El escritor Alejandro Pidello viaja asiduamente a Europa, es profesor honorario de la Facultad de Veterinaria en Casilda y fue uno de los creadores de la mítica revista La Cachimba. Su último libro Miss Deren, será presentado el 8 de mayo en la Biblioteca Argentina, Rosario.
Alejandro Pidello vivió algunas historias que podría contar alrededor de una fogata en las noches de calor como el reposo del guerrero que, a modo de juglar, recitará un interesante recorrido que renovaría mes tras mes, porque continúa viajando a Francia e Italia, escribiendo libros y gestionando actividades para el laboratorio de su amada Universidad. Sus primeros pasos fueron en las calles céntricas, con los recorridos habituales y con la tranquilidad de una etapa impensada para lo que se vive hoy en Rosario.
“Cuando era pibe iba a una peluquería de varones que estaba en Dorrego y Pellegrini y leía las revistas de historieta Tony, Dártagnan o Intérvalo. El peluquero tenía una cultura general impresionante de Nippur de Lagash o Rip Kirby. Yo dejaba pasar los turnos y me decía: “te toca a vos pibe”, y dejaba que pasaran los otros para seguir leyendo y me iba ya cuando cerraba. Pasé toda mi infancia en esa zona. Desde 1955 hasta que me casé y me fui. En la primaria y secundaria iba caminando hasta el colegio Sagrado Corazón, estaba a tres cuadras de casa. Era de curas y de varones. Yo pasaba desapercibido, me hacía el sota y nunca me afectó nada, pero la infancia siempre marca. A veces me encuentro con los compañeros de sexto grado y es como ver una película de los años veinte, viviendo las cuestiones existenciales y a la vez tratando de ser el director. Pero cuando rebobino, pienso en que había treinta curas encerrados en ese colegio y entendía que había una contradicción. Yo era un nenito y uno de los cuestionamientos más grandes que tenía era ese. Luego estudié la carrera de Licenciatura en Química. Me recibí y trabajé en la fábrica de jabón SAIPE, en Granadero Baigorria”, cuenta don Pidello.
En los años difíciles de la dictadura argentina, Pidello partió hacia Francia para cursar su doctorado. El modo epistolar fue determinante para continuar con la revista La Cachimba, seguir escribiendo y publicar.
“Eso fue porque otro de mis objetivos fundamentales era una beca del gobierno francés que conseguí en 1976. Hice el doctorado en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Nancy, Francia, otro poco en Italia y viajé un montón. Era una época pesada y si bien no estaba involucrado en nada, tenía ideas y gente conocida que me acercaban a cierto peligro. Muchos la pasaron muy mal y otros no la contaron. Me juntaba con Jorge Isaías en la librería Signos. Nos habíamos conocido en un encuentro de jóvenes poetas en Colonia Caroya, en Córdoba, que después él lo contó unas 4000 veces. La librería estaba en la calle Córdoba, entre San Martín y Maipú, en el Pasaje Pan. Era una especie de jabonería de Vieytes. Ahí creamos la revista La Cachimba, junto a Jorge y Guillermo Colussi. Fue un periodo activo. Las revistas tenían unos tirajes fenomenales porque teníamos una gran inserción en la Universidad, especialmente en la Facultad de Filosofía y Letras, que hoy es Humanidades. Las primeras plaquetas eran con el mimeógrafo que imprimía Airoldi, en la calle Corrientes y los dibujos iban con esténciles electrónicos. Salía caro y era complicado, pero luego empezamos a trabajar con la imprenta de Francisco Gandolfo. Cuando me fui, Jorge contaba que iban tipos pesados, que se notaba que no eran del ambiente y preguntaban. Sabían todo, era peligroso el asunto. La Cachimba funcionó gracias a lo epistolar. Los contactos que teníamos con todo el mundo eran espectaculares. Recibíamos en la casilla 272, del Correo Argentino, las cartas de muchos escritores y sus libros. Jorge pasaba a retirar los paquetes y nos juntábamos los fines de semana para leerlas, responder y armar las notas”, dice el autor.
Tras su enorme trayectoria, Don Pidello, escribió un libro que se llama Ecología Microbiana. Química redox (Corpus 2011 y Éditions Quae 2014), fue publicado tanto en Rosario como en Francia y lleva varias reediciones.
“Hice toda mi vida docente como profesor full-time. El cronograma del inicio de la Facultad de Veterinaria empezó las actividades docentes un lunes con la cátedra de Química y justo me tocó a mí ser el primero y por esa causa me dieron el título de Profesor Honorario. Soy viejo. Entonces anduve contando esta anécdota. Todo se fue dando a través de un crecimiento paulatino al empezar como ayudante de segunda. Cuando volví, gracias a mi Doctorado en Francia, pude concursar y quedar como profesor titular de Química en la Facultad de Veterinaria y me jubilé ahí. Pero durante todo ese tiempo, mantuve relaciones con Francia e Italia. Había empezado la democracia y aparte de la docencia, me interesaba trabajar experimentalmente en Química; crear un grupo de investigación en el área que yo había formado en ecología microbiana. Pude equipar el laboratorio de Química Biológica de la Universidad Pública. Orgullo aparte, fue todo con subsidios que conseguí a lo largo de 40 años de carrera. Era lo que me correspondía hacer con un equipo, porque como profesor titular tuve acceso, pude ser interlocutor en esas ofertas que eran internacionales. Fui delegado del Consejo de Investigaciones de la UNR durante mucho tiempo y publiqué el libro Ecología Microbiana. Salió primero en Rosario y después en Francia. Párrafo aparte, los canales de comercialización de las editoriales francesas bombardean a medio mundo. Tienen una serie de intereses que son hasta políticos. Es decir, he visto al libro en bibliotecas asiáticas, en casi toda la parte africana francófona, por ejemplo está en la Universidad de Nairobi. Y es un pequeño librito, porque yo hago siempre pequeños libritos. Fue una satisfacción para mí porque de alguna forma cerraba mi historia. Trata sobre un tipo de reacciones químicas aplicadas a la ecología microbiana que se llama Reacciones Redox. Son un paquete de reacciones muy importantes: todos los procesos de nuestro organismo son de óxido de reducción y vivimos gracias a esos procesos y se libera energía y con eso charlamos y hacemos entrevistas como estas”, cuenta el escritor entre risas.
