente con la exhibición en Argentina, con la cuestión de las pantallas. Me quiero centrar solamente en esto porque es algo que, dada mi labor como productora de festivales, me convoca mucho. Me parece que se ha trabajado un montón, a veces mejor, a veces peor, en poder aportar desde el Instituto para que las películas se hagan, pero luego las mismas básicamente no tienen donde ser vistas. Existen los espacios INCAAS, lugares tan valiosos como el Lumière en Rosario, pero falta muchísimo si efectivamente tenemos en cuenta la cantidad de películas que se hacen por año y las que efectivamente tienen pantalla para poder ser vistas. Es una situación, como mínimo, muy preocupante. Entonces yo celebró mucho cuando las salas son recuperadas y puestas a funcionar con una programación y con una curaduría a conciencia, dándole lugar al cine nacional y por supuesto, a otros cines del mundo, pero el cine nacional necesita espacios de exhibición, necesita espacios de mercado de distribución. Ni hablar de todo lo que tiene que ver con la producción y el trabajo concreto de poder producir una cinta. Hoy resulta prácticamente inviable a menos que cuentes con una productora muy grande montada.
El cine independiente está en un peligro inminente y me parece que hay que seguir dando ese debate, hay que dar esa pelea. No son momentos fáciles para la cultura en general ni para el cine en particular.