Según especialistas, algunas causas posibles son las lluvias y filtraciones, la alta urbanización, conexiones clandestinas y falta de mantenimiento.
Desde que se formó el ya histórico “cráter” en Urquiza y bulevar Pellegrini en aquel lejano 2015 -episodio que recuperó en la voz de la gente el mito urbano de que “allí abajo cruza un arroyo subterráneo”-, nunca dejó de llamar la atención por qué, justo en ese sector del ejido urbano de la ciudad, se producen tantos socavones y hundimientos.
El hundimiento en Urquiza y Bv. Pellegrini demandó unos dos años arreglo definitivo, ya que se debió intervenir la cloaca máxima, con un imponente tablestaquedo o operarios de Aguas Santafesinas S.A. (Assa) trabajando a destajo y de noche (aunque el sector volvió a tener problemas). En 2016, apareció otro, también de dimensiones importantes y a pocos metros, en Urquiza y Mariano Comas.
El año pasado, se formó otro enorme hundimiento frente al Estadio del Club Unión, cuyos trabajos aguardan ser licitados, y que está a sólo unas ocho cuadras del más reciente, en 9 de Julio y Bv. Pellegrini.
Foco crítico
Este último socavón, que casi se “traga” una persona, es el foco crítico hoy: allí ya se está operando un georradar, tecnología que tienen la capacidad de detectar obstrucciones, fisuras subterráneas, entre otros problemas, y que permitirá emitir información y dar un diagnóstico de situación de lo que pasa abajo.
Con estos antecedentes, que no son todos, cabe la pregunta: ¿Por qué se generan tantos socavones y hundimientos en ese sector? Razones concretas y objetivas de momento no hay; si factores naturales y antrópicos que dan lugar al esbozo de hipótesis respecto de cuáles serían los motivos de la problemática.
El Litoral consultó sobre este tema a Viviana Zucarelli, Ingeniera en Recursos Hídricos de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas (Fich) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL). La profesional es además secretaria de Extensión de dicha unidad académica.
Multicausalidad
“Las causas pueden ser muchas y muy variadas. Hay factores naturales y antrópicos (donde interviene la mano del hombre). Entre los primeros, pueden citarse los cambios y la variabilidad climática, con las lluvias intensas; y de los antrópicos, aparecen la alta urbanización, la falta de gestión y de mantenimiento de las obras”, puso en contexto la ingeniera.
En cuanto al cambio climático, con más frecuencia se dan eventos extremos, como precipitaciones cada vez más intensas y frecuentes: “Antes llovía en un mes 300 milímetros, y ahora tenemos en una sola tormenta 90 milímetros que caen en media hora, por ejemplo. Además, tuvimos tres años de sequías extremas. Todo esto tiene que ver con las variaciones del nivel freático (napas)”, apuntó.
Zucarelli advirtió sobre otro agravante: a lo largo de muchos años “las obras no tienen mantenimiento. Hablo de las obras hidráulicas en general en toda la ciudad, no sólo del sector de la cloaca máxima y bulevar. Nosotros desde la facultad siempre insistimos en la importancia de la gestión integrada de los recursos hídricos”.
Esto involucra, para la entrevistada, revisar y volver a hacer un replanteo de las obras hidráulicas: “hoy tenemos obras que fueron pensadas para un contexto urbano de hace muchísimos años”.
“La situación urbana cambia: cambian el uso del suelo, las formas de edificación, y esto hace que tengamos cuencas que son cada vez más impermeables, lo cual lleva a que tengamos menos infiltración y más agua que va hacia los ríos y hacia las obras de desagües”, añadió.
En este sentido, hay que hablar no solamente de las cloacas, “sino de todos los sistemas de abastecimiento de agua y de la situación de las defensas, por ejemplo, hay muchas cosas para analizar”, insistió en este aspecto.
Conexiones clandestinas
-Las conexiones domésticas clandestinas, ¿podrían incidir siempre en términos hipotéticos, en que se generen socavones en ese sector de bulevar, o que afecten la cloaca máxima?
-No conocemos la situación de la clandestinidad. Pero de haberlas, en el supuesto caso, si se identificaran conexiones cloacales domiciliarias clandestinas, claro que generarían problemas.
Porque las obras cloacales fueron diseñadas para una determinada capacidad. Y cuando los desagües o las conexiones domiciliarias aportan a una obra que no fue calculada para ese caudal, aumenta la demanda; entonces, el conducto va a trabajar a presión, exigido. Y puede hacer también que existan estas fallas.
No nos olvidemos de que la ciudad de Santa Fe está en una zona de llanura, y en este sentido aparece el tema de las napas freáticas y la impermeabilización de la cuenca. Nosotros vemos la cantidad de edificios que se han hecho en los últimos años en toda la capital, no sólo en este sector en particular.
“Debemos hacer un énfasis en esto. Todas estas modificaciones, estas variaciones del clima, de la vida en la ciudad, con las urbanizaciones, hacen que se produzcan inconvenientes de todo tipo relacionados con obras hidráulicas. Muchas veces, los planificadores y tomadores de decisiones no las tienen en cuenta. No hay ordenamiento territorial, es decir, hacia adónde tiene que ir (crecer) la ciudad”, subrayó la ingeniera.
El georradar, paso a paso
Hay dos sectores donde el georradar se estuvo operando, tras un convenio firmado entre la Fich, la Municipalidad y Assa: uno es en el socavón de Bv. Pellegrini y 9 de Julio, y el otro es en cercanías del extraño badén que se formó en Bv. Gálvez, entre Sarmiento y Alberdi, frente a la Plaza Pueyrredón.
El georradar es un instrumento complejo que tiene la forma parecida a una cortadora de césped. Se traslada sobre la superficie por cada sector afectado y permite localizar objetos, cavidades, hondonadas (depresiones), obstrucciones, estructuras que están por debajo del suelo, tal el caso de la cloaca máxima, en Bv. Pellegrini.
¿Cómo funciona el georradar? Al momento en que se realiza la “pasada” por la zona afectada, lo que hace es mandar ondas, que cuando chocan con algún elemento de distinta densidad, emite una respuesta. En limpio: el georradar va haciendo un mapeo donde se permite identificar discontinuidades, estructuras, obstrucciones discontinuidades, fugas en el conducto en particular.
“Va dando información valiosa que dará lugar luego a un diagnóstico de situación, de cómo está el suelo debajo de la superficie. Cuando esa información se procese, se tendrá una radiografía sobre dónde hay problemas subterráneos. Luego, con esa información, deberán actuar en consecuencia los tomadores de decisiones”, precisó la ingeniera.
Pero como todo equipo, tiene sus limitaciones: en este caso, el aparato “radariza” hasta cinco metros de profundidad, dependiendo de la condición de humedad del suelo, y aquí aparece, otra vez, la importancia del nivel freático. “No es lo mismo hacer una investigación con el suelo saturado de humedad a cuando la napa está baja”, explicó.
Puntualmente Bv. Pellegrini y 9 de Julio, el objetivo del georradar es “ver el tamaño de esa oquedad (cavidad o socavón). Esto permitirá hacer un diagnóstico y ver qué medidas estructurales hay que hacer, incluso para que el actual socavón no siga progresando”, precisó la ingeniera Zucarelli.
Otro punto a poner atención
También se está haciendo una investigación con el georradar en la Plaza Pueyrredón, porque hay una hondonada (un badén de profundidad), “que no sabemos si se debe a un colapso o a un falla subterránea, o si se trata de un problema en la cloaca máxima. Esta investigación es para prevenir y evitar lo que pasó en Bv. y 9 de Julio”, aclaró la ingeniera.
Con la información que arroje el georradar, Assa será la encargada de dar un diagnóstico para ver cómo se prosigue y qué acciones se toman. “Aquí, lo importante será ver después qué medidas se toman para mitigar, para prevenir posibles socavones de este tipo (frente a la Plaza Pueyrredón), y para solucionar lo que ya está ocurriendo en Bv. Pellegrini y 9 de julio”, concluyó Zucarelli.