Don Pidello creó la editorial Oroñopolis, cuyos libros son de tapa dura y rigurosamente cuidados: “Modestamente una joyita. Yo no soy modesto, te la hago clara, pero los libros sí. Y los libros se contagian”, dice el autor. Apuntes por estímulos poéticos de circunstancia (Oroñopolis 2016), es un libro de poemas. Cuenta con una recopilación de actividades, de presentaciones, o de escritos que se gestaron ante la solicitud de amigos escritores. El autor aclara que el compendio es intervenido con diversas imágenes coleccionadas, propias y ajenas. A su vez, adjunta un DVD con textos móviles que se despliegan como collages en video de sus kine-poemas.
El Diablo in albis, fue editado por Libros de Alejandría en el año 1997. Incentivado por el editor Enrique Puccia, Pidello gestiona un crédito estímulo del Fondo Nacional de las Artes, y al obtenerlo, el libro salió a la calle. Trata sobre las viejas ediciones grupales de la obra que Pidello enviaba a Rosario por Correo cuando vivía en Francia. Diana Bellesi reseñó la contratapa.
En el último libro, Miss Deren, la introducción prepara al lector para entender la praxis en torno a la creación del cinepoema. Los encuentros entre la palabra poética oral o escrita, alternada o no, intenta una secuencia de imágenes que presentan visiones sistémicas y procedimientos que puedan constituir una posible llave para abrir la cabeza, según palabras del autor.
“Intento hacer reflexiones sobre la vinculación del texto poético y la imagen. Empecé a frecuentar con rigor tanto la Cinemateca Francesa como una clásica biblioteca parisina, la Jacques Doucet, por la sencilla razón de que me orienté en la partida de esa interrelación entre la escritura y el cine; en la gente que vivió en los comienzos del cine que coincidió con el surrealismo. Estos dos lugares son yacimientos olímpicos de esos dos materiales. Todas las veces iba por razones laborales a París y de paso a ver los archivos. Buscaba cómo había sido de cerca esa relación entre los productores del primer cine que no necesitaba ser argumental como después se fortificó con Hollywood y todo lo que parece una película tiene que ser una historia. De eso trata Poesía y cine (Editorial Ciudad Gótica 2022) y de eso trata Miss Deren, que voy a presentar próximamente. Siempre funcioné con una especie de unidad que integra a las dos pasiones. He viajado muchísimo a Francia.
Y en esas cuestiones que bien eran compromisos laborales, tenía la ventaja de aprovechar las minas de oro culturales sobre las cuales está parada toda Europa. Todas mis relaciones posteriores con profesores invitados que estaban a cargo de esos laboratorios con los que hacíamos acuerdos, nos presentábamos a los organismos franceses, eran el mecanismo que permitía tener un financiamiento importante para hacer el trabajo acá. En esos intercambios involucraban por reglamento a la Unión Europea. En una de las tantas, por ejemplo, apareció Giovanna Martinotti, que era profesora de microbiología en Torino, y ahí empezó una cuestión con Torino. Las cuestiones empezaban conmigo, pero después seguían con gente del laboratorio de acá que iba allá, de allá que venían a mi laboratorio. Y ahora con Giovanna soy como chancho, propiamente.
-¿Cómo fue su vida literaria en Francia e Italia?
-Entretenida. Cuando estaba en Lyon solía concurrir a una especie de club de poetas en donde casi siempre terminaba leyendo mis poemas. Iba a chumear y terminaba en esas reuniones con grandes charlas. Sacaban una revista que en su recorrido la vio otro escritor en París y me mandó una nota y me pidió algunos textos. Me dijo: “vi lo que habían sacado los amigos de Lyon”. Dirigía una revista que se llamaba Diérez y me sacó varios poemas. Las alas de Ángela, (Papeles del Boulevard 2014), fue traducido al italiano (Vydia Editores 2017) tras una conexión azarosa que pasó en Italia a través del programa Sur de Argentina, cuyo objetivo era que se conociera la producción de escritura y literatura argentina en el exterior; se hacían concursos y tenía que existir un interés por parte de una editorial de un país del resto del mundo. Por carambola, hablando con unos poetas italianos, les comenté de ese programa. Se presentaba a través de la Cancillería Argentina como un concurso que tenía un comité argentino que seleccionaba si la obra era potable o no y el programa lo aprobó y el libro salió